Esas nuevas experiencias no tardaron en repetirse pues ahora los dos deseábamos aprender lo más que se pudiera.
Un día nos metimos a su cuarto, mientras sus hermanos veían televisión en la sala como siempre, y empezamos con nuestros besos y toqueteos. Ya por mutuo acuerdo habíamos decidido estar lo más ligeros de ropa para aprovechar cada situación en cualquier lugar. Por esto ella llevaba puesto vestidos o faldas, y yo la verdad, llevaba bermudas o shorts pero sin llevar ropa interior, todo lo que hace uno cuando ya probó el sexo.
Fue así que en su cuarto ella se quitó el calzón y yo me bajé la bermuda, y levantándose el vestido hasta el estómago, se echó sobre su cama abriendo las piernas, yo dirigí mi verga ya erecta por completo y fui penetrándola como tantas otras veces después de aquella primera vez. Ella emitió unos gemidos al sentir mi vergota invadiéndola y quieto dejé que ella se moviera como ya empezaba a hacerlo pues como me decía lo disfrutaba mucho. Con su pelvis, que subía y bajaba, solita se insertaba mi animal a su propio gusto y sabor; yo encima de ella me apoyaba en mis brazos, sintiendo la dulce opresión de su conchita húmeda, que cada día amaba yo aún más. En la sala se escuchaban las risas de sus hermanos, divertidos y distraídos viendo "El chavo del 8", ¡gracias mi cuate!
Así eran nuestros juegos, peligrosos y divertidos, propios de la edad. Pues como pasaba en su casa de igual manera ocurría en la mía, cuando aprovechando una salida de mi madre, inmediatamente nos escapábamos al cuarto a continuar nuestro juego. Uno de esos días que mi madre salió, nos encerramos en el cuarto, pasó casi más de 15 minutos y escuchamos el cerrar de la puerta, por los pasos de las sandalias supe que era mi madre, y no pudimos salir del cuarto a tiempo, estábamos atrapados.
Todavía con la verga metida en Sandra, escuchábamos a mi madre ir y venir en la cocina, para luego acercarse peligrosamente al cuarto, mi reacción fue rápida y disparado corrí el cerrojo de la puerta, pero mi madre no entró. Luego escuchamos las voces que llegaban hasta nosotros, y eran producto del televisor, mi madre muy puntual no se perdía su novela de las 3 de la tarde y nosotros encerrados sin poder salir.
Ante tal situación y seguir con la calentura en nuestros cuerpos, decidimos continuar donde nos habíamos quedado. Poco nos importó que mi madre estuviera en casa, aunque claro está que teníamos que hacer esfuerzos sobrehumanos por no hacer ruido, y con la que me manejaba no era de extrañar que hiciera estragos en la conchita de Sandrita. La tenía muy cargada y dispuesta a disparar hasta el último cartucho. Los flujos de mi enamorada barnizaban mi garrote por completo y éste se deslizaba, casi surfeaba, en su apretada papita. Ya el temor a ser pescados no nos afectaba en ese estado, a cualquiera creo le pasaría lo mismo, con los sentidos nublados por el sexo incrementé mis embates y Sandra gemía bajito, aguantando lo más que podía.
Sudorosos y contentos, no deteníamos la máquina ni queríamos, sea la verdad dicha, total si mi madre no se había percatado de nuestra presencia en el cuarto pues teníamos que sacarle provecho al máximo a la situación. Cachamos, cachamos y cachamos por un largo rato hasta que ya era hora de darle su regalito a mi enamorada.
- Dámela en la boca, Miguel.- gimió casi en un susurro.
- Pues, tómala.- contesté sacándole mi garrote y de un salto sentarme en sus senos mientras expulsaba borbotones y borbotones de leche en toda su cara.
Sandra se relamía rescatando el semen que se esparcía por sus comisuras y labios, aunque mi desborde fue brutal pues llegué a embarrarle la nariz, la frente, la mejilla izquierda y parte de su cabello. Igual se veía hermosa, así toda salpicada de mi esencia que tanto le gustaba.
