Relatos cortos eroticos Hetero Píntame

Luz, mucha luz... la luz que desprendía la televisión alumbró mi sexo casi de un modo mágico. Un sexo que permanecía desnudo después de una relajante ducha. Tendida en la cama, no me había percatado ni de que estaba excitada, no había caído en que mis pezones permanecían erectos pidiendo que los acariciara. No tenía ganas de sexo, la semana había sido agotadora, pero en cuestión de segundos, como si fuera mi cuerpo el que actuase sin haber consultado a mi mente, mi sexo se humedeció. Mi clítoris se hinchó y mis manos casi desesperadas se habían posado sobre mis muslos en un

 

 

 

Luz, mucha luz... la luz que desprendía la televisión alumbró mi sexo casi de un modo mágico. Un sexo que permanecía desnudo después de una relajante ducha. Tendida en la cama, no me había percatado ni de que estaba excitada, no había caído en que mis pezones permanecían erectos pidiendo que los acariciara. No tenía ganas de sexo, la semana había sido agotadora, pero en cuestión de segundos, como si fuera mi cuerpo el que actuase sin haber consultado a mi mente, mi sexo se humedeció. Mi clítoris se hinchó y mis manos casi desesperadas se habían posado sobre mis muslos en un afán incontrolable de separar mis piernas. Y entonces por una vez, dejé que mi cuerpo mandara sobre mi mente... y le dejé hacer a él. Sin saber porqué, me sentí observada...quería, deseaba...ser observada.

Mis extremidades se pusieron de acuerdo para que mientras mis piernas se separaban, mis manos acariciaran mis pechos y mi clítoris. Tanta era mi excitación, que mis dedos resbalaron por mi sexo hasta hundirse en él. No hacía falta mandar ningún impulso desde mi cerebro, era puramente físico. Mi sexo suplicó a mis dedos para que estos pudieran salir y entrar en un baile casi salvaje. Mi cintura se contoneaba haciendo que mis pechos se movieran al compás de una danza morbosa y sedienta.

Jadeaba continuamente, mi boca estaba seca, mi lengua asomaba por mis labios en busca de algún beso imaginario que me refrescara el paladar. Pero no hacía falta ni imaginar, porque para entonces un mechón de mi pelo, mojado aún por el agua de esa relajante ducha, se había posado sobre mi entreabierta boca, calmándome así y permitiendo que mis jadeos fueran aún más rebeldes. Igual de rebeldes eran mis dedos dentro de mi humedecido sexo, no podría decir si deseaban entrar o salir, porque cada vez eran más rápidos sus movimientos, follándome, dentro y fuera, dentro y fuera ...

No quería correrme aún, no quería que mis flujos inundaran mi sexo. Pero no pude controlarme y me dejé ir, mi vagina explotaba, notaba como mi coño palpitaba intentando raptar para siempre aquellos dedos que permanecían iluminados aún por la luz casi mágica del televisor. Y alcancé el orgasmo, un orgasmo igual de mágico que aquella luz que había hecho que mi cuerpo pidiera a gritos ser follado.

Luz, vuelve a haber mucha luz.... dos días más tarde sigue habiendo mucha luz..... pero esta vez la luz me rodea y no me permite escapar de ella.

Luz, mucha luz. Tanta luz que me obliga a entrecerrar los ojos. Veo la escena a través de las ranuras que quedan entre mis párpados; como si fuera una película; pero sé que no lo es, que esto es real. Intento aislarme, mirar desde fuera, pero no lo consigo.

En las películas, los entierros siempre son en un día lluvioso, gris, un día mustio. En esas escenas, la tristeza que dan las nubes y la lluvia se ve. Y aquí la tristeza no se ve. Quizá hay demasiada luz como para verla. Pero se toca, se palpa, se siente; y cuando la tristeza se vuelve tangible, es cuando te atenaza el alma.

Por más que intento recordar su voz, no lo consigo. Cuando me enteré de su muerte, de su suicidio, pensé que las normas del buen vecino dictaban que debía acudir. Pero me dio pereza; no pereza de venir, sino pereza de sentir. Y entonces me acordé de él, de su cara, de sus gestos, de esa única vez que hablamos. Fue sólo un saludo, poca cosa; pero era lo único suyo que tenía almacenado en mi memoria. Recordé el lugar, la situación, su postura exacta, el puño deshilachado de su jersey, la pequeña mancha de polvo de sus zapatos, las arrugas de sus ojos al sonreírme, el mechón de pelo que caía sobre su frente; Pero no pude recordar su voz. Por eso tenía que venir. Tenía que buscar una respuesta, ¿qué lleva a una persona al suicidio, a arrancarse la vida?

Luz, sigue habiendo mucha luz. Tanta luz que no puedo ver la tristeza de su madre. Si alargara la mano, podría recoger sus lágrimas, apartarlas de sus ojos. No puedo secar sus ojos, no puedo secar su tristeza, pero podría recoger una de sus lágrimas en la yema de mi dedo y esperar a que la luz la evaporase.

Debo irme, debo salir de aquí. No puedo ver cómo tapian el nicho. Si lo viera, sé que seguiría tocando la tristeza. Si lo viera, sé que nunca podría volver a oír su voz. Y aún no he recordado como era. Por más que lo intento, no