Relatos cortos eroticos Desvirgaciones Como jugando

 

 

 

Para empezar, esta historia es real, por tanto, los nombres de los personajes están cambiados aunque no el lugar donde ocurren los hechos y que contaré tal cual sucedieron.

No me arrepiento de nada de lo que hice pues pasó y ni modo de retroceder el tiempo, a pesar de las quejas que pueda suscitar mi relato.

Me llamo Alejandro, “Alejo” para los amigos, vivo en Lima, tengo 24 años y estudio en la universidad (no digo cual por obvias razones).

A todo esto, el relato ocurre en Ica, donde vive mi tío con mis primos y donde van regularmente mis padres de viaje.

Allá también viven mi prima Lucía, su esposo Orlando y su hija Solange de 10 años, y mis primos Fabiola y Julio.

Bueno la verdad que yo solo había ido una vez a verlos cuando éramos más pequeños pero de mayor, prefería pasar mis vacaciones en la compañía de mis amigos y amigas. Hasta que me animé a ir pues ya era tiempo de conocer más de esa ciudad y porque ahora mis primos ya eran mayores y podíamos salir a juerguear.

 

Fue así que fui a Ica con la idea de quedarme 2 semanas a disfrutar del sol. Lo primero que tomé en cuenta es lo tranquilo que transcurre la vida aquí y la poca cantidad de autos y sí, la abundancia de mototaxis que existen en una ciudad tan pequeña para mi gusto.

El primer día la pasé conversando con mi tío y mis primos, y en la noche salimos a pasear por el centro de la ciudad. Todo transcurría de lo más normal, estos días lejos del bullicio de la ciudad me caerían a pelo. Mala noticia, mis primos tenían que asistir a sus clases en el instituto, bueno Julio estaba libre de la universidad pero el muy chancón, o sea estudioso, se había matriculado en esos días para estudiar computación a la par de su carrera en la universidad. Por lo tanto, me quedaría solo en las mañanas con mi prima Lucía, que se las pasaba limpiando y cocinando y con mi sobrina Solange que disfrutaba de las vacaciones del colegio. Mi tío pues se encontraba trabajando, así que las mañanas serían de un aburrimiento extremo… o eso fue lo que pensaba pues no imaginé lo que habría de ocurrir.

Para distraerme en esa mañana de lunes, me puse a navegar en la web mientras escuchaba música. Al rato, tocaron el timbre y luego se escuchaban unas voces en el primer piso y que no hice mucho caso. Cuando al ratito, alguien subía al segundo piso y ante mí aparecieron Solange y otra niña.

- Hola, Alejo.- dijo mi sobrina.

- Hola, Solange, ¿qué haces?- pregunté curioso por saber quien era la niña.

- Voy a jugar con mi amiga.- contestó como si nada.

- Ahhhh, y ¿cómo se llama?- pregunté.

- Se llama Olgita.- respondió Solange. Ya vámonos a jugar.

Las dos niñas se fueron al cuarto de mi sobrina a entretenerse en sus juegos infantiles.

Yo seguí revisando mis correos y me percaté que en uno de ellos había llegado un mensaje algo llamativo que decía: “Alicia”, al ingresar vi que se trataba de una cadena y que contenía un video. Por curiosidad me animé a bajarlo y ver que se trataba y grande fue mi sorpresa al ver que salía una niña de unos 9 ó 10 años aprox. Con un hombre mucho mayor y gordo, que le introducía un dedo por el ano y luego introducía su pene, no del todo pero si lo suficiente como para hacerle sentir a la pequeña, que ponía una cara de dolor pero aguantaba. Era la primera vez que veía un video de esa naturaleza y la verdad me llamó la atención sobretodo pues yo tenía mis dudas de cómo podría resistir la aún inmadura vagina de una niña con un miembro de hombre ya desarrollado pero las pruebas estaban a la vista.

 

Y la verdad es que la idea me empezó a dar vueltas en la cabeza una y otra vez, sobre cómo sería la experiencia, no sé exactamente como fue que la idea fue ganando en mí, quizá se debía al hecho de la falta de sexo últimamente. Lo primero que pensé fue en mi sobrina y su amiguita pero aún me encontraba dubitativo y temeroso de que se sintieran incómodas y además de la manera de cómo llegar a esa situación. Así que tuve que darle vueltas al asunto en cuestión, para ver los pros y contras de la táctica a usar. Hasta que se me ocurrió que la mejor manera podría ser a modo de juego y así tantear la disponibilidad y curiosidad de ellas y sino se daba pues dejaba todo tal cual estaba.

- Hola Solange, ¿a qué juegan?- pregunté en mi intento.

- Con mis muñecas.- contestó indiferente.

