LA VENGANZA SE SIRVE MUY FRIA Cuando comencé a lamerle su coñito, empezó a gemir como una loca, movía su cabeza, y lanzaba pequeños grititos de placer
Yo soy un chico de 30 años, pero como todas mis amigas dicen, soy resultón.
Todo esto que paso a contaros ocurrió en agosto de este año, y la verdad es que ha cambiado mi percepción sobre las mujeres y sobre todo de aquellas que ya han pasado los 40. Siempre pensé que era una edad que no me interesaba, pero cada vez me están gustando más este tipo de mujeres, igual es por mi edad que ya se va acercando. Bueno a mi amiga, la voy a llamar Ana, tiene 43 años, muy bien puestos. Piel morena y con un culo y unas tetas que no pensaba que pudieran estar tan bien a su edad.
Es la ex mujer de un jefe que tuve, bastante malo, que me hizo la vida imposible todo lo que pudo mientras estuve trabajando para él. Así que prometí vengarme en lo más interno de mi mismo. Tras un proceso de separación muy complicado, entre ellos, con disgustos, peleas y afortunadamente sin hijos de por medio. Conocí a Ana en cenas de empresa a las que venía y en las que su marido nos ponía a todos en ridículo delante de ella, e incluso a ella misma. Siempre con Ana tuve un trato muy fluido, de confianza y simpatía. Ella en todas las cenas, trataba de defender a su marido, cosa que entendía, pero no compartía, aunque la mayoría de veces por la cantidad de tonterías que decía era indefendible. Pero a raíz de su separación y de varios encuentros casuales, seguimos manteniendo el contacto. Tras la separación mi jefe abandonó la ciudad, y nos quedamos todos más tranquilos. Un día como digo, me encontré con Ana, en un semáforo, yo iba andando y ella conducía su coche. Me pitó y al principio tardé en reconocerla. Cuando se puso el semáforo en verde y como apenas habíamos cruzado, un par de hola y que tales, me invitó a subir al coche alegando se alegraba de verme y tenía ganas de hablar con alguien. Hacía casi un año que no la había visto y aunque tenía todavía el semblante un poco triste, parecía comenzar ya a recuperarse.
Aparcó y nos fuimos a una cafetería céntrica de nuestra ciudad. Allí me contó que lo había pasado mal, que había seguido en contacto con su ex marido un poco a su pesar y que siempre acaban discutiendo cada vez que hablaban. Tras pensárselo decidió acabar firmando los papeles de separación. Fue una conversación muy agradable, con cariño, ya que hacía mucho que no nos habíamos visto, y siempre que habíamos coincidido nos lo habíamos pasado muy bien ya que siempre nos caímos bien. Después del café, nos dimos los teléfonos con la esperanza de volver a hablar, pero de esas veces que dices bueno ya veremos. Pasaron unas semanas y yo ya casi me había olvidado un poco, cuando volvimos a coincidir, esta vez andando por la calle. Volvimos a tomarnos un café. Me contó que había vuelto a hablar y que estaba pasándolo mal, recordándolo todo cada vez que hablaba con él por teléfono. Traté de consolarla y mis palabras parece que surtieron efecto. Siempre las mujeres me han contado muchas intimidades, cosas que a veces no cuentan a nadie. Suelo escucharlas con atención, es fácil, y además Ana lo necesitaba mucho. Me dijo que se había quedado muy tranquila hablando conmigo y prometió llamarme cuando estuviera mejor para que no la recordara triste como ese día. Así quedamos y así se lo hice prometer. Al cabo de una semana me llamó, con la voz un poco temblorosa, como una niña que le pide al chico que le gusta salir por primera vez al cine, o a tomar algo. Lo típico, que si no podía lo entendería, o si no otro día y demás. A todo esto he de decir que yo no estaba en mi mejor momento con mi novia, no llevábamos mucho, pero no era una relación muy seria por ninguna de las partes.
