TRERSO GURTUIM
Sumergido en simplezas, suelo llorar. Al llorar, me sumerjo en peores simplezas, y éstas detienen mi llanto. Cuando se detiene mi llanto, las muecas de satisfacción y de olvido brotan en mi rostro desvelado y arrugado, con tremendas marcas de la cobija, esa que tiene elefantitos dibujados. Piso la alfombra y respiro como ayer, antes de colarme en los conductos que llevan al Gran Coliseo de TRERSO GURTUIM, en Europa, la enorme imagen de los ahorcados y prisioneros de recónditas órdenes eclesiásticas, corrompidas por la anarquía bien conocida de Diego III, el apodado Moribundo. Penetro como el Rey que he logrado ser.
Se abren las murallas de madera ante mi voz grave. La comunidad que fabrica flechas e inventa conflictos, se despojan de sus ideales, le hacen mal gesto al acero fundiéndose y corren a su hogar en las montañas. Retiran, con sobrehumana fuerza, los dos mil kilos de metal que protegen la cueva del recinto. Besan a sus mujeres, las inolvidables prostitutas del reino secreto; les acarician el vientre y sienten golpes leves. Sonríen, luego ya no. Corren luego al mar y se arrojan desde la cima. Como gaviotas cazadas, descienden con vertiginoso e inevitable desdén hacia los peñascos, donde los buitres los interceptarán y lo sumergirán al mar, y ahí, pelearán por sus negras vidas, y querrán volar, y querrán hablar, pero cuando lo intenten, y su instinto esté ocupado en evitar que sean tragados por el hombre, sus plumas irán hasta la costa de mi castillo y darán cuenta de su tragedia. El papel que me ha entregado mi allegado hermano, el mismísimo Golven Gurtuim, despliega un aviso más de parte de Diego III. Tendría que acudir al espejo del Coliseo para descifrar el código. Es lamentable que no sepan español, pero igual tampoco entiendo su idioma. Diré que es un tipo español alterado. Llegaré con suma discreción al patio de los pilares del desván de mi casa y ahí reflexionaré mientras llega la noche, mientras encuentro la fórmula para justificarme ante el Lomure, aquel enorme muro de gas denso y poderoso que habla de vidas. El atardecer será indicativo del surgimiento de nuevas especies. El hombre emergerá, con los intestinos del buitre aún temblando, y él mismo no creerá ser él; y ese que salió del agua, y que no fue el mismo que cayó, creerá que alguien lo molesta y necesita desaparecer el sonido que truena en los cielos incoloros. Brillará todo él, y verá que nacer es un proceso de renovación, una idea que a nadie compete, que todos ignoran, mas no él; él, el antes hombre, y ahora él mismo, buscará los pilares de mi casa tratará de verse en el espejo y matarme a toda costa. Como primer instinto (porque posee miles), se despojará de su conciencia, escupirá y la saliva volverá a su hocico. Estaré leyendo el documento, el manuscrito, y el otro seguirá confiado en sí mismo; pero, cuando los lagartos lamenten no haberlo devorado, el ejército de los metales, desplegará el brillo cegador del acero. En pocas horas, polvo será lo que vea al arrepentirme de la orden. Cruzarán el interminable río Acústico y vagarán hasta la orilla de la montaña Objetus is; los ecos traerán más dolor a las paredes de mi castillo y se estremecerá mi corona caerá sin duda, pero, él, quien ha de buscarme y en vano ha de matarme, las gracias le daré. Terminará la rivalidad tan angustiante, derrocará el dominio del metal y servirá a mis propósitos con indiscutible honor. Por lo pronto, el cielo incoloro, puede mostrarme el camino de dos fuerzas destructoras: el hombre que me busca, que no es él, pero siente que lo es, y sesenta mil soldados adolescentes con lanzas adheridas a sus escudos de barro. Ya veo el aroma de la naturaleza hacerse abismo en los corazones de los soldados; veo por igual, a quien he tratado de traicionero, pero su caminata no es de fácil alcance. Así como hasta ahora, nadie sabrá de descripciones, ni de estilos, ni de lógica o coherencia. A ellos les importa ser vistos, a mí sólo estar sentado en esta silla de plata y adornos góticos que atrapan mi atención. Cuando logro percibir cómo el segundo baja del reloj de mi mano y corre a las hendiduras de la silla, y luego escurre con alegría en mis ideas, noto que soy viejo, incapaz de gobernar, que la silla es producto de mi juventud, cuando solía ser capitán del inolvidable Lagarto barco. Recuerdo, con solemne desquicio, nuestro primer viaje a la deriva por el río Acústico. Intentaríamos expandirnos, habitaríamos las cuevas, las laberínticas cuevas y nichos de este acérrimo corazón excitado por la cercanía de aquél. Los límites de la gran ciudad