Aquel fue el primer año que hacían un taller de fotografía en el instituto. A mi, al principio, la fotografía no me interesaba; solo me apunté porque mi madre no paraba de darme la lata con que hiciera alguna actividad extraescolar. Sin embargo, desde el primer día que lo hice, aquello comenzó a gustarme una barbaridad e, incluso, llegué a pensar seriamente lo dedicarme a la fotografía.
El taller me iba muy bien, pero el profesor que lo daba, aunque elogiaba mis trabajos, me dijo que debían de ser estos mas originales. Hasta entonces, solo le había llevado fotos de árboles y pájaros, algo que hacía la mayoría de los que estaban en ese taller. Necesitaba algo nuevo si quería destacar, pero no se me ocurría nada. Fue entonces cuando Ana se prestó a ayudarme.
Ana era mi mejor amiga y, desde hacía tiempo, soñaba con ser modelo. Cualidades no le faltaban. Tenía quince años, igual que yo, pero parecía una de las chicas que iban a la universidad, como mi hermana mayor. Era alta y esbelta, con dos preciosas piernas que siempre lucía con sus minifaldas, una larga cabellera rubia y, por encima de todo, era muy hermosa.
Cuando se lo conté, ella no dudó en citarme en su casa después de comer. Fui allí y las dos nos encerramos en su cuarto. Aún no había llegado el calor, pero ella llevaba puesto un vestido de tirantes naranja con lunares blancos, muy ajustado, corto y escotado.
- ¿Preparada? -me preguntó con una maliciosa sonrisa.
Saqué mi cámara de la funda y me puse a fotografiarla. Ella, como si fuera una modelo profesional, se puso a posar mientras miraba al objetivo de manera provocadora. Con cada foto cambiaba de postura, a cada cual mas sexy, mientras que, con su mirada, seducía al objetivo. Yo no paraba de sacarle fotos pero, mientras lo hacía, aprovechaba para contemplarla. Siempre me había fijado en su fuerte atractivo, pero nunca como aquel día. De repente, comencé a sentirme acalorada.
- Creo que ya son suficientes -dije mientras me dispuse a guardar la cámara.
No obstante, ella me detuvo con una sonrisa de niña mala.
- Espera... aún no hemos llegado a lo mejor.
Mas nerviosa, continué fotografiándola. Ella, al principio, seguía con sus posturas de antes hasta que se quitó un tirante del vestido.
- ¿Que haces...? -pregunté muy nerviosa.
- Tu sigue sacando fotos. Voy a hacer esta sesión mas interesante...
Mas nerviosa aún -el pulso comenzaba a temblarme, algo que no me pasaba mucho -continué fotografiándola. Ella, poco a poco, se fue quitando el vestido mientras miraba al objetivo de una forma mas perversa. Dejó caer el vestido al suelo y se quedó en bragas y sujetador; ambos de color rosa y muy sugerentes. Poco a poco, se fue quitando el sujetador dejando ver sus dos preciosos pechos. Después le tocó el turno a las bragas hasta quedarse completamente desnuda. Continuó posando.
Yo estaba terriblemente excitada. Un sudor frío recorría mi cuerpo mientras comencé a sentirme muy mojada. Ya no mostraba interés en si las fotos salían bien o mal, solo prestaba atención al cuerpo de mi amiga. Su blanca piel y sus dorados cabellos relucían con la luz de los flexos que ella había colocado a modo de focos.
Tardé un poco en darme cuenta que, mientras posaba, se iba acercando poco a poco a mí mientras su perversa sonrisa adquiría tintes diabólicos.
La tuve muy enfrente, pero no dejé de sacar fotos. Ella cogió una de mis manos y la colocó sobre una de sus tetas mientras, con la otra, yo seguía manejando la cámara. Mi cuerpo estaba al rojo vivo y mis bragas ya chorreaban. Se acabó el carrete y ella me quitó la cámara de la mano y la dejó sobre su escritorio.
- Creo que ya has sacado suficientes fotos ¿no te parece...? -dijo con voz sensual.
