Alejandro era acompañado por dos guardias y el director del penal hacia su celda. Caminaban por un pasillo sin muebles, sin ventanas y completamente blanco, tan blanco que no se podía ver el techo ni las paredes o distinguir si tenía final. Ni siquiera las puertas de las celdas se distinguían, de no ser por una pequeña ranura donde se introducían las tarjetas que las abrían
En el pasillo se escuchaban gritos espantosos, dementes, algunos no parecían humanos. Gritos que parecían venir de las entrañas de un ser desquiciado, gritos que se te meten en la cabeza y rebotan sin poderlos parar.
Al fin llegaron. Se detuvieron frente a una pared completamente blanca y el director introdujo una tarjeta. El prisionero fue sujetado por los brazos mientras el director le decía: Bueno 434370. Este sera tu hogar durante 20 años. Estoy seguro de que te llevarás bien con tu compañero. Soltó una carcajada y el prisionero fue arrojado al interior de la celda tras recibir una inyección que le hizo perder el conocimiento. Tardó varios dias en volver en si. Tardó todavía más en recobrar la vista.
Cuando pudo ver, encontró a su compañero frente a él. Todavía no distinguía bien, solo veía manchas.
-¿Porqué te trajeron aqui? preguntó Alejandro.
El reo tardó varios minutos en responder.
-Asesiné a mi mujer.
-No mientas.
-No miento.
-Es que yo también maté a mi mujer.
-Ah, ¿Como la mataste?
-La envenené.
-Yo tambien la envenené.
-Entonces somos compañeros del mismo delito.
-Eso parece.
-Pero yo creo que tuvimos motivos diferentes. Cuéntame por qué lo hiciste.
-No quiero contarte.
-Pues como quieras, pero si vamos a pasar aquí juntos tanto tiempo es mejor que me tengas confianza.
-Está bien, conocí a mi novia hace años, era una joven muy conservadora. Hija de padres catolicos y persignados.
-¡Es increible!, parece que estas describiendo a mi Adelita.
-La mía también se llama Adela.
-Que chistoso ¿no?
-Callate y escucha. Era una mujer sumamente conservadora pero fiel a su ideologia. Creía en compartir su vida con un solo hombre hasta la muerte. De hecho era virgen.
-¡No puede ser! Esa es mi Adelita.
-Déjame continuar. Como te decía, era una mujer sana y eso era lo que mas me atraía de ella. Sobre todo su virginidad, pienso que por eso me casé con ella.
-Espérate, alguien te contó mi historia. ¿Verdad? Te mandaron para torturarme.
-Deja de llorar, pareces niño, mejor escucha. Me casé completamente enamorado, y en la noche de bodas se comportó de una forma que me asombró. Primero se quejó, pero después se volvió una tormenta, brincaba, gritaba, se movía de un lado para otro. Lo disfrutaba más que yo. Nunca había estado con una mujer que tuviera tanta pasión. Cuando estaba debajo parecía un demonio sin dejarse exorcizar y cuando estaba arriba, parecía un angel con sonrisa de lujuria. Sentía como si estuviera haciendo el amor con veinte mujeres a la vez. La amé seis veces y no se saciaba, pedía más y más. Me encantó. Glenrothes Robur Reserve 1l Single Malt Whisky - The Glenrothes
-¿Y por qué la mataste?
-Porque me descepcionó.
-¿No te encantó?
-Sí pero no entiendes. Creí que iba a ser decente, sumisa y en la cama resultó ser otra. Para eso mejor voy con una prostituta y le pago para hacerle lo que yo quiera, pero a mi mujer, respeto y ella tiene que respetarme.
-Estas loco, de veras.
-Tu no has de estar muy cuerdo, por eso estas aqui. Cuentame, ¿Tú porqué mataste a tu Adela?.
-¡Es Adelita, no Adela!
-Es igual
-Bueno me casé creyendo que ella era le mejor mujer en mi vida. Pero eso lo reafirmé en nuestra noche de bodas.
-Así que tú también la envenenaste el día siguiente a tu noche de bodas.
-¡Ya deja de torturarme! No puede haber tantas coincidencias.
-Sí las hay
-Si sigues con eso me callo.
-Continua.
-Bien nos fuimos a Tepoztlan para compartir nuestras noches de amor.
-Nosotros también.
Alejandro estuvo a punto de lanzarse sobre su compañero.
-Te juro que es verdad, pero me callo. Sigue.
-Adelita fue la única mujer que me ha hecho sentir hombre. Me amó como nunca antes lo habían hecho.
-¿Y por eso la mataste?
-No, la envenené por el temor a perderla. Quería que siempre estuviera junto a mí. Tenía miedo de que alguien me la quitara, miedo a que un día me abandonara. Por primera vez en mi vida había encontrado el amor y no estaba dispuesto a perderlo.
-Tú sí estas loco.
-No, porque ahora mi Adelita esta junto a mí y siempre lo estará.
-¿Cómo era tu Adelita?
-Noble, pura, tierna. La mas bella de todas.
-No ¿Como era físicamente?
-Delgada, morena, de mi estatura. De cabellos muy negros, muy lacios.
-Mi mujer también.
-Te advierto que es la última vez, a la próxima broma te mato.
-Lo juro. ¿Tenía los ojos cafés y la nariz respingada?
-¡Sí!
-¿Sus pechos dulces como agua de río y sus entrañas sabor a mar?
-¡Basta! ¡No puedo creerte! Tu mujer y la mía no pueden ser tan parecidas.
-Tranquilo. Tienes razón, no puede ser la misma mujer, además las matamos por motivos diferentes ¿No Alejandro?
-¿Alejandro? ¿Como sabes que me llamo asi?
-Porque yo me llamo igual.
Histérico se abalanzó a golpes contra su compañero. Pegaba y pegaba pero no pasaba nada. Solo se lastimaba sus puños.
Entonces comenzó a gritar. Alejandro unió sus gritos a los demás cuando se dió cuenta de que estaba en una celda cubierta de espejos. Tapizada de espejos.
El Autor de este relato fué Zamburi%F1a , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=4552&cat=craneo (ahora offline)
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2021-04-27

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