han sido doblegados por dos manos. Él corre de pronto por una de las quince torres del castillo. Pisa y pisa los escalones; se espanta porque he venido a matarlo, pero sabe mucho de mí, y yo no mucho de él, ese rey loco de la Gigianti Solari, la arquitectura más prestigiada y elegante del siglo III. Los grabados abundan, abundan los grabados, sus grabados abundan, abundan grabados sus grabados, y no personajes de perfil, pero sí de cobre vil lástima por Egemonio IV, su esposa, su hijo, él los va a extrañar no me queda más, le llevaré un último aliento de su boca hinchada sólo la última voz de muerte quedará en sus manos, se colará por las rendijas de sus párpados, los cerrarán como él antes de cortarle la cabeza y pedir perdón por obedecer las órdenes de su rey, que hoy busco y no encuentro. Te dejo aquí, Arturo El Manifiesto, atado de un pie de este árbol, ruega por tu vida al cielo sin dioses porque sólo hay ninguno ¿y tú a cuál rezas?... a Gurtuim, es más divinidad, es más poder, lo sabe todo y lo predice y nadie lo enjuicia tú deberías, alguien detenerlo debe, yo intenté y casi lo logro ¿por qué lo dices?... me río porque lo sé, porque oí mucho de su habitación que vigilé en tanto lo adormecía su mujer ¿qué decía? De cualquier manera te mataría él si no lo hago Yo.
Señor, escuché el grito de Frank Lobrengo Chamessee, el General I y único de rango superior con el habla marchita y cuerpo débil de terror señor, ¿qué ocurre en los bosques y praderas?, ¿qué hay por los senderos rumbo al castillo que es tan horrible enfrentar y advertir?... no hay verbo de tu vocabulario que lo describa no entiendo mi rey, se desdobla, nos aturde con su velocidad, su sombra es más ágil que el mismo viento viene por mí mi padre fue el último rival de la bestia ¿pasó ya el río Acústico?... no, ha tomado sectores amplios de la hacienda de los buenos rezos. Se dice, y no es dato que mi mente lo crea, que el gran coliseo TRERSO GURTUIM está adornado con lenguas de sabios y mujeres, y créame mi rey, las lenguas dicen que la vida Retinier lo nada mer du murie hagachi hablan sin sentido, eso créelo, él vendrá, y tan pronto hagas la reverencia, beses mi mano, digas que tienes miedo, escupirás sangre de tus extremidades no lo diga usted, que lo creo todo de esa boca no hay dios, no creas, rezas en vano cien años de predicar versos divinos y hoy da la espalda al cielo y a las estrellas. Me busca, y no duda que aquí lo espero. Sargento, suelta a los lagartos, que las aguas abandonen la presa y ordena que no vuelvan a su contenedor sino hasta haberlo ahogado es un placer servirle, me retiro.
Avísenle al rey que nuestro ejército no resistirá el ataque, que se oculte, la corona será derrocada al momento, pero ¿podrás retenerlo un día más?... eso es impredecible, hoy mismo dormiremos medio enterradazos entre los lagartos descuartizados ¿quién ha predicho semejante futuro?... no hagas caso y ve a la alcoba del rey, antes de que se suicide ¿también eso ha de suceder? pues ve la última torre, en aquel inalcanzable edificio de oro, de ahí pende una cuerda delgada ¡es el rey!...
Las escaleras empezaban a ser infinitas, y los rostros enrojecidos no pudieron siquiera entender el dialecto
Golven, llevas el apellido de nuestro padre, si estrecho hoy tu mano, es porque quiero despedirme de ti, él me busca mi ejército también lucha junto al tuyo serán vencidos, es una especie surgida del mar ¿qué es?... guarda silencio, escucha los gritos y la caída de los muros, ¿puedes contar el número de cabezas que caen al suelo cuando él levanta su brazo y luego lo baja para reírse y mirarme, como lo hace ahora, atrás de ti y a punto de atravesarnos?... ¿a quién ves que yo no?... puedo verlo y tú no, ¿cómo puede ser eso posible?... ¿de qué hablas hermano?... no somos hermanos, mi padre te mintió cómo me informas esa horrible verdad cuando los escudos caen por cientos ¡no tienes derecho a hablarme así Golven, ocúltate lo más pronto posible y después te veré en el desván ¿no será prudente acudir al templo, bajo el Gran coliseo?... me han advertido que la crueldad arrasó con mujeres y sabios ¡oh, qué estruendo tan desesperante!... está muy cerca, la torre décima, la que gobierna tu país, en ruinas yace, el polvo se levanta desenvaina y lucha hermano no, esperaré. pezbetta.top
Desátame maldito, los buitres vienen, me has derrotado con facilidad y merezco honor... se hace tarde, los buitres no son gobernables, no puedo hacer nada por ti; huye si puedes, General I. Apenas la sombra le dibujó el futuro en su afligida cara, y la nube de plumas lo envolvió.
