Bueno, antes que nada me voy a presentar soy Miguel, de Lima, tengo 27 años y profesor de educación física en un colegio, por decirlo de una forma, de clase media alta. Y no miento que hubiera sido difícil entrar a este colegio sino fuera porque postulaba a educación física, y el ser de raza negra atenuaba, o quizás, aseguraba mi buena condición física para desempeñarme con propiedad en mi labor.
Es probable que muchos tomen a mal lo que les voy a contar pero deseaba compartir esta experiencia y no saberme que soy el único que siente atracción por las niñas.
Todo comenzó cierto martes que terminé mi clase, y mandé a los dos grupos de niñas y niños de primero de secundaria, a lavarse en sus respectivos camerinos, ya dije que es un colegio de clase media alta, y yo aproveché para lavarme la cara y la cabeza.
Mientras iban saliendo las niñas, un grupo de cinco amigas se detuvo frente a mí, y pasaron riendo bajito mientras me lanzaban miradas cómplices. Para mí todo esto pasó con cierta duda de saber cual era el motivo de sus risas. Sin embargo, al acomodarme el short, pude ver y entender cual era ese motivo, mi short era blanco y por el calor que aún hacia(era finales de marzo), no traía nada más puesto debajo que la redecilla del propio short y que, al estar mojado, dejaba traslucir las formas de mi miembro.
Al principio me sentí avergonzado a pesar que ya las niñas se retiraron a su salón pero el sólo imaginar que ellas me habían visto así me hacia subir los colores a la cara. Pero los siguientes días estuve pensando en esa situación, más que nada en sus miradas y risas cómplices y hasta en cierto punto lujuriosas. Tuve que esperar hasta la semana siguiente para comprobar lo que imaginaba.
Por segunda vez, repetía la escena del martes anterior, entre risas y miradas sutiles, ellas dirigían su atención hacia mi pene que se traslucía por debajo del short blanco. Para provocarlas un poco me despedí de ellas mientras iban a su salón.
Para la tercera vez, seguí con el juego y ellas respondian como siempre, y aún más, pues cada vez que las veía en los recreos me saludaban con sus inmensas y divertidas sonrisas.
Con cada día que pasaba, mis sentimientos se encontraban creando gran confusión en mí. Por un lado, el verlas aún como niñas y alumnas, pero por el otro, saber que como cualquier mujer se interesaban en las cosas del sexo.
Decidí probar hasta donde llegaba mi suerte, para esto formé grupos de cinco niñas para que ensayen una coreografía. Por cosas del destino(¡¡¡MENTIRA!!!) puse a las cinco amigas en un mismo grupo. Yo era el encargado de proporcionarles la música, cosa que hice con los otros grupos, pero que dejé a la deriva con el del grupito que me interesaba. El viernes se me acercaron las cinco niñas para preguntarme por el disco compacto con la música que debían ensayar, pues todas las demás ya lo tenían menos ellas.
- Ya pues, profe ¿por qué no nos da el cd?- preguntó Carla.
- Bueno, lo siento es que me he olvidado sin querer.- respondí a sus quejas.
- Pucha, ¿y ahora cómo vamos a hacer?- dijo Olenka.
- Si pues profe, que malo que es.- dijo Alexandra.
- Ya está bien, se los voy a dar.- respondí.
- Pero tenemos que esperar hasta el lunes.- dijo Sandra mientras Valeria acentía apoyándola.
- Ahhh, eso no es problema chicas.- dije sonriendo. Se las puedo dar mañana.
- Y, ¿cómo sería profe?- preguntó Alexandra.
- Bueno, alguna de ustedes puede ir a mi casa y lo recoge.- dije explicando.
- Yo no puedo ir.- dijo Valeria excusándose.
- Igual yo.- dijo Olenka.
- Ni yo.- dijo Sandra.
- ¿Y ustedes?- pregunté a las dos restantes.
- Bueno, yo sí puedo ir profe.- respondió Carla.
