Relatos cortos eroticos Desvirgaciones Una pubertad caliente

 

 

 

Se puede decir que yo aprecié por primera vez lo que era una pija cuando tenía 10 años. Antes, sí, había visto la pijita de mi hermano Facundo (tiene un año más que yo), varias veces desde que yo tengo uso de razón, porque cuando lo mandaban a bañarse, a la noche, él no se cuidaba de pasar por el pasillo o andar por las piezas cuando estaba desnudo. Pero yo era una nena, y para mí eso no significaba nada más que un poco de vergüenza por verlo a él sin ropas, y ni me había fijado en las diferencias de mi cuerpo y el suyo, que sabía que existían, pero no me interesaban.

Pero cuando tuve 10 años, vino a vivir con nosotros durante un mes un primito de mi misma edad: Sebastián. Resulta que los padres de él se fueron a Europa, y lo dejaron en casa para que lo cuidáramos. El Seba era díscolo y revoltoso, rebelde y muy simpático. Compartimos juegos y gustos, y la pasamos muy bien. Pero llegó la primera noche y mis viejos lo mandaron a bañarse, como hacían con mi hermano desde siempre. Y el Seba se desnudó, y se resistió a encerrarse en el baño. Yo ya estaba acostada, procurando dormirme. El Seba corrió por toda la casa, así desnudo, y cuando vio que lo perseguían se metió en mi pieza, ocultándose en el placard. Antes de que se ocultara, lo vi, y le vi la pijita, creo que bastante parada: era del grosor y el largo de mi dedo meñique actual (tengo ahora 13 años), y me pareció fascinante: fue la primera vez que me fijé especialmente en la belleza de una pija.

 

Esa noche lo encontraron, y se lo llevaron de una oreja al baño, y ahí yo me dormí y me quedé con la imagen de su bella pijita.

A la otra noche, la historia se repitió: pero el Seba aprendió a no esconderse en el placard. Vino corriendo y se metió en mi cama, debajo de las sábanas y las cobijas. Y yo me hice la dormida, de modo que mis viejos pasaron de largo, y, ya resignados, se fueron a dormir diciendo: —¡Y bueno!, por una noche, ¿qué se le va a hacer? Mañana veremos.

Y el Seba se quedó quietito dentro de mi cama. Estaba desnudito, y su pija rozó mis muslos. Pude apreciar que estaba bien parada, durita. Y estiré mi mano hasta agarrársela y acariciársela. Él me besó en la cara y me besó las orejas, y sus manitos me tocaron el pecho, que por supuesto era todavía liso, y me bajó la mano hasta el vientre y la conchita, que acarició y me produjo un cosquilleo de placer que no me he olvidado nunca más. Tan intensa era esa sensación que decidí bajar mi boca hasta su pijita y chupársela. Se la chupé largo rato. Lógicamente él no tenía nada que eyacular, pero el placer de sentir su pijita dura en mi boca fue sensacional. Nos dormimos así, y a la madrugada, antes de que nadie se despertara, el Seba se levantó y se fue a su camita, en la pieza de mi hermano.

Nadie se enteró del asunto. Pero él y yo sabíamos que habíamos inaugurado una fuente de placeres que no íbamos a desperdiciar. En efecto, ya de día, muchas veces nos quedábamos solos en algún rincón del patio, o en la pieza de los juegos, y allí nos besábamos y yo siempre buscaba chuparle la pijita. Él me pronosticó que yo iba a ser una gran putita, y no se equivocó. Y teníamos solamente 10 años. Y la pijita de él era hermosa y dura pero chiquita. El Seba me miraba la conchita y me vio la abertura del himen, y me dijo que él creía que si me metía su pijita mi himen no se iba a romper, porque era más finita que el agujero mío. Y probamos, y desde ese día nuestros encuentros eran primero de yo chuparle la pijita, y después de que él me la metiera en la conchita. Una cosa que agregué pronto fue el lamerle las bolitas, y metérmelas de a una en la boca para chupárselas, antes de chuparle la pija. Y él también me sobaba el pecho, como si yo tuviera ya tetitas. Lo que me daba unas ganas enormes de tener ya unas tetitas que pudieran satisfacerlo.

 

Y pasó el mes, y el Seba se fue a su casa. Y ya no nos vimos sino cuando nuestras familias se visitaban, una vez cada dos o tres meses. Y en esos encuentros ya era más difícil hacer cositas lindas. Pero, en fin...

Y yo me quedé solita, a mis 10 años, con esas sensaciones tan lindas y precoces, que para mí eran tan importantes como para los grandes sus encuentros sexuales maduros.

Y pasó el tiempo, y resultó que mi hermano llegó a los últimos años del primer ciclo de EGB. Mi hermano Facu ya tenía 12 años, y había un compañero suyo que siempre venía a casa: el Lucho. Este chico ya estaba cerca de cumplir los 13, y a mí me gustaba: era alto, flaquito, de buen lomo, y jugaba al fútbol. Yo, por mi parte, era una buena tenista de 11 años ya cerca de los 12.

Cuando sabía que iba a venir el Lucho, me ponía la faldita corta de tenis, y una remerita corta medio pupera que me dejaba el ombligo al aire. Sabía que lo iba a entusiasmar al Lucho.

Mi hermano me criticaba, porque se había dado cuenta de que yo quería provocarlo al Lucho. Y me llamaba putita, como afirmando lo que antes me había dicho el Seba. Yo no le hacía caso, y seguía poniéndome la faldita de tenis.