- Ah, si ya veo.- dije aún sin decidirme. ¿Y ustedes han jugado al caballito?

- No, ¿cómo es?- preguntó mi sobrina curiosa.

Yo me senté al borde de la cama.

- Ven, Solange, siéntate encima mío.- dije ayudándola a sentarse.

Tomándola de la cintura la fui subiendo y bajando como si cabalgara con su trasero golpeando mi fierro. Después de un rato mientras decía cosas divertidas y provocaba la risa de ella, miré a su amiguita.

- ¿Y tú, Olgita?- pregunté.

Ella se acercó y se sentó con mi ayuda, siendo tratada de la misma manera.

- También podemos hacerlo de otra forma.- dije.

Mientras yo me echaba boca arriba sobre la cama.

- Ahora siéntate frente a mí.- dije ordenando.

La pequeña subió a la cama y tomó asiento y sujetándola de las caderas, la empecé a mover en círculos para que sintiera el bulto de mi pene que ya crecía cada vez más. Y para mi sorpresa este “juego” le daba mucha gracia a las dos, así que continué.

- A ver muévete tú.- dije mientras entrelazaba sus manos con las mías.

Los movimientos de cadera de la niña eran algo inesperado pues lo hacía con mucha pericia de la que supondría en alguien tan inocente. Unos instantes después la moví para darle el paso a mi sobrina que por lo que hacía o mejor dicho se movía no se quedaba atrás de su amiga.

Estaba en eso cuando mi prima Lucía, desde el primer piso, llamaba a Solange, que se levantó y se fue a ver que deseaba. Yo me quedé con su amiga que me miraba extrañada.

- Y, ¿te gustó el juego?- pregunté curioso.

- Sí, es gracioso.- respondió sonriendo.

- Quieres seguir jugando, a eso, ¿no?- inquirí decidido.

- Sí.- contestó.

Ahora lo que hice fue echar a la niña boca arriba y yo levantando su faldita, que me dejó a la vista su calzoncito blanco, me eché encima. Sin retirarle la mirada empecé a mover mis caderas, como si me la estuviera cogiendo, pero vestidos. Ella no dijo nada, ni se quejó, solo permaneció en silencio mientras yo me movía a gusto.

- ¿Te gusta?- pregunté mirándola.

- Sí.- contestó la niña.

- ¿Qué sientes?- volví a preguntar.

- Rico.- dijo sonriendo.

- ¿Dónde sientes así rico?- pregunté sin detenerme en mis movimientos.

- Ahí abajo… en mi vagina.- contestó la sabionda niña.

 

- Ah, si sabes cómo se llama.- dije asombrado. Pero, ¿sabes porqué sientes así?

- No, ¿por qué?- inquirió.

- Es que tú sabes que yo tengo mi pene y este choca con tu vagina.- dije explicando. Por eso sientes así rico.

- Ahhhhh.- fue la respuesta de ella.

- Es que mi pene quiere entrar en tu vagina.- dije yendo más lejos.

- ¿Qué? ¿por qué?- preguntó alucinada.

- Pues porque así se siente más rico- contesté.

- Ahhh, ¿de verdad se siente más rico?- preguntó curiosa y cayendo en la red.

- Claro, pero eso se hace sin ropa pues sino como va a entrar.- dije explicando.

- Aya, sin ropa es mejor.- dijo.

- Pues sí.- contesté.

En medio de nuestra conversación apareció mi sobrina, que nos miró curiosa y se rió.

- ¿Por qué están así?- preguntó extrañada.

- Estamos “jugando”- respondí. A ver ponte tú ahora.

Solange se puso en el lugar de su amiga.

- Es divertido, ¿no?- dije conchudazo.

- Sí.- contestó riendo.

Al comprobar los efectos que le habían producido a Olgita no me detuve en mis embestidas.

- ¿Te gusta que haga esto?- pregunté por saber más.

- Si me gusta.- dijo.

- Sentir mi pene frotando tu vagina, ¿no?- dije persuasivo.

La niña asintió ante mi pregunta.

- Así también sintió Olgita y le gustó.- dije.

- Ahhh, que se siente rico.- dijo mi sobrina.

- Pero ya sabe que sin ropa se siente más rico.- dije animándola.

- ¿Sí?- preguntó inocente.

- Aja, así me dijo que es mejor.- contestó su amiga.

Ahí tenía a las dos niñas, inesperadamente todo lo que había planeado se estaba desarrollando mejor de lo que esperaba, y por lo visto, esto iba a llegar más lejos. Me detuve unos segundos a pensarlo pero la verdad fue que me ganó por completo la arrechura. Acomodé una al lado de la otra en la cama y me acerqué a Olgita, le subí la falda.

- Olgita, ¿puedo bajarte el calzoncito?- pregunté con las manos en las tiras elásticas.