- Ya pues, vamos las dos.- dijo Alexandra.
- Está bien, entonces así quedamos chicas.- dije.
Así fue que les dije la forma de llegar y que yo las esperaría allí.
Al día siguiente, estuve aguardando la llegada de Carla y Alexandra, y para mi suerte no demoraron en aparecer a la hora indicada.
- Hola chicas.- dije saludándolas.
- Hola profe.- dijo Carla.
- Hola.- dijo Alexandra.
- Bueno, vamos a mi casa.- dije señalando el camino a seguir.
- Sí profe.- respondieron.
El sol que seguía haciendo estragos, permitió que las niñas fueran usando unas minifaldas que no dejaban mucho a la imaginación.
Para entrar a mi casa, la verdad es que es un cuarto alquilado con una pequeña sala y cocina, pero que tiene la gracia de para llegar hasta él, hay que cruzar un pasadizo separado del resto de la casa de los dueños.
- Está bonita su casa profe.- dijo Carla.
- Bueno, no es muy grande pero sí acogedora.- respondí mientras ellas se sentaban en el sofá.
Luego fui a buscar el disco compacto y prodecí a ponerlo en el minicomponente.
- Y, ¿ustedes ya han practicado algunos pasos?- pregunté tanteando.
- Bueno profe, la verdad que algunos.- respondió Alexandra. Es que no nos ha dado la música y así no podemos ensayar mucho.
- Hummm, ese barajo ya lo conosco, chicas.- dije riendo.
- Se malea profe, que malo es.- dijo Carla riendo.
- Pero bueno, que les parece si me enseñan esos pasitos que ya han ensayado.- dije mirándolas.
- No pues profe, jajaja se pasa.- respondió Alexandra.
- ¡Que roche!- dijo Carla sonrojándose.
- Vamos, chicas.- dije alentándolas. Que verguenza les va
dar.
Ellas se miraron riendo pero eso sirvió para que se animaran.
- Ya profe, mire bien, ¿ok?- dijo Carla.
Las dos tomaron posiciones mientras yo hacía que la canción comenzara. Sus cuerpos eran un ir y venir de vueltas y saltos, que me provocaron una inicial erección pues al estar usando esas micro minifaldas, estas se les levantaban y podía disfrutar de los colores de sus calzoncitos.
- Uyyyy, vaya, que bien estuvieron esos pasos.- dije aplaudiendo.
- ¿De verdad profe?- preguntó Carla algo agitada.
- Así es, y de verlas ya me dio calor.- respondí echándome aire con la mano.
- Sí, profe y eso que usted no bailó.- dijo Alexandra.
- Bueno, voy a quitarme el buzo y ya regreso.- dije dirigiéndome al cuarto.
No demoré demasiado en acomodarme bien el short licrado que tenía puesto, y coloqué mi verga de tal manera que no se les escapara ningún detalle. Ni bien aparecí, pude ver como se les habrían los ojos ante tamaña sorpresa.
- Así está mejor chicas.- dije. Voy a traerles gaseosa.
Desde el cuarto donde estaba mi refrigeradora podía escuchar los cuchicheos de las niñas, en clara referencia a mi miembro y lo grande que este les parecía.
- Sírvanse chicas.- dije extendiendo un vaso a cada una.
Mientras las niñas bebían las gaseosas, yo me quedé parado delante de ellas mostrando con descaro el bulto que formaba mi verga debajo de la licra.
Sus miradas se dirigían constantes y furtivas hacia mi entrepierna, y leves risas cómplices se ahogaban en sus gargantas.
- ¿Qué pasa chicas?- pregunté inocente sin dejar de mostrar mi paquete.
- Nada profe.- dijo Carla sonriendo.
- Entonces, ¿por qué se rien tanto?- dije mirándola fijamente.
- No por nada, profe, de verdad.- volvió a responder Carla.
