Mi primera experiencia fue así:
En aquellos momentos yo tenía 13 años. Era una tarde de viernes, y yo estaba aburrido jugando al ordenador y en Internet. Mis padres me veían así y me propusieron ir a visitar monumentos. Yo prefería estar el doble de aburrido a ver monumentos. Por suerte para mi, vinieron mis amigos y me propusieron ir al Centro Comercial (La Vaguada). Carlos propuso ir al cine y Raúl, invitar a más chavales. Yo propuse invitar también a chicas, y empezaron a llamarme pillín, guarrillo y cosas así, pero yo ya sabía que ellos estaban esperando a que alguien lo dijera porque no se atrevían. Total, que empezamos a llamarnos y fuimos 10 en el grupo. Entre las chicas había una que destacaba por su gran belleza: Sara. Era un poco más bajita que yo, pelo moreno, ojos verde claro y unas piernas suaves. A mi me atrajo hace tiempo, pero vio que yo lo seguía y empezó a llamarme pervertido, guarro, salido y cosas por el estilo, así que perdió su encanto y no nos hablábamos mucho. Más tarde me enteré de que probó el whisky, así que me divertía llamándola borracha porque le chinchaba. Ya en el Centro, en la cola del cine, yo la veía que iba con sus amigas y de vez en cuando me miraba rápidamente a mí. Cuando compramos las entradas, las sorteamos entre nosotros para decidir las posiciones de cada uno. Cual fue mi sorpresa al ver que a Sara le había tocado en la esquina y a mí a su lado. Empezó la película. Era de mucho miedo, pero a mi me gustaban esas. Por lo visto, Sara solo iba para que no pensaran que era una cobarde, ya que se asustaba mucho durante la peli. De vez en cuando me miraba para ver si yo me asustaba, pero yo pasaba de ella y seguía viendo la peli.
Al acabar, ya era un poco tarde (las 12:30 o por ahí) y decidimos irnos a nuestras casas. Íbamos todo el grupo por la calle y cuando pasábamos por delante de la casa de alguno de nosotros, se despedía y se iba. Mi casa era la más lejana y la de Sara estaba cerca de la mía (la 2ª más lejana). El grupo fue dejando a sus componentes hasta que solo quedábamos Sara y yo. Yo la acompañé hasta su casa porque luego me iba a ir yo a la mía. Ya en el portal, se iba a despedir cuando, de repente, le dije: ¡espera! Ella se paró en seco y volvió hacia mí. Le pedí perdón por haberla llamado borracha cuando le molestaba y de haberla chinchado. Ella no parecía muy sorprendida por esto, sino que estaba un poco apenada. Ella me dijo que eso no era nada comparado con lo suyo, que me había insultado sin motivos solo para llamar mi atención sobre ella, y que yo le gustaba. Sollozaba silenciosamente y yo me acerqué a ella para calmarla. Cuando le dije que me tenía que ir a mi casa, me agarró el brazo y me pidió que entrara en su casa.
Cuando entré, vi a su madre, era clavada a su hija, solo que más alta y con unas pocas arruguitas. Le preguntó a Sara quien era yo y le dijo que era un amigo. Subimos a su cuarto. Nos sentamos los dos en la cama y nos quedamos en silencio. Como era incómodo, yo decidí romperlo. Le dije que era la chica más guapa con la que había estado nunca. Ella sonrió. Le dije que si quería, nos podíamos seguir viendo o quedando en algún sitio alguna vez. Me dijo que le gustaría mucho. Por último, le pregunté si quería ser mi novia. Yo esperaba que me dijera rotundamente que no y que me echara de su casa. Pero al contrario de eso, se me abalanzó encima y me besó en la boca. A mi me gustó y seguí besándola apasionadamente. Sara paró. Me preguntó que si sabía lo que era el sexo. Yo le dije que si. Me preguntó tímidamente si sabía como se hacía y le respondí que un poco. Entonces me empezó a quitar la cazadora y la camiseta. Yo me empecé a calentar. Ella me tocaba el pecho seductoramente. Me tumbó en la cama y me empezó a besar de la cintura para arriba. Yo me estaba poniendo cachondo y ella lo sabía. Se ponía todo lo provocativa que podía. Veía crecer mi polla debajo del pantalón y ella también se estaba calentando .Me desabrochó y me bajó el pantalón. Luego, los bóxer. Me los quitó suavemente y muy despacio, para calentarme más. Yo estaba que no podía más. Miró mi polla tiesa, larga y regordeta y ella también se puso muy cachonda. Empezó a comérmela despacio, porque era nuestra primera vez. Le cogió el gusto y fue más rápido cada vez. Yo la veía que le gustaba, su cara me calentaba un montón. No aguantaba más. Temía que se me fuera. No podía sujetarlo. Se me escapaba. Y me corrí en su cara. Pensé: ya la he cagado. Pero no, le encantó mi semen. Me dejó descansar un poco y luego me dijo que quería probar la penetración. Le dije que no tenía condones, pero eso no la desanimó, ya que ella tenía una caja de cada tamaño escondidas. Me puso uno suavemente. Nos pusimos en la posición del perrito. Me dijo que empezara y no me podía negar. Era el momento más caliente de mi vida y no podía desperdiciarlo. Entré despacito: primero casi sin rozarle la vagina y luego entrando un poco. Soltó un gemidito de dolor. Cada vez la entraba más y cada vez sus gemidos eran un poco más fuertes. Llegó un momento en que no podía avanzar. Ella se enfadó porque no podía seguir dándola placer, pero yo le dije que lo hacía por no hacerle daño. Me contestó que el dolor era lo de menos, que quería seguir sintiendo placer o que me iría de su casa. Así que le dije: de acuerdo, prepárate. Y yo la volví a penetrar y cuando llegué a ese punto pensé: allá voy. ¡Tac! La penetré duramente y ella gritaba de dolor y quería que se la sacara, que no podía aguantar más. Pero yo me puse muy muy cachondo al oírla gritar, así que le di más fuerte y más rápido. Ella lloraba y me suplicaba que parase. Yo no la oía. Seguía más rápido y más y ella llorando y gritando, pero ahora no de dolor, sino de placer. Me corrí, pero por suerte llevaba el condón. Paramos un poco a descansar y volvimos. Ahora yo le tenía que comer el cuerpo a ella. Se tumbó en la cama. Le empecé besando en la boca, bajando por el cuello, le chupé, lamí, mordisqueé los pechitos, bajé por el vientre hasta llegarle al coño. Le empecé acariciando los labios y luego empecé a lamérselos. Gritaba de placer y se ponía una almohada en la cara para amortiguar los gritos. Yo metía la lengua, jugaba con su clítoris y a ella le gustaba. Gritaba mucho, por lo que yo le masajeaba las tetas para que se calmara. A ella le encantaba aquello. Me puso las manos el la cabeza y me la presionaba contra el coño para que no parase. Con esto conseguía que mi lengua llegase más adentro. Gritaba y se retorcía. Hasta que por fin se corrió en mi cara. Era un líquido cálido y dulce. Estaba bueno y a mi me gustó. Sara y yo estábamos hechos polvo (nunca mejor dicho). Yo me puse mi ropa lo mejor que pude (estaba temblequeante) y me fui. Ya había pasado la noche y al llegar a casa mis padres me echaron una bronca y un castigo tremendo. Pero una noche así merece la pena, ¿no?
El Autor de este relato fué Fernando , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=10640&cat=craneo (ahora offline)
Relatos cortos eroticos Desvirgaciones Mi primera vez a poco de conocernos
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2024-10-03
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