Defínete, jinete del caballo de cinco patas y alas de águila. Baja y lucharemos frente a la torre del rey nadie jamás lo ha visto yo sí, y pisotearé tu título y la luz opaca de la espada, tu armadura de poco servirá contarán de nosotros nadie todos de sangre hablarán de valentía levanta el metal que yo mismo forjé ¡ja ja ja ja ja ja! Es tarde, la carta ha llegado al rey y ya sabe puedes adivinar, te lo digo con franqueza, rubio Diego III, ¿por qué gotea mi espada, te hablo al oído, río un poco, y tu espada jamás se atrevió a insultarme?... escucha el sonido tan limpio del metal golpeando tu hombro, ¿qué harás cuando caiga a las rocas?... quítame los brazos de la cintura, estás mal herido, no lograrás arrojarme desde la cima de esta última torre, donde espera tu rey adiós te vas, pero sin cabeza, quiero verte a los pies de Gurtuim.
¿A qué nos enfrentamos?... te lo diré, pero es tal cual lo oí del espejo, no es otra cosa, creo ¿es el idioma que nadie entiende? sí, tal vez es español antigua, pero en realidad es, y lo dice muy claro la carta de Diego III, es un modo de lenguaje ininteligible ¿cómo sabes pues que se trata de él, y no de otro?... jamás hablé de otro, sino de él él quién es, dilo Trerso Gurtuim Lomure insigphicade.
Anota eso, todo, no dejes escapar vocablo de sus labios, todo inclúyelo lo sé, no interrumpas. Describo el temblor, la sangre en las llanuras, y la cabeza de Diego III en la mano de todo, y hazlo con escritura legible, y con mayor velocidad tu apunte, los guardias del coliseo han regresado otro papel, otro papel ya no hay entonces ya no tengo espacio ¿sabes dibujar?... no yo sí, dibujaré detrás de este espejo de piedra las tropas del rey están de luto, el silencio reina traza un escudo roto y mucho agua roja bañando las torres mejor hasta el final, el diálogo del rey aún no concluye ¡no puede ser! Las cabezas de los muertos están reunidas en cada uno de los baúles que cargan los esclavos y los guardias ¡nos han descubierto!... deja el documento en uno de los arcos principales del coliseo yo me quedo para distraerlo, tú corre con Diego III, que éste lo haga llegar a las manos del rey, di que nuestras vidas peligran, pero escribe y habla en español, no en el dialecto de Trerso, no entenderán así lo haré. Soberbios látigos castigaron dos espaldas la crónica murió.
¿Golven, te han dicho que no es él tu hermano?... Trerso, suelta la cabeza de Diego III, no es digno de tal acto cruel no, que va, si te ves igual que en el espejo, y eso me ha engañado tanto, hasta maté al General I, Frank Lobrengo Chamessee, creyendo que eras tú, el rey no soy yo el rey . Tampoco su hermano, ¿no sientes un poco de vergüenza?... por ti mírate, pelo rubio, cejas de combatiente arrepentido y labios de miedo indiscreto. Vislumbré dos momentos en el espejo ¿cuáles son?... el que ha predicho tu rey, y el otro, protagonizado por dos cronistas, muertos ya alucinas Trerso, es el resultado tan advertido por los ancestros, en ti puedo ver cómo te posee esa ambición, jamás te librarás de ese hechizo lo sé Goleen, pero tú puedes ayudar a curarme, sólo por eso he dejado mi antiguo trabajo y esposa, dame el antídoto observa desde aquí el coliseo Trerso, y di que ves veo, tres enormes arcos plateados sabes que el coliseo es de oro ¿no?... late mi corazón, golpea fuerte, no puedo distinguir ves una imagen que lleva tu nombre. No te servirá atravesarme con tu espada, el tiempo del espejo se ha extinguido y tú con el no lo haré yo lo haré no te atrevas Golven, hermano, nuestro padre guarda allá abajo, en la base de esta titubeante torre lo sé, y se ha enterado que tu hazaña no será leída por las generaciones venideras qué importa, es un asco la vida, nadie querrá palparse con estas mentiras.