- Hummm, ya veo que aún siguen siendo niñas.- dije desafiante. Si no me dirían lo que pasa.
- No es verdad, profe, ya no somos niñas.- respondió Carla eufórica y algo contrariada.
- Si no lo son.- dije. Entonces dime de qué se rien.
- Es que... bueno profe lo que pasa... es que se le vé su cosa.- alcanzó a decir Carla ruborizándose.
- Ahhhh, ya veo la razón de todo.- dije mientras me miraba inocente el bulto.
- Si pues profe, se le vé grande.- dijo Alexandra señalando mi entrepierna.
Yo me quedé en silencio pensando en eso y sabiendo que tenía que arriesgar.
- Entonces ustedes nunca han visto un pene, ¿cierto?- pregunté.
- No, para nada.- dijo Carla sonrojada y bajando la cara pero sin dejar de ver mi bulto.
- Bueno, yo sí he visto.- dijo Alexandra. Pero de mi hermanito y no es así de grande como la suya profe.
- Vaya, entiendo.- dije calculando. Pero, ¿les gustaría verlo?
Ellas se miraron y de mutuo acuerdo accedieron. Yo no me hice de rogar y saqué mi verga semierecta ante la mirada encendida de las niñas.
- Y, ¿qué les parece?- pregunté mientras movía con una mano mi pene.
- Asuuuu, profe.- dijo Carla asombrada. ¡Qué grandazo!
- Síííí, profe, es grande.- dijo Alexandra llevándose una mano a la boca.
- Miren cómo crece más todavía.- dije mientras me masturbaba.
- Wouwww, se esta poniendo más grande.- dijo Alexandra sorprendida mirando a su amiga.
Yo adelanté unos pasos hacia ellas, y mi verga se movía a escasos centímetros de sus caras de niñas hipnotizadas ante un nuevo y gran descubrimiento. Sus ojos parecían salírseles a las dos niñas y su aliento caliente golpeaba mi pene.
Sin mediar alguna orden, la mano de Carla se deslizó sobre mi verga y la acariciaba como si de un animalito se tratara. Ella me miró y yo la insté a continuar con su exploración. Acaricié los cabellos de Alexandra y tomé su mano hasta posarla sobre mi verga. Sus manos se deslizaban con la inexperiencia de su juventud y el calor empezaba a incrementarse en la habitación.
- Ufff, esta haciendo calor.- dije exhalando exageradamente.
- Sí, profe.- dijo Alexandra sin soltar mi pedazo de carne.
- Aja.- dijo Carla. Hace mucho calor.
- Y también ya me cansé de estar de pie.- dije. Que les parece si vamos al cuarto.
- Ya pues.- respondieron las dos niñas.
Con tranquilidad nos dirigimos al cuarto, y ahí terminé de quitarme la licra. Las puse una a cada lado mío y entre las dos, mi verga se movía de un lado para otro ante el movimiento de las niñas que se mostraban divertidas y jocosas con su nuevo juguete.
- Vaya profe, no puedo agarrarla toda con ambas manos.- dijo Carla asombrada.
- Yo tampoco puedo profe.- dijo Alexandra haciendo denodados esfuerzos por lograrlo.
- Eso no importa chicas.- dije jugando con sus cabellos. Lo importante es que lo están haciendo muy bien.
- ¿De verdad profe?- preguntó Alexandra esforzándose.
- Por supuesto.- respondí alentándola.
Ellas sonreían por mi aprobación.
- Ufff, ya me dio más calor.- dije levantándome mientras me sacaba el polo y las zapatillas.
- Si profe, ya hace mucho calor.- dijo Carla aireando su minifalda.
- Y bueno, ¿supongo que a ustedes les da miedo quitarse la ropa?- pregunté jugando todas mis cartas.
Una vez más se cruzaron sus miradas y risas cómplices pero no tuve que insistir en mi pedido. Lentamente, las niñas se levantaron y se fueron despojando de sus ropas, que fueron a quedar sobre una silla. Sus cuerpos eran la rara mezcla de niña y mujer pues sus formas aún no se definian por completo.