Cuando el Lucho tocaba el timbre de la planta baja, yo iba a abrirle y me quedaba con él un ratito, hasta que mi hermano bajara a recibirlo. Lucho y yo nos sentábamos en el living, frente a frente, y yo me ponía especialmente para que me mirara las piernas. Como yo sabía qué cosa era lo que él debía de tener entre medio de las piernas, le miraba insistentemente el pantalón, y notaba que el bulto le iba creciendo. Entonces bajaba mi hermano, y la cosa quedaba ahí nomás. Elchat Directorio de chats en español

Una tarde en que yo estaba especialmente caliente, me puse la faldita pero sin bombacha debajo. Y salí a atenderlo a Lucho, y lo hice pasar, y nos sentamos frente a frente. Y yo me estiré bien en el asiento, para que me viera la conchita por debajo de la falda, que me había levantado más que nunca.

No puedo contar la cara que puso Lucho. Abrió los ojos, asombrado y maravillado, y se tocó la bragueta del pantalón, y ese día sí que se le hinchó. Y empezó a abrirse el cierre, y sacó su pija. ¡¡¡Era extraordinaria!!! Dura, blanca, bien erguida y con la cabeza brillosa y colorada. Tenía una pija de 13 centímetros (una semana después se la pude medir, con la misma regla que todos los días les prestaba a mis compañeritas en la escuela para que subrayaran las tareas). ¡¡¡Hermosísima!!!

Ese día mi hermano tardó un poco más en bajar. Y Lucho pudo guardar su pija a tiempo, y yo volver a sentarme en forma normal. Si mi hermano se dio cuenta, no sé, pero parecía que no. Lucho y yo quedamos muy excitados, y sin saber a dónde iba a terminar todo eso.

Esa misma noche Facundo me llamó a su pieza. Me dijo que había entendido todo lo que pasaba entre Lucho y yo, y que no le parecía mal, pero que tuviéramos cuidado. Y que él nos iba a ayudar, si yo a mi vez lo ayudaba a transar con la hermanita de Lucho, Sofía, que tenía 13 años y era una diosita total, morochita de pelo lacio y largo, con unos ojos de seductora y un cuerpito delgado y de muy buenas curvas (yo la envidiaba, porque sabía que muchos chicos estaban locos por ella, y yo quería que a mí me pasara algo parecido).

 

Esa noche sellamos el acuerdo, y yo me dispuse a imaginar una estrategia para cumplir las dos cosas: poder tener sexo con el Lucho y facilitar las cosas para que mi hermano lo tuviera con Sofía.

Al día siguiente volvió Lucho a casa. Yo lo recibí con mi faldita de tenis, sin bombacha, y con una remerita blanca y apretada, y sin corpiño. Él se vino con el pantaloncito de fútbol, y una remera bien abierta sobre el pecho. Parecía que nos habíamos preparado a propósito...

Lucho se sentó en frente de mí, y yo de vuelta me senté con la falda bien arriba, y me recosté para que se me viera la conchita. Pero además me abri bien de piernas, estirándome con los pies sobre la alfombra, para que me viera mejor. Y él entonces se vino al lado mío. Y me puso las manos sobre mis muslos, y me empezó a tocar la conchita, que ya estaba palpitante y mojadita.

Yo le metí la mano por la cintura del pantalón, y llegué hasta su pija, y le bajé el pantalón y el slip, y entonces apareció su hermosa pija, vibrante, dura, brillante, caliente, incitante. Después de acariciársela durante un ratito, me le abalancé a chuparla, con mi boca bien abierta para que me entrara toda, y se la chupé un rato largo, hasta que sentí en mi lengua el sabor dulzón y caliente de su leche, que primero me sorprendió pero después empecé a tragarme con delectación y con una calentura cada vez mayor.

Los dos fuimos a parar a la alfombra, y ahí Lucho me penetró por primera vez en mi vida. ¡Al fin! tenía esa sensación tan maravillosa de la que tánto había oído hablar a mis amiguitas de la escuela, y que varias ya habían experimentado. Al fin gozaba del máximo placer que puede tener una chica: la de sentir una pija adentro de su concha, la de recibir la leche caliente en lo más profundo de su vientre.

Yo estaba por cumplir mis 13 años. Hace casi justo un año que pasó esto. Desde entonces, me encontré muchas veces con Lucho. Mi hermano cumplió en apoyarnos. (Por algo, no se había aparecido aquel día en que Lucho y yo cogimos por primera vez. Habían quedado de acuerdo en que Facu se quedara piola en su cuarto, y no nos molestara.) Lo de Facu con Sofía todavía no sale, pero la cosa va pintando: la Sofi es muy difícil, pero tiempo al tiempo, ¿no?

Lucho se portó maravillosamente siempre. Desde la segunda vez que cogimos, se vino siempre con un forro para evitar que yo quedara embarazada.

En este año, yo he cogido como 40 veces con Lucho. Y se la he chupado más de 200 veces, con tragada de leche y todo. Y él me pidió que le chupara la pija en muchos lugares más o menos públicos, porque eso lo excita. Se la chupé en el cine, en un parque, en el zaguán de su casa, en una calle oscura, en un balcón, etc. Y llegó un día en que me dijo que a él le gustaría verme cómo se la chupo a otros pibes, o bien verme coger con otros chicos. Y yo le contesté que no había ningún problema, que a mí también me gustaría hacer eso. Y en los últimos dos meses, hemos compartido sexo con varios chicos del barrio, y con algunos compañeros del cole mío y del cole de mi hermano. Se puede decir que ya soy una experta chupapijas. Y por eso un amigo me sacó el correo que tengo ahora, y me puso el nombre que él dice que mejor me pinta como soy.

(Tengo que agradecer a mi amigo Rubén el haber escrito todo este relato en su compu, y haberlo arreglado para que se entienda bien, ya que yo no soy tan buena escribiendo como chupando pijas.)

Daiana Sanz Suter

[email protected]

El Autor de este relato fué Daiana Sanz Suter , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=6677 (ahora offline)

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2024-11-16

 

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