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Autoestima subterranea

¿Alguna vez te has sentido tan mal al verte en el espejo que has deseado matarte? Es lo mismo que sentía yo al contemplar ese cuerpo frente al espejo, ese cuerpo familiar y extraño a la vez.

Cuando eso te pasa a menudo acostumbras a visitar tres sitios varias veces a la semana e incluso al día: El espejo, la báscula y el inodoro; siempre la misma ruta.

Al principio simplemente te ves algún defecto como un pantalón que se te queda pequeño (es una forma de decir que te aprieta), un poquito de grasa en la cintura, algunos “puntitos” de celulitis en las cartucheras, etc…

Un día decides: ¡Voy a ponerme a dieta! Y dejas de comer tajantemente todo eso que tanto te gusta. Entonces te pasas la vida alimentándote de ensaladas, comidas sin sabor, sucedáneos de chocolate (todos sabemos que hay marcas de comida dietética que se dedican a esto…).

 

Otro día se te ocurre que si comes menos evidentemente adelgazarás. Después vas bajando poco a poco la dosis de comida hasta que un día que estás sola y tienes un momento de bajón, te pegas un atracón de comida increíble. Luego te sientes como una mierda y te das cuenta de que ese esfuerzo que has hecho para aguantar sin comer no te ha servido de nada. Buscas una solución rápida y eficaz y corres hasta el baño, corres como nunca en tu vida y te metes los dedos hasta la campanilla. No eres capaz de saber qué te duele más: el esfuerzo que estás haciendo con tu garganta o el saber el daño que te estás haciendo y que puedes estar haciendo a la gente que te quiere. Después de esto te sientes mejor.

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Al hacer este tipo de cosas la gente que te rodea empieza a preocuparse por como adelgazas y por la palidez de tu rostro. Te pasan cosas como desmayaros en medio de clase, se te van deformando los dedos por culpa de los ácidos intestinales, etc. Te das cuenta de tu problema cuando odias tanto tu cuerpo que no soportas verte desnuda y te duchas con la luz apagada. Entonces es tarde, ya no hay marcha atrás, sabes que nunca vas a poder salir del todo de esa enfermedad. Cuando sabes eso ya nada te importa, lo único que te importa es ir perdiendo más, y más peso. ¿Por qué todo el mundo se empeña en decir que estás delgada hasta el extremo si es mentira? Tú sabes que es mentira, el espejo no puede mentirte.

 

Las visitas al hospital son continuas, unas veces para hablar con un psicólogo que lo único que hace es ponerte de los nervios, otras veces por el deterioro de tu cuerpo… Pero tú sigues odiando ese reflejo, lo odias tanto que entras en un ataque de histeria y lo rompes, sacas fuerzas de donde no las tienes y rompes ese enemigo que es el espejo.

Te quedas tirada en el suelo rodeada de la sangre que brota de las heridas de tus manos y no vuelves a levantarte, ya has agotado las pocas fuerzas que te quedaban pero has conseguido llegar a tu “peso ideal”, has conseguido llegar a los veinticinco kilos, ya tienes tu final feliz.

El Autor de este relato fué .%3A%3ABoO%21%3A%3A. , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=8237&cat=craneo (ahora offline)

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¿Alguna vez te has sentido tan mal al verte en el espejo que has deseado matarte? Es lo mismo que sentía yo al contemplar ese cuerpo frente al espejo, ese cu

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2020-06-18

 

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