- Vaya, que blancas que son comparadas conmigo.- dije poniéndome en medio de ellas mientras las abrazaba.
- Jajaja, profe, es que es negro.- dijo Alexandra agarrándome la manguera que se movía a su voluntad.
- Y por lo que veo, ya tienen algunos vellitos púbicos.- dije mirando sus montes venusinos.
- Sí, profe, jajaja pero son chiquitos.- contestó Carla.
- Ella tiene más que yo.- dijo Alexandra señalándola.
- Ya, suban a la cama.- dije mientras les daba una palmada en las nalgas a cada una.
Ellas obedecieron riendo y se quedaron quietas esperando mi orientación. La imagen de las dos niñas era el espectáculo más hermoso que hubiera visto en mi vida.
- Bueno chicas, ahora les voy a enseñar algo que les va a gustar mucho.- dije mientras las acomodoba y abría de piernas a Alexandra.
- Profe, ¿qué hace?- preguntó Alexandra con sus piernitas abiertas.
- Espera y ya verás... o mejor dicho, sentirás.- respondí mientras mi lengua empezaba a deslizarse sobre sus infantiles labios vaginales y sus pequeños vellitos me hacían cosquillas en la nariz.
Unas risas emergieron de su garganta, al mismo tiempo que se movía al sentir esa nueva sensación recorrer su cuerpo de niña.
- ¿Qué sucede?- pregunté curiosísimo.
- Es que, profe, me da risa cuando pasa su lengua.- dijo riendo.
- Ah, ya veo el motivo de tus risitas.- dije mientras volvía a disfrutar de su clítoris. Pero, ¿te gusta?
- ¡Síííí!- alcanzó a responder ahogada de risa. ¡Y muchooooo!
No detuve mi acometida pues el disfrute era mutuo, sus juguitos empezaban a fluir libremente y antes que pasara algo más, me lanzé sobre Carla, quien recibió igual de gustosa mi lengua. De igual manera que con su amiga, ella se dejaba ir en un mar de risas producto de las nuevas sensaciones que experimentaba.
- Jajajaja, profe me da cosquillasssss.- gimió Carla.
Mi lengua se movía inquieta por cada uno de los pliegues de su virginal vagina para su total satisfacción, y pude disfrutar de sus primeros fluídos.
- Vamos a acomodarnos mejor.- dije mientras me colocaba encima de ella tomando la posición del 69.
- Profe, su cosa esta en mi cara.- dijo Carla suplicando que hacer con tremendo problema.
- Bueno, agárralo con tus manos.- dije orientándola. También la puedes lamer y chupar como se hace con un helado.
- Ya profe.- respondió dudando.
- Vamos Carlita, prueba.- dije animando su accionar mientras sostenía mi verga y la forzaba a entrar en su boca.
Ella dejó ir mi animal entre sus labios, su rostro se ponía colorado por la dificultad que sentía al intentar respirar y su saliva me bajaba por todo el largo de la verga hasta depositarse en mi vellos púbicos. No podía creer que una niña de esa edad pudiera tragar más de la mitad del tamaño de mi embutido. Mientras tanto, Alexandra observaba atenta la escena.
- A ver tú, Alexita.- dije permitiendo salir a Carla de abajo. Colócate en su lugar.
- Ya, profe.- dijo dispuesta a probar.
Alexandra no se quedaba atrás y con menos dificultad conseguía ya tragar la mitad de mi animal aunque claro sus facciones mostraban el claro esfuerzo que hacía para lograrlo. Era toda una sorpresa ver que mis alumnas pudieran estar tan dispuestas a aprender cada secreto referente al sexo.
- Saben chicas.- dije retirándome de Alexandra. Me gustaría enseñarles más cosas del sexo pero no sé si se animen.
- Sí, profe.- dijeron las dos. ¡¡Enseñenos todo!!