La niña asintió y mis manos deslizaron su calzón hasta sus rodillas, dejando a la vista su tierna, y aún ausente de vellos, conchita. La escena era casi como un sueño que en cualquier momento se desvanecería. Así que sin demorar más, me acerqué a mi sobrina y de igual manera, le subí la falda, puse mis manos en las tiras y le pregunté lo mismo que a su amiga, obteniendo por respuesta una afirmación. Mis manos cumplieron su objetivo.

- Vaya, que bonitas vaginitas tienen las dos.- dije sorprendido.

Ellas rieron divertidas y entregadas a lo que yo dispusiera.

Mi nariz empezó a olfatear el inocente aroma que se desprendía de las vaginitas de las niñas. Una delicia absoluta. Y mi lengua no tardó en degustar el sabor que emanaba de su interior que me supo al sabor más alucinante que hubiera probado.

- Jejejeje, me haces cosquillas.- dijo Olgita al sentir mi lengua pasear por su papita.

- Sí, da cosquillas, Alejo.- dijo mi sobrina.

Así estuve intercambiando vaginas, con la boca comiendo ese par de conchitas vírgenes. Deliciosas.

Inundado en un mar de risas y que me animaban en mi accionar. Decidí seguir tanteando las oportunidades.

- Oigan, ¿quieren ver mi pene?- pregunté decidido.

- Sí.- contestó Olgita.

- Sí, a ver.- dijo Solange.

Me desabroché el pantalón, y lo bajé junto a mis calzoncillos dejando a la vista mi semirrecta verga.

 

- Y, ¿qué les parece?- inquirí.

- No sé, así tanto pelo tiene.- dijo mi sobrina intrigada.

- Claro, a ustedes cuando estén más grandes les va a salir asi un montón en sus vaginas.- dije.

- Ah.- dijo Solange

- ¿Y tu pene todo se tiene que meter en nuestras vaginas?- preguntó Olgita tanteando el tamaño.

- Pues sí.- contesté francamente.

- Pero está grande.- dijo mi sobrina.

- ¿Y no duele eso?- preguntó Olgita.

- Pues, la verdad que sí duele un poco al inicio pero después se siente muy rico.- respondí.

Las dos pequeñas se quedaron en silencio sin saber que responder y solo observaban mi pene como midiendo lo que podía ocurrir.

- Pero si quieren solo probamos un poco y si les duele nos detenemos.- dije sugiriendo.

- Aya, sí mejor así.- dijo Solange.

Ante la aprobación de ellas, ensalivé mi pene y que primero las debía hacer sentir solo mi verga frotando sus conchitas.

- Abre un poco las piernitas.- dije ordenando a Olgita mientras dirigía mi fierro erecto.

Como vi que el calzón le impedía separar bien las piernas, se lo quité completamente. Con mayor comodidad empecé a frotar de manera suave el glande contra su rica papita y echarme encima. Mi cadera empezó un ritmo armonioso y sabroso.

- Está rico, ¿no?- pregunté sin detenerme.

- Sí.- respondió dejándose llevar por las nuevas sensaciones.

Después de restregar mis genitales con los de ella, me moví hacia donde estaba Solange. Repetí el ritual de retirarle el calzón y echarme encima a disfrutar. El mismo efecto volvía a reproducirse en mi sobrina que sonreía nerviosa ante esta sensación que llenaba su joven cuerpecito. No había dudas, las niñas estaban encantadas con este pequeño acercamiento al sexo y yo, pues maravillado con la respuesta de ellas.

De rato en rato, ponía mi glande contra su conchita y hacía una ligera presión, intentando conseguir algún atisbo de penetración. Y por lo que veía, la saliva no sería suficiente para lograr penetrarlas, así que tuve que buscar otro tipo de lubricante y lo encontré entre las cosas de mi prima Fabiola. La solución, pues un simple frasco de vaselina.

Mientras me echaba la crema en el glande, estuve pensando en la posibilidad de solo desvirgar a la pequeña Olgita. Aún no estaba completamente decidido con respecto a Solange.

Fue así que acomodé semisentada a la niña y sentado con sus piernitas a los lados y mi verga apoyada en su pelada papita. Con una mano sostenía mi fierro bien lubricado de arriba abajo haciéndole sentir el gustito que ya conocía y también con una presión que amenazaba con que mi glande se introdujera. Poco a poco estuve tanteando la penetración, tan solo frotando y viendo como sus labios vaginales se abrían.

- Vamos a probar si entra, ¿ok, Olgita?- pregunté sin dudar.

- Sí, pero si me duele me la sacas.- contestó advirtiéndome.

- No te preocupes pero trata de aguantar.- dije.

