Relatos cortos fantasia Fantasia General La joven de New Ross

 

 

 

Corrió y corrió en dirección al bosque y se adentró en el. Todo estaba oscuro. Ella sabía que él estaba allí, en medio de las tinieblas, aguardando el momento oportuno. Y así fue. De repente, sintió el doloroso calor de la hoja de la espada penetrando en su estómago. El momento había llegado. Sintió como la vida se escapaba de entre sus manos mientras sujetaba la espada tirada en el suelo y esperaba su fatídico final.

* * *

Era una mañana fría en New Ross. Una mañana fría y aburrida para Jacqueline. Como todos los días debía ayudar a su madre. Su madre, Elaine, trabajaba en las cocinas del señor del pueblo, y ella le ayudaba. Jacqueline estaba harta de esa vida. Quería ver mundo, buscar aventuras… Sueños, tan solo sueños de una simple adolescente que deseaba algo más, algo prácticamente imposible de conseguir: cambiar su estrella.

 

Pero aquel día aburrido, frío y gris cambió de color para Jacqueline cuando, en uno de sus habituales paseos por el bosque, vio a un hombre que cabalgaba en dirección al pueblo. No pudo distinguir su cara, pero algo le decía que no llevaba consigo nada bueno. Intentó seguirlo y averiguar quién era y a dónde se dirigía, pero el hombre iba demasiado rápido como para poder alcanzarlo. De todas formas regresó al pueblo y allí intentó saber si alguien había llegado allí. Nada. No había ni rastro. No era posible, ¡lo había visto con sus propios ojos! No era posible, era como si fuese un fantasma…

Aquel día fue muy extraño. Tenía una inquietud insoportable en su estómago. Y con ese sentimiento se acostó. Esa noche soñó con aquel hombre o lo que realmente fuese. Él la llamaba, la invitaba a volver al bosque. Decía que necesitaba hablar con ella. Pero ella estaba paralizada por el miedo, delante de él y, aunque no podía ver su rostro, su voz sonaba de una forma extraña, como si ya no fuera de este mundo. Se obligó a despertar, pero, ya despierta, seguía viendo a aquel ser rodeado de oscuridad y mal que le hablaba. Intentó quitárselo de la cabeza, más no pudo volver a dormirse porque al cerrar los ojos regresaba a aquel lugar donde él la esperaba.

Lentamente, el tiempo pasó y llegó la mañana. De nuevo el día era gris. No le extrañaba pues todo el año era igual. Rara vez salía el sol. Hoy volvería a ayudar a su madre… Este sería otro día que pasaría en el mismo lugar, con la misma gente y realizando las mismas tareas. A veces deseaba ser un pájaro para poder volar a donde quisiera. Bajó a la cocina, donde se encontraba ya su madre e hizo lo que pudo para ayudarle, lo cual no fue demasiado porque no dejaba de pensar en el sueño de esa noche. Estaba realmente intrigada. Por eso se decidió a ir al bosque aquella tarde. No le hizo falta caminar mucho para ver la sombra del hombre del día anterior. Aunque no veía su cara supo que la había visto y que la observaba, aunque no se acercó a ella. “Ven”, escuchó que le decía, “Acércate Jacqueline”. Le entró el pánico y volvió a casa. Viajes y turismo

Ella creyó que esta era la decisión más sensata. Volvió a su casa pálida, temblorosa y, de nuevo, inquieta.

* * *

Se despertó bruscamente. Otra vez ese sueño. Pero al abrir los ojos esta vez había algo diferente… Él estaba allí, delante de su cama, mirándola. Al igual que las anteriores veces no podía ver su cara, pero veía brillar sus ojos a la tenue luz de la luna. Repitió las ya conocidas palabras. Jacqueline saltó de la cama y salió de la habitación seguida por el extraño hombre. No sabía ni que hacer ni que quería. Salió de la casa. Corrió y corrió en dirección al bosque y se adentró en el. Todo estaba oscuro. Ella sabía que él estaba allí, en medio de las tinieblas, aguardando el momento oportuno. Y así fue. De repente, sintió el doloroso calor de la hoja de la espada penetrando en su estómago. El momento había llegado. Sintió como la vida se escapaba de entre sus manos mientras sujetaba la espada tirada en el suelo y esperaba su fatídico final. En aquel preciso momento, y solo en aquel momento, pudo ver el rostro de su atacante. Estaba desfigurado. De los labios de Jacqueline brotó una pregunta: “¿Por qué yo?”. Él le respondió: “Por tu belleza, esa que no pude tener en vida y que aún ansío después de mi muerte.” Jacqueline bajó la cabeza ante tal respuesta y, entre sollozos, exhaló su último suspiro. Quizás no debió haber ido al bosque, quizás no debió haberlo callado, quizás no debió haber huido, quizás.

El Autor de este relato fué Baalgat , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=11128&cat=craneo (ahora offline)

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Corrió y corrió en dirección al bosque y se adentró en el. Todo estaba oscuro. Ella sabía que él estaba allí, en medio de las tinieblas, aguardando el m

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2021-08-19

 

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