- Entonces, así lo haré muñequitas.- dije sonriendo al saber que la jugada me había salido bien.
- Bueno, esto que hemos hecho sólo es lo preliminar del sexo.- dije explicando. Pero ahora vamos a copular.
- ¿Qué es eso profe?- preguntó Carla. ¿Qué es copular?
- En palabras simples... pues vamos a cachar.- dije acaricando la cabeza de Alexandra.
- O sea profe, ¿nos va a meter su cosa en nuestra cosita?- preguntó Alexandra con inocencia.
- Así es mi pequeña.- contesté esperando su respuesta.
- Pero, ¿nos va a meter toda su cosa?- preguntó Carla mirando el gran tamaño de mi verga.
- Bueno, como es su primera vez, ya vemos si entra todo o sólo meto una parte.- dije.
- Aya profe, está bien.- dijo Carla animada. Pero se ve muy grande su cosa.
- Jajaja, esta bien pequeña.- dije. Pero una cosa más, ya no le digas cosa sino verga o pene.
- Esta bien profe, como usted diga.- respondió Carla.
Antes de empezar, fui hasta mi mesa de noche y extraje un frasco de vaselina que siempre tenía a la mano para estos casos. Pues valgan verdades mis 23 cm. de verga ya habían hecho estragos en las vaginas de anteriores mujeres adultas pero no sabía que haría en unas vaginas infantiles.
La primera a quien escogí fue a Carla, pues era la más bonita de las dos, a pesar que Alexita no se quedaba atrás en belleza, y además era la mayor con sus escasos 12 añitos recién cumplidos. Su cuerpo parecía una rosa blanca que recién ha brotado y espera ser cortada, sus cabellos rubios largos y medio ondulados le llegaban poco más abajo de los hombros, sus ojos azul cielo claro trasnmitían una inocencia extraña y sus pecas que salpicaban su carita completaban la fisonomía de esta muñequita. La niña me parecía la más hermosa de este planeta.
Acomodé a Carla en la cama y la abrí de piernas, tomando yo lugar entre ellas, mientras mi pene quedaba sobre su estómago. Luego me apliqué un poco de vaselina en el glande y a la niña en la entrada de su vaginita.
- Aquí vamos Carlita.- dije colocando mi verga en su entradita. Trata de resistir todo lo que puedas.
- Ya profe.- contestó mirándome a los ojos entregándose a mí.
Fui frotando mi animal contra sus labios vaginales, así como con su clítoris rosado, lentamente fui deslizando mi verga a través de su infantil vagina, su rostro empezaba a dibujar muecas de dolor ante el inmenso calibre del invasor que horadaba en su interior y para lo cual aún no estaba completamente desarrollada su matriz, ella lanzó un grito ahogado y me detuve, sólo para luego continuar ante la aprobación de Carla. Los quejidos y muecas de dolor se manifestaban más de lo que hubiera pensado en un inicio pero eso no me detuvo en mi acometida.
- ¿Cómo estas Carlita?- pregunté mientras frotaba suavemente su clítoris con un dedo.
- Me duele un poco, profe.- dijo tratando de mirar nuestra unión. Es que la tiene muy grande.
- Sí, te entiendo pequeña.- dije sintiendo la suave opresión que su conchita le daba a mi verga.
- Y, ¿ya entró todo?- preguntó curiosa.
- No, Carlita, recién esta casi por la mitad.- respondí.
- Asuuuu, profe, falta bastante.- dijo asombrada.
Yo continué penetrando más en su suave interior que me apretaba la verga deliciosamente. Mas, como la naturaleza es sabia, pude sentir la humedad de sus paredes vaginales embadurnar mi verga, que me permitieron introducir de una embestida, hasta la tercera parte de mi miembro. Su grito no hizo esperar y fue mucho más lastimero y agudo que los anteriores, yo sabía que había atravesado, por fin, su himen y su virginidad era ya un recuerdo.