La pequeña asintió y se quedó quieta y aguardando lo que vendría. Con un poco más de fuerza fui haciendo presión y después de varios intentos, mi glande se fue perdiendo, despacito, muy despacito, en la tierna conchita.

Los gestos en la cara de mi compañerita eran de cierta molestia pero como le dije, ella aguantó, hasta que sin querer toda la cabeza se había metido.

 

- Ya se metió el glande.- dije mientras ella intentaba mirar nuestra unión.

- ¿Sí?, Es que me no me dolió mucho, solo sentía así como un ardor.- respondió.

- Ya ves que sí podías aguantar.- dije animándola.

- Sí.- dijo contenta de sí misma.

Con cuidado me eché encima de la niña y me fui moviendo, siempre manteniendo un ritmo cadencioso y tranquilo pues sabía muy bien que aún no era el momento de desvirgarla. Pues, definitivamente al forzar su himen, la pequeña iba a gritar como loca y con mi prima Lucía en el primer piso hubiera sido más que obvio que algo malo sucedía y no sería muy agradable que me pescara con la verga metida en la infante.

Los minutos pasaban y me daba cuenta que el placer era mutuo pues su respiración entrecortada y agitada era una clara señal. Y las ganas por metérsela toda me corroían el cuerpo pero más primo mi cordura, no se cómo pero así fue.

- Está muy rico, ¿verdad?- pregunté.

- Sí, se siente rico.- contestó sonriendo. ¿Y cuando me la vas a meter toda?

La pregunta de la niña me dejó en seco y tuve que darle unas vueltas a la respuesta.

- Es que mejor es desnudos.- contesté a su interrogante.

- Pero entonces nos quitamos la ropa.- dijo la muy sabida y decidida.

- No, porque la mamá de Solange está en el primer piso y puede venir y encontrarnos.

- Ahhh, si verdad.- dijo pensativa. Y se molesta, ¿no?

- Así es, Olgita, esto que hacemos será nuestro secreto.- dije. Nadie se debe enterar, ¿ok?

- Okis.- respondió la niña.

Continuamos unidos y disfrutando de esa manera particular de tener sexo pero sabía que eso era cuestión de tiempo. Pues en cualquier momento se daría mi oportunidad y no la desaprovecharía.

El timbre sonó y en el primer piso, mi prima atendió a quien fuera que sea.

- Olgita, te llama tu mamá.- gritó Lucía. Dice que vayas a tu casa.

Inmediatamente retiré mi glande de la suave papita y me acomodé el pantalón y ella se puso su calzón. Luego bajó las escaleras y mientras Solange y yo estábamos atentos a que ocurría.

- Solange, ya me voy a mi casa, chau.- gritó Olgita cerrando la puerta.

- Se fue.- dijo mi sobrina.

- Si pues.- dije sin saber que muy bien que hacer. ¿Y vendrá mañana?

- Ah, yo la buscó en la tarde y le digo que venga.- contestó mi sobrina.

- Chévere.- dije sonriendo. ¿Y seguimos “jugando”?

- Ya.- respondió y ante mis ojos se quitó el calzón que se había vuelto a poner cuando llamó su mamá.

Sin demora, me bajé el pantalón y dejé a la vista mi pene que volvía a crecer.

- Qué rica vaginita tienes Solange.- dije moviendo mis caderas y haciendo bailar a mi verga.

Ella rió divertida y esperando.

- Alejo, me vas a hacer como a Olgita, ¿no?- preguntó curiosa.

- Sí, aunque sea para que pruebes como es la cosa.- dije acomodándome.

La semisenté abriendo sus delgadas piernitas y echándome la vaselina dirigí mi fierro caliente a su papita. Estuve un rato jugando con mi glande por toda su rajita. Cosa que le gustó mucho.

Luego fui haciendo fuerza constante pero cuidadosa; y tal como con su amiga, la cabeza hinchada y colorada fue desapareciendo en su interior, siendo la cosa más rica del mundo.

- Ya entró, ¿no?- preguntó mi sobrina muy atenta.

- Si, ya se metió el glande.- dije mirando como hipnotizado la escena.

Me terminé de acomodar encima de ella y me la fui cogiendo, suavecito. Tratando que sintiera lo rico y sabroso del sexo. Estuvimos un buen rato “jugando” hasta que mi prima Lucía nos llamó para el almuerzo. Nos arreglamos bien las ropas y bajamos como si nada hubiera ocurrido.

Conforme fueron llegando los demás, la casa se hizo más bulliciosa y con Fabiola y Julio, fuimos a pasear por el centro. Pero en mi mente estaba solo lo que había pasado esa mañana y lo que habría de pasar al día siguiente.

El Autor de este relato fué Alejandro , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=13820&cat=craneo (ahora offline)

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2024-09-16

 

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