Quedé a tomar una cerveza con Ana, y supongo que tras varias copas de vino ella y yo tras varias cervezas, empezamos a hablar sin tapujos. Le dije mi situación con mi novia no era buena, que no estábamos a gusto y que lo más fácil es que acabáramos dejándolo. Ella me dijo que desde que se había separado había tenido algún encuentro con algún hombre, pero nada satisfactorio. Acabamos hablando de todo un poco... y hasta de sexo. Me dijo que hacía mucho que no disfrutaba, a lo que le dije que mi relación en ese campo no era nada satisfactoria, que mi novia era muy tradicional en todos los sentidos y que generalmente me aburría con ella. Mientras nos contábamos todo esto no parábamos de mirarnos a los ojos. Acabamos con una sensación muy agradable los dos. Decidió llevarme en su coche a casa. Al llegar se la veía nerviosa, como sin saber como despedirse. Al final nos dimos un beso muy cerca de los labios, y me dijo que esperaba que se arreglara la situación con mi pareja. Prometí llamarla yo la próxima vez. Esa semana por distintos motivos acabé rompiendo con mi novia. A los tres o cuatro días la llamé y ya por teléfono le dije lo que me había pasado. Quiso quedar conmigo ese mismo día a tomar algo, pero le dije que no hacía falta. A los varios días quedamos y la verdad es que llegó muy guapa. Traje de chaqueta negro, con una falda un poco más alta en las rodillas y marcando escote. Muy elegante. Nos pedimos dos copas de vino y comenzamos a charlar, le conté lo que había pasado y esta vez fue ella la que me consoló a mí. Acabamos tarde... y decidí acompañarla a casa, que no estaba muy lejos de donde habíamos quedado. La conversación fue intranscendente, pero al llegar nos pasó lo mismo que la última despedida, esta vez el beso fue más cerca todavía de los labios, y más largo. Esperé hasta que se montó en el ascensor, y cuando se cerró me lanzó un beso. Fui todo el camino lamentándome de no haber intentado algo más, pero otra vez será.
Al día siguiente me llamó, en principio sin una razón determinada, y me contó que no le funcionaba bien el ordenador. Era mi oportunidad y no pensaba desaprovecharla. Le dije que le ayudaría cuando saliese del trabajo y en eso quedamos. A la noche, llegué a su casa, bastante cansado, pero nervioso al mismo tiempo. Me recibió en una especie de pijama corto, de una sola pieza que le llegaba hasta más arriba de las rodillas. Se notaba que no llevaba sujetador, y sus pezones asomaban sobre la tela. Me puso cardíaco. Una vez que conseguí arreglar el mal bicho de su ordenador, no paró de darme las gracias, le fallaba a menudo y ella no sabía muy bien como funcionaban los ordenadores. Me preguntó que si quería algo por el arreglo. Yo contundentemente le dije que si. Al preguntarme que quería le dije que una buena ducha, acababa de salir de trabajar y olía un poco a tigre. Se quedó un poco cortada, y no pudo decirme que no. Me indicó donde estaba el baño. Como no tenía ropa para cambiarme me dejó una de las camisas viejas que todavía tenía de su ex marido. Me lo tomé con calma, tardé un buen rato en ducharme, limpiando sobre todo bien mi sexo. Era mi oportunidad. Cuando acabé, salí con la camisa de mi enemigo. Ana habría preparado una cena rápidamente. Nos sentamos muy cerca. Poco a poco mi mirada se fue hacia su escote, no paraba de mirarla, y ella se ponía cada vez más nerviosa. Eso me encantaba, controlar la situación. Cuando ella ya no podía parar de alisarse el pelo, le puse mi mano sobre su cara y le di un beso en toda la boca. Nos quedamos mirando, sonrío y el siguiente ya fue ella el que me lo dio a mí, susurrándome que lo deseaba hacía tiempo. Despacito me puse detrás de ella, besándole el cuello, los hombros, mientras mis manos acariciaban sus pechos que se iban poniendo duros por momentos. Empezó a lanzar pequeños gemiditos al comerle el cuello y la oreja, cosa que me encantó hacerle. Despacito, sin prisas la iba poniendo a tope. Cuando ella ya no pudo más, y yo casi tampoco, se dio la vuelta y nos dimos un beso casi hasta la garganta. Todo sobre cursos infotep
Mis manos fueron debajo de su vestido, cuando las notó, me paró y me dijo que allí no. Se levantó y nos fuimos a su cuarto. La cama era enorme. Se dio la vuelta y nos dimos otro largo beso. Acabado, le quité el vestido por encima, y sus pechos quedaron al aire. Me miró y sonrió. Los lamí con fuerza mientras lanzaba gemidos de placer. Se los comí un buen rato, preguntándole si le gustaba.