- Ya no más profe.- dijo ella cerrando los ojos y con la mueca de dolor marcada en su cara.
- Esta bien mi pequeña, hasta ahí nomás.- dije acariciando su talle.
En silencio nos mirábamos y yo podía ver que en sus ojos una flama se encendía. Ya no era el rostro de la niña que conocía sino el fuego interior de una mujer caliente que siente la masculinidad de su hombre poseyéndola.
Mis caderas empezaron el ritmo cadencioso de la copula, y ella se dejaba ir y venir con su cuerpito debajo del mío, pues yo estaba echado encima y la tenía abrazada, sin permitirle la huida en caso lo decidiera. Ella era mía por el tiempo que así yo deseara. Y mi verga empezaba a hacer estragos en su vagina, por los gritos que salían de su garganta así como sus movimientos desaforados por deshacer la unión. Lamentablemente para ella, no había escapatoria mientras Alexita era espectadora afortunada de la desvirgación de su amiga.
- Me duele, profe, me duele mucho.- gritaba Carla mientras unas lágrimas corrían por su rostro.
- Vamos Carlita, resiste, mi amor.- dije embistiendo con furia. Yo sé que tú puedes, ya falta poco.
- No puedo, ¡¡¡dueleeeee!!!- gimió luchando por librarse de mis brazos.
- Relájate pequeña, respira profundo.- dije aconsejándola.
Ella obedeció a mis indicaciones y de algo sirvieron, pues vi como su rostro se distendía ante el cambio de sensaciones, donde el dolor daba paso al placer. Seguimos por cerca de 20 minutos más con la copula hasta que sentí el revolver de mis fluídos en mis huevos. Después de un par de minutos llegó mi corrida; uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis chorritos de leche seminal salpicaban su útero todavía inmaduro.
- Ya está, mi Carlita, ya terminé.- susurré besando sus labios aún apretados.
- Sí, profe, pero sentí algo adentro.- dijo mirándome curiosa. ¿Qué era?
- Mi lechita, mi muñeca linda, te dí toda mi lechita.- dije separando sus cabellos de su rostro salpicado de sudor.
- ¿¿¿Qué??? ¿¿¿de verdad es leche, profe???- preguntó con los ojos que se le saltaban.
- Bueno, no exactamente pero así se le dice porque se parece mucho.- contesté explicando. Ya después verás como es mi lechita.
- Ya profe.- dijo sonriendo y abrazándome como la niña que ha recibido un regalo extraordinario.
Pero la verdad que quien había recibido ese regalo era yo, pues Carlita me había entregado su virginidad con absoluta libertad.
Pasaron unos minutos para poder recuperarme y, ante mí, Alexandra se mostraba como el nuevo desafío a mi masculinidad.
La acerqué hacia mí y empecé a sobar sus pequeños pezones, ella sólo cerraba los ojos dejando que yo llevara la iniciativa. Sin demora, mi verga procedía a emerger como un gigante entre mis piernas siendo sentido por Alexita, al tocar mi glande una de sus nalgas. Ella lo tomó entre sus manos y continuó con su lección ya aprendida momentos antes. De rato en rato lanzaba miradas esperando mi aprobación, siendo dadas con una sonrisa de mi parte.
- Ya está grandota otra vez.- dijo ella sin detener su maniobra.
- Sí, es que lo tratas con cariño.- dije sonriendo.
- Jejeje, es que es muy grande, profe.- contestó riendo.
- Vamos a acomodarnos, pequeña.- dije ordenando.
La niña se acostó como lo hiciera anteriormente su amiga y se abrió de piernas. Mis dedos jugaban con su clítoris que se mostraba muy grande para su edad. La vaselina volvía a cumplir su función y mi verga se deslizaba, por segunda vez, en el púber interior de una niña. Sus gritos volvía a saturar mi cuarto y su rostro era un continuo de muecas descajadas por el dolor. Y no era para menos, a sabiendas del tremendo vergón que se hacía espacio a través de sus entrañas hasta hace unos segundos indómitas.