Para salir simplemente tuvimos que esperar a que mi madre saliera o se quedara dormida, lo que ocurriera primero, y por suerte, terminada su novela, salió. Esperamos unos minutos y yo asomé la cabeza por la ventana, al no ver peligro salimos caminando lo más natural que podíamos. Fuímos a su casa y sólo se encontraba su hermano Pepe, estuvimos viendo televisión con él hasta que nos aburrimos y Sandrita le dijo que íbamos a escuchar música en su cuarto.
Lo primero que hice fue sacar mi animalote y mostrárselo a Sandra, quien no dudó en agarrarlo y chuparlo con premura y ansias, era una delicia sentir sus labios y su lengua recorrer mi tronco de ébano, así como jugaba con el manzanón que tengo por glande. Yo estaba sentado en una silla de su cuarto junto al escritorio donde hace su tarea, y ella lo segundo que hizo fue despojarse de su calzón y acercarse, yo por instinto me quité la bermuda. Abrió sus piernas decidida a todo y yo sosteniendo mi verga, dejé que ella lo guiara hasta su conducto vaginal, y una vez ahí, sola fue sentándose sobre mí. Poco a poco mi glande se abría paso en sus entrañas, mientras nos mirábamos y besábamos, a lo lejos como música de fondo su hermano veía la televisión y un programa que ya ni recuerdo cual era. Con un pequeño esfuerzo se dejó caer por completo y la penetración era total, solita se empezó a mover haciendo círculos que me volvían, cada vez que lo hacía, loco de contento.
Ella seguía montándome a su regalado gusto, una y otra vez, incansable, yo no me quejaba, mi garrote mojado en su totalidad se mostraba portentoso ante sus acometidas. Después de un rato, la tomé por la nalgas y me levanté con ella cargada y empalada, de pie yo era quien dirigía el acto, subía y bajaba sus caderas permitiendo que su vagina me comiera la vergotota. Así la cargué por todo su cuarto como cuando los animales orinan para marcar su territorio, Sandra era mía y su cuarto de igual manera. Para seguir con el juego, me eché en la cama boca arriba y le dí la posta a ella, que se alegró mucho, retomando el control y las riendas de su caballo bronco. Scifi books reviews
Mis huevos estaban bañados de sus sabrosos juguitos, que también me gustaban mucho, ella brincaba, saltaba y se restregaba como una fiera, no había lugar a descanso. Concentrados en nosotros, apenas escuchamos el tocar de la puerta, ante lo cual nos detuvimos bruscamente.
- ¿Quién es?- preguntó Sandra terminando por detenerse.
- Yo.- contestó Pepe y su inconfundible aguda voz.
- ¿Qué deseas?- repreguntó mi enamorada ansiosa por continuar.
- Voy a salir con Amadeo para entrenar a sus gallos.- contestó.
- Aya, está bien.- dijo inmutable.
Los pasos se perdieron hasta que sentimos el cerrar de la puerta de su casa.
- Qué jodido mi hermano.- prorumpió.
- Déjalo nomás, asi son los hermanos.- dije riendo.
- Eso dices porque no tienes.- contestó. Si lo tuvieras ya te quisiera ver.
Ambos reímos locos de contentos, y de nuevo reiniciábamos el coito. Ella se apoyaba con las manos sobre mis hombros mientras yo la sostenía por las caderas y de cuando en cuando jugaba con su clítoris reluciente. Nuestra respiración era lo único que se oía en toda la casa pues desbocados nos dejábamos ir sin importarnos el resto. tanto nos desbocamos que al sentir la dulce opresión de su vagina no logré salir, en realidad no quería, y terminé bañándole los ovarios.
- Oye, Miguel, ¿por qué has hecho eso?- preguntó aterrada y saliéndose de nuestro acople.
- Lo siento, pero no lo pude evitar.- contesté mientras veía como chorreaba mi semen de su conchita.
- Voy a lavarme.- dijo saliendo mientras se arreglaba el vestido. Te pasaste.
Yo me puse la bermuda y me quedé esperando a Sandra. Al poco rato apareció algo asustada.
- Ya me lavé bien.- dijo explicando. Pero no sé que pasará.