-Si, Si, no pares, me encanta...
A lo que le respondí que acabada de empezar. Cuando ya me dolían los labios de tanto lamerla volví a besarla, su boca se abría de par en par y su lengua no paraba de moverse.
Me puse a su espalda, que es una zona de las mujeres que me encanta, ella estaba inquieta, algo incómoda, pero me encantó. Le acaricié la espalda suavemente, luego sus caderas hasta llegar a sus braguitas, no muy pequeñas. Se las quité poquito a poco mientras ella echaba su cabeza hacia atrás, y me miraba sobre su hombro. Yo le guiñé un ojo. Cuando quedó sin bragas su culo me volvió loco. Me dijo: -¿A que estás esperando?Y me lancé a devorar ese enorme culo. Primero le daba lametones por todo el culo, luego lo acariciaba y no paraba de mirarlo, mis manos se perdían en sus ingles, acariciando poco a poco y explorando más y más. Al final no podía más y comencé a lamerle poquito a poco su coñito, que no era nada pequeño y estaba bien arreglado. Este estaba hinchado y ya muy húmedo.
Cuando comencé a lamérselo, empezó a gemir como una loca, movía su cabeza, y lanzaba pequeños grititos de placer. Yo no tenía prisa, mi pene quería salir del pantalón, pero ella lo necesitaba más que yo, y que se lo hiciera poco a poco, sin prisas. Cuando ella ya no podía más, intentó apartarse ya que iba a tener un orgasmo, pero yo no me retiré. Me cogí con fuerza a sus piernas y no paré de lamerla hasta que se corrió. Le temblaron las piernas, el grito lo intentó ahogar poniendo una mano en su boca, pero no sirvió de mucho. Después de lanzar un par de gritos, se tranquilizó y acarició mi cabeza que todavía seguía lamiéndole su coñito. Le comí aquel jugo tan delicioso, aquel coñito tan moreno y tan bien cuidado. Sin parar de lamerla fui ascendiendo por su espalda, luego su cuello y la giré para darle un beso. Quería que saboreara sus propios jugos. Me lamió la boca como una loca. Al acabar me dijo que le tocaba a ella, pero le respondí que todavía no había acabado. Ella se extraño. La volví a poner de espaldas y volví a bajar, lamiéndole la espalda otra vez. Ella reía, no sabía que iba a hacer, me lo preguntaba, pero yo no le dije nada. Volví a repetir la operación de lamerle el culo, luego volví a lamerle el coñito. Ella reía, se había quedado satisfecha y no me sentía como antes. Después de un buen par de lametones que no surgieron efecto según ella, me puse detrás a la altura de su culo. Le separé sus nalgas, y de un buen lengüetazo le lamí su agujerito anal. Aquello la pilló por sorpresa, y el grito que lanzó me encantó.
-¿Qué me haces?, ¿Qué me estas haciendo? No, no... Pero yo sabía que no iba a durar mucho aquellos intentos de que parara. Al momento se cerró la boquita mordiéndose los labios y empezó a gemir. Yo ya estaba metiéndole la lengua por su esfínter, y me encantaba y a ella también.
Mientras me la comía mi mano se dirigió a su coñito bien húmedo y comenzó a acariciarlo. Me impidió al principio con su mano, pero insistí y no pudo detenerme. Comencé a acariciarla, luego a penetrar su conejito con un dedo, luego con dos mientras no paraba de lamer su culito. Ya no podía más. Su culo comenzó a moverse, casi con propia voluntad, hasta que mi mano notó como se corría y su vagina se contraía. Esta vez los gritos fueron más graves que antes, se estaba corriendo desde dentro y eso me encantó. Ahora ya estaba listo para mi segundo asalto. La besé sin que el importara que le acabara de comer su culito. Estaba completamente desnuda, se había corrido dos veces. Ya era mía. Mi venganza no acababa más que de empezar...
Espero que les haya gustado, y me envies tus comentarios, sobre todo agradezco el de las mujeres.
Autor: [email protected]
El Autor de este relato fué John casta%F1eda , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=9925 (ahora offline)
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2024-09-25
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