- ¿Está muy grande, pequeña?- pregunté con medio trozo de salchichón metido en ella.
- Sí, profe.- dijo haciendo esfuerzo de no juntar sus piernas. Es demasiado grande para mí.
- Bueno, Alexita no te preocupes lo podemos dejar para otra vez.- dije tratando de que se matara sola.
- No profe, yo quiero ahora.- dijo abriendo sus piernitas mucho más.
No esperé a responder, y ya mi verga volvía a seguir con su labor. Con sumo cuidado dejaba deslizar mi garrote en su pequeño interior, pues su rostro reflejaba el tremendo esfuerzo que hacía por resistir el dolor. Sólo me detuve ante el contacto que hacía mi glande con su himen que se mostraba como el último escollo de su virginidad.
- ¿Cómo estamos, Alexita?- pregunté a mi pequeña compañera sexual.
- Con algo de dolor, profe.- dijo abriendo sus ojos.
- Bueno, que te parece si te la dejo así como está y vemos que pasa.- dije echándome sobre ella.
- Ya profe.- contestó abrazándome y cruzando sus piernitas por detrás de mis caderas.
Una vez más la naturaleza venía en nuestra ayuda y sus fluídos bañaban mi verga como la mejor de las hembras.
- ¿Estás lista?- pregunté con mi frente pegada a la suya.
Ella sólo asintió con la cabeza y yo besé su frente mientras retiraba un poco mi verga, tan sólo para embestir con fuerza y mandar al pasado su etiqueta de virgen. Su grito fue estruendoso y su cuerpo se pegó al mío como buscando refugio. Por más que le pegaba el polvo de mi vida, ella, a pesar de sus gritos, parecía resistir el dolor con mucho ahínco. Como si por dentro una fuerza nunca antes descubierta le dijera que podía aguantar y que debía hacerlo, por su nueva condición de mujer.
- Sigue así mi pequeña, Alexita.- dije asombrado. Estás que resistes mejor de lo que esperaba.
- Me gusta profe.- dijo sonrojada. Me duele pero también me gusta.
- Ya estás sintiendo el placer del sexo.- dije embistiendo desbocado.
- Sí, se siente rico.- contestó lanzando un pequeño grito.
Sin decirle nada, fui empujando cada vez más y mi verga ganó varios centímetros dentro de su vaginita. Ella pareció sentir la pegada, al soltar un fuerte alarido pero volvió a responder ante el dolor con la misma fortaleza de antes. Mis huevos explotaban por entregar su carga y de un golpe seco, sus ovarios se vieron duchados con mi espesa leche.
Nuestros cuerpos se relajaban del coito y abrazados nos acariciábamos. Carlita se acostó a nuestro lado y con un brazo rodeaba sus hombros y la besaba, aún con media verga metida en la vagina de su amiga.
Mientras nos vestíamos, conversamos sobre lo sucedido. Y así, me pude enterar del despertar sexual de las niñas. Y que mis juegos previos después de clase habían llamado, mucho más de lo que pensé, su curiosidad por saber del sexo. Y eso no quedaba entre ellas dos sino, para mi suerte, sus otras tres amigas, Olenka, Valeria y Fátima, se mostraban más que dispuestas a despejar sus dudas.
Lo único que les recomendé es que este sería nuestro secreto y que le contaran a sus amigas de grupo, todo lo que pasaron conmigo. Lo que estaba por venir ni yo mismo me lo hubiera imaginado ni soñado pero es lo más descabellado que me pasó.
Cualquier comentario es bienvenido, sea bueno o malo, y si alguien quiere conocer a las niñas por foto pues ya dejaré mi correo en la próxima parte del relato para los interesados y curiosos, Chau.
El Autor de este relato fué Miguel , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=11363&cat=craneo (ahora offline)
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2025-03-22
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