Miles de caballos cabalgan sin jinete, cruzan por vez primera el río Acústico; sus hilos blancos, y oscuras patas de guerrero, recorrerán el mundo en busca de algo real, algo que puedan beber, digerir, disfrutar. Hoy sólo son una manada trotando sin sentido, dejando en el horizonte, cubierto por la niebla que traerá la tempestad, la increíble arquitectura Gigianti Solari. Golven y Trerso han iniciado su lucha, la lucha de dos especies salidas del mar. Se cortarán, se ofenderán, gritarán en una sola voz, aclamarán al rey, que no se sabe dónde está, ni yo mismo puedo saberlo. Derrocado Golven, tal como lo había ordenado el intelecto de Diego III el moribundo, una abrumadora distancia lo incitará a recordar a su retoño, pero, en el preciso instante que desciende los cinco mil escalones, donde escurre el agua roja que ha bebido de su rival, los lagartos saltarán a sus pies. Volverá, temeroso por la circunstancia, al trono del rey, y ahí, sentado en la silla con adornos góticos, se consumirá por la eternidad. Los lagartos saldrán del mar cada vez que tengan hambre, y él, llorará haber matado la sangre del rey, mas no a él.
Estuvo bien que el licor haya limpiado mi garganta. El sudor ya no es frío, mis manos no tiemblan, estoy salvado, he podido olvidar. Puedo incorporarme, presiono la mandíbula para resistir, me apoyo trabajosamente a la mesa de este angosto desván. La copa está rota, el coliseo abandonado, mi mano herida, la silla gótica en mi retina, el mar en mi corazón, las espadas y los caballos dialogando en las aguas del río acústico. El general está vivo, el sargento fue tragado por los lagartos, por eso no impidieron a Trerso huir del castillo. No puede ser, he mentido, pero Golven está con vida, llorando a Diego III. Es mejor dejar cerradas las puertas de este gran coliseo europeo, es mejor olvidar la arquitectura Gigianti Solari. Ahora qué hago, llorar por algo tan simple como es olvidar, programar al cerebro para que borre malos y verídicos momentos a nadie le importará saber. Es verdad Trerso, eres un hombre rey, estoy a tus órdenes lo sé. Qué te ha traído al desván Trerso al desván del coliseo no, no, no estamos ahí sino en mi casa en el coliseo mi rey, ríete como yo no puedo ríete déjame solo Tú mandas, pero antes de irme por un rato, límpiame las lágrimas de tú cara, me veo bastante viejo y flaco no puedes verme en la oscuridad.
Varios golpes se oyen en la puerta. Un respiro agitado se sobresalta, limpia las lágrimas, olvida, cubre el cristal con una manta oscura, aquella de elefantitos dibujados en mi cara. Se abre la puerta, el rechinido deja entrar los pies del sol, ha amanecido. Esto ocurrió en tres horas, tan lento y activo soy. Conté sesenta minutos en lo que limpie mi cara, porque el aguacero salado no se secaba; otra hora para hallar la cobija de elefantitos de aquel; y la última para olvidar, dormir, pensar, abrir la puerta (habiendo escuchado el rechinido de la puerta). Salgo al aire, y él atrás de mí, pero juntos, creyendo ser yo, pero uno del otro, sin parecernos; estupideces, yo no puedo explicarlo, es complejo. Luego, invadido por el terror, gritaré cómo es posible que alguien pueda habitar una casa sucia, maloliente, con cadáveres en el suelo, mucha sangre. Mis manos tiemblan y las lágrimas caen de nuevo. Cierro la puerta y la abro, la cierro y la abro, la cierro y la abro y en todas las veces, el sol se enoja conmigo, se enfurece. Toco la cabeza que yace junto a mi alcoba tiene rasgos parecidos a mi cara. No he visto mi cara desde la noche anterior, ¿dónde está el espejo?... no está aquí, está en el coliseo en la torre del rey,,, en el hocico de los lagartos en la montaña ¡cállense!. Tocan la puerta. No abriré, la primera vez fui yo, no caeré. De nuevo tocan, guardaré silencio, quedito es mi voz ya shhhhhh, silencio. Ja ja ja ja ja ¿quién se ríe?... ja ja ja ja alguien baja de la torre, ¿será él?... no, es tú corazón.
Lamento, que no pueda ya escribir las fuerzas se apoderan de mi voluntad. Estoy tenso, con mis manos apretando mi mandíbula, los ojos mojándose y todito intentando dormir. Yo también ansío que termine, yo más que ustedes, pero no me deja el castillo, la comunidad del metal, mi esposa, los buitres, el mar, las plumas, la carta, las muertes, el general, el sargento, Golven, Trerso, el coliseo, el gran coliseo TRERSO GURTUIM, en Europa, la enorme imagen de los ahorcados y prisioneros. Sí, Trerso Gurtuim ¿amo al espejo del desván de mi casa?
El Autor de este relato fué Ricardo Rodr%EDguez Sandoval , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=7190 (ahora offline)
Relatos cortos terror Pesadillas Trerso Gurtuim
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2021-06-15

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