- Pucha, Sandra, lo siento pero se me escapó.- dije arrepentido. Es que lo haces tan bien que no pude sacarla.
- No es sólo tu culpa, Miguel.- contestó tomando mi mano. Yo también debí haber salido a tiempo.
- Gracias, mi amor.- dije besándola y mirándola. Pase lo que pase estaremos juntos.
Para nuestra fortuna a la semana siguiente, Sandra tuvo su regla con normalidad. Nos habíamos salvado de ser padres a tan temprana edad, pero eso no nos escarmento pues a esa edad se piensa más en el goce del momento.
Las vacaciones terminaron, regresamos al colegio pero eso no nos detuvo, pues al vivir cerca pasábamos gran parte de los días juntos haciendo las tareas y ante cualquier descuido de mi madre o de sus hermanos pues nos poníamos a cachar aunque sea un ratito. O me hacía unas mamadas que eran la gloria, o yo jugaba con sus labios vaginales y clítoris hasta hacerla llegar al orgasmo y beberme todo su juguito. ¡Qué rico!
Pero como todo en esta vida, y como dice esa salsa tan famosa, tiene su final. Y el mío fue cuando mi madre habló con mi tía para que me dieran alojamiento mientras postulaba a la universidad. La hermana de mi madre accedió, al igual que su esposo, mis primos estaban contentos de poder pasar con ellos un tiempo. Y yo en el fondo de mí sabía que debía ir y buscar mi futuro pero sacrificando el amor que sentía por Sandra. ¿Cómo le daría la noticia? Siempre le había dicho mis sueños de estudiar en la universidad y en Lima, pero siempre había quedado en eso, sueños. Que ahora se volvían cruel realidad para nuestro amor.
- Sandra, tengo que decirte algo.- dije con temor de su reacción.
- ¿Qué cosa Miguel?- preguntó sonriendo.
- Bueno, pues que voy a postular a la universidad.- dije pausado.
- Que alegría mi amor.- dijo emocionada abrazándome. Eso es lo que tú querías.
- Sí, lo sé.- contesté con la tristeza que me agobiaba. Pero hay un detalle.
- ¿Cual es?- preguntó intrigada.
- Pues que me voy a Lima, exactamente a casa de mis primos.- contesté.
Su cara cambio drásticamente y no era para menos pues yo también estaba en la misma situación.
- Pero, sólo será por un tiempo, ¿cierto?- inquirió buscando una salida.
- Si es que no ingreso, estaré de regreso.- dije. Pero si ingreso...
- ¿Te quedarás allá?- preguntó expectante aunque sabiendo dentro de si la respuesta.
- Pues, me quedó en Lima.- respondí sin saber que más hacer o decir.
Yo siempre pensaba cual sería el color de la tristeza, y no siempre había tenido una respuesta para eso, y justamente en este momento lo supe. Una lágrima corría a través de su mejilla, el color de la tristeza es transparente, es una lágrima derramada por la persona que más amas en este mundo.
No pudimos seguir hablando, sus lágrimas se multiplicaban por cien y yo tampoco pude resistir, los hombres también lloran, abrazados gemíamos en el patio trasero de mi casa. Diciembre era el mes que ya dominaba en absoluto, muy pronto me iría a mi aventura limeña.
Las veces que regresé a Chincha, todavía quedaba mucho del afecto que nos teníamos pero amor de lejos amor de... cuatro, decidímos terminarla. Cada mitad de año regresaba a mi tierra, y visitar a mi familia y amigos. Sandra ya para entonces tenía un nuevo enamorado, cosa que me pareció de lo más natural y después de una de mis visitas, supe que se había ido a vivir a Trujillo donde su tío. Como todas las cosas de la vida, todo seguía su propio camino, inevitable. Y hace dos años mi madre me dio la noticia que Sandra ya se había casado con alguien que conoció allá.
Y así terminó esa etapa de mi vida que como las que viví después forman parte de mí, para bien o para mal, yo tan sólo me dediqué a disfrutar.
Gracias a todos por sus muestras de apoyo constante, ya seguiran saliendo mas historias. Chau.
El Autor de este relato fué Miguel , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=11892&cat=craneo (ahora offline)
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2024-11-01
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