Yo no dije nada. Estaba completamente muda y paralizada. No hizo falta, ella me rodeó con sus brazos y posó sus labios sobre los míos. Antes de que acabara el beso, yo reaccioné y comencé a acariciarla y, en cuanto el beso terminó, recorrí su cuerpo con mi boca, mis manos y mi lengua mientras sus manos me acariciaban. Agarré fuertemente sus tetas y las estrujé mientras, una a una, me las metía en la boca y las lamía. Ella, mientras, gozaba muy excitada. Pescados, mariscos, conservas y todo sobre el mar
Volvimos a besarnos antes de que ella se tumbase en su cama boca arriba. Yo me desnudé ante su mirada y me coloqué sobre ella. La besé, acaricié y lamí de nuevo antes de colocar mi cabeza sobre su entrepierna e introducir mi lengua por su clítoris. Oí sus gemidos de placer mientras mi lengua se iba introduciendo mas en ella.
Me eché sobre el colchón, apoyándome con los codos para no tumbarme del todo, y ella se colocó sobre mí lamiéndome y acariciándome. Con su boca jugó con mis pechos, mas pequeños que los suyos, pero -según ella - muy bonitos, mientras sus manos, que ella apoyó sobre mis muslos, se fueron deslizando hasta mi entrepierna.
Casi estallo de placer al sentir su primer dedo penetrándome, y no quiero ni contar cuando sentí los demás. Mis gemidos se hicieron mas fuertes que los de ella y tuve que amortiguarlos con una de mis manos para que sus padres, que estaban abajo, no nos oyeran. Con la otra, acariciaba sus dorados cabellos mientras su cabeza seguía hundida en mis tetas.
De nuevo nos besamos; nuestras lenguas se entrecruzaban dentro de nuestras bocas. Tras el beso, ella acercó su boca a mi oreja.
- Soy toda tuya... -me dijo muy excitada, casi susurrándome - haz conmigo lo que quieras...
Sabía perfectamente que a ella le iban los juegos y no pensaba defraudarla. La eché bruscamente sobre la cama y, con la película de un carrete velado que tenía, até sus manos a la cabecera de la cama. Esto a ella le gustó y la excitó a aún mas.
- Si... Si... -decía mientras la ataba.
Una vez terminé de atarla, cogí la cámara y desmonté el objetivo, el cual era bastante largo. Lo chupé un poco para lubricarlo mejor y, a modo de vibrador, lo introduje en ella al mismo tiempo que taponaba su boca con mi otra mano para evitar que sus padres oyesen el fuerte alarido que soltó. Me puse a follarla mientras que, con mi otra mano, me hacía una paja y, con mi boca, devoraba sus tetas. Ella, mientras, gozaba y me suplicaba que no parase entre jadeos y gemidos de placer.
Con el recuerdo de aquel momento aún en mi cabeza, al día siguiente presenté mi trabajo al profesor del taller. Odviamente, no le enseñé todas la fotos de Ana; la última era cuando solo se había quitado el primer tirante. El resto de fotos las guardaba muy bien en mi cuarto. Ella me dijo que podía quedármelas. Estaban todas; incluso una última que ella me pidió que le hiciese estando ella aún atada a la cama cuando terminamos de follar.
Al profesor le entusiasmó el trabajo y me puso un sobresaliente, el único que puso, ya que los demás seguían trayéndole fotos de árboles y pájaros.
Salí muy contenta del taller. Ana me esperaba a la salida. Mis compañeros, que la habían visto en las fotos, no tardaron en correr hacia ella pidiéndole su teléfono; aunque ella no necesitaba mis fotos para eso.
- ¿Que tal? -me preguntó una vez nos dejaron solas
- Sobresaliente -respondí -. Y todo te lo debo a ti.
Ella sonrió y, entusiasmada, y se abrazó a mí. Fue un abrazo de amigas; aunque ella aprovechó para susurrarme:
- Podríamos celebrarlo en mi casa ¿tienes mas película velada...?
El Autor de este relato fué Freya , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=13387&cat=craneo (ahora offline)
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2024-09-24
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