Me llamo Silvia, y tengo 15 años. Lo que voy a relatar a continuación ocurrió hace sólo un par de semanas. Necesito contárselo a alguien, así que aprovecho lo anónimo de este sistema para desahogar la ansiedad que guardo en mi interior.
Mi abuelo vive a sólo 5 minutos de mi casa. Afortunadamente, siempre hemos tenido una muy buena relación, casi de amistad, y siempre he temido que, debido a su edad, me deje.
Ese día, acudí a su casa como de costumbre. Al entrar, vino como siempre el pequeño perro a recibirme, y yo le rasqué la cabeza. Después de preguntarme brevemente por la escuela, nos pusimos a ver la televisión.
El perro apoyó la cabeza sobre mi falda, y yo le rasqué la barriga. estábamos riéndonos por los ruiditos de felicidad que emitía el animalito, cuando algo rojo espezó a despuntar entre la masa de pelo.
Miré interrogantemente a mi abuelo, pero él se limitó a devolverme la mirada. Se le notaba apurado, y yo sentía la curiosidad crecer en mi interior, pues nunca había visto a un perro empalmado.
Con curiosidad, le toqué la roja cabeza, y aquéllo creció aún más, por lo que, asustada, retiré la mano.
- No, no, sigue -se apresuró a decirme mi abuelo-. Eso es porque le gusta.
Comencé a acariciarle la verga al perro, siguiendo las recomendaciones de mi abuelo, hasta que pude cogérsela con toda la mano.
- Ahora sube y baja
Comencé a movérsela. El perro apoyó las patas delanteras y la cabeza en mi brazo, y empezó a mover el trasero con velocidad. El animal gemía, y sin saber porqué, yo cada vez me sentía más excitada, y se la tocaba cada vez con más ganas, hasta que algo caliente empezó a resbalar por mi mano. Asqueada, la retiré.
- Pruébalo -me dijo mi abuelo.
Yo negué con la cabeza, pero él insistió hasta que acepté. Aunque su sabor me pareció un poco fuerte, no me supo mal, y así se lo hice saber a mi abuelo.
Sonriendo complacido, apoyó su manaza en la parte interior de mi rodilla derecha. No fue el gesto lo que me extrañó, sino su mirada, una mirada despierta, deseosa y nerviosa. Poco a poco, su mano fue descendiendo por el muslo hasta las bragas, acariciando con cuidado mi sexo. Sin dejar de sonreir, apartó la mano para dirigirlo a mi camisa. Me desabrochó uno a uno los botones, hasta que uno de mis pezones despuntó en el aire. Tras la sorpresa inicial porque no usara sujetador, masajeó mis senos y pellizcó levemente mis pezones, que pronto se pusieron duros ante las caricias tan suaves que me regalaba.
Lentamente, abrió totalmente mi camisa y lamió mis pechos, metiéndoselos totalmente en la boca, succionando los pezones hasta hacerme daño, pero yo gozaba, y le rogué que no parara, atrayendo su cabeza hacia mi piel desnuda, sintiendo los pelos de su barba de dos días rozándome sensualmente.
De improviso, se levantó. Yo iba a quejarme, no quería que ese enorme placer acabara, pero me silenció al sacar su verga de los pantalones. era mucho más grande que la del perrito, y mucho más despejada de pelo, por lo que no dudé en acariciarla. Aparecía suave, ligeramente mojada, con una gota transparente resbalando de la punta infada.
- Chúpala -me recomendó-. Verás que es más sabrosa que la del perro.
Acerqué mi boca a su pene. Olía fuerte, aunque no tanto como la del perro. No estaba segura de querer comerme eso tan grande, pero recordé la cara de placer del perro, como se había montado mi brazo, y deseé con todas mis fuerzas que mi abuelo sintiera ese placer, devolverle la sensación que había sentido yo misma cuando me lamía los pechos, así que abrí la boca y paseé la lengua por el glande. La gota que adornaba la punta del miembro se introdujo veloz en mi paladar, seguida de un hilillo de plata, que me apresuré en absorber.
Paseé la lengua por toda la extensión del pene: lamí con fuerza el glande, recorriendo con los labios la base de éste, mientras lo rodeaba con la lengua; lamí los laterales del miembro, besando las venas que se marcaban en la piel con dureza y, por último, propiné húmedos besos a sus testículos, muy duros e hinchados.
Los gemidos de placer de mi abuelo me incitaban a seguir, a la espera de alguna señal que me indicara que todo iba bien, y cuándo debía parar, o qué parte de ese enorme falo debía lamer para que gozara al máximo.
Volví a introducirme el glande en la boca, y paseé la lengua por su parte inferior, hasta que mi abuelo tomó los dos lados de mi cabeza y me hizo introducirme más su pene en la boca.
Cogí su cosa por la base, agitándolo levemente como había hecho con el perro, mientras mi abuelo movía mi cabeza hacia arriba y hacia abajo al mismo ritmo.
Con un gemido más profundo, me bajó la cabeza con violencia. Su verga tocó mi garganta, y noté náuseas, por lo que apoyé las manos a ambos lados de su miembro, para intentar zafarme, pero él apretaba más y más, hasta que mis labios tocaron el rizado vello de su sexo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Me costaba respirar, era imposible tragar saliva, que irremediablemente resbalaba entre mis labios y el falo hinchado, que latía como un corazón.
Tuvo una última arrancada y descargó todo su semen en mi boca. Por fin, la presión cesó, y permitió que la mitad de su pene viera la luz. Tragué y tragué para poder respirar y alejar las náuseas, hasta que sólo quedó mi propia saliva y la deliciosa punta de mi abuelo, que lamí hasta liberar todo rastro del delicioso líquido.
Con gesto amable, retiró una gota de semen de mi barbilla y yo la lamí con avidez, sonriendo feliz.
Me besó con dulzura en la mejilla, me pidió que me vistiera y que no se lo contara a nadie. Me pagó 20 euros y me propetió otros 20 si lo repetíamos pronto.
He estado unos días pensando en lo que allí sucedió, durante los cuales no le he visitado. Mis padres se extrañan, pero yo les digo que tengo mucho que estudiar. Me masturbo con frecuencia recordando el sabor de su amor, preparando mi concha para que pueda meter en ella su verga sin hacerme daño. También he practicado chupando botellas, estudiando para el examen, que seguramente será este fin de semana.
El Autor de este relato fué Silvia , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=7136 (ahora offline)
Relatos cortos eroticos Hetero Con mi abuelo
Me llamo Silvia, y tengo 15 años. Lo que voy a relatar a continuación ocurrió hace sólo un par de semanas. Necesito contárselo a alguien, así que aprovec
relatoscortos
es
https://cuentocorto.es/static/images/relatoscortos-relatos-cortos-eroticos-hetero-con-mi-abuelo-2537-0.jpg
2024-12-13
Si crees que alguno de los contenidos (texto, imagenes o multimedia) en esta página infringe tus derechos relativos a propiedad intelectual, marcas registradas o cualquier otro de tus derechos, por favor ponte en contacto con nosotros en el mail [email protected] y retiraremos este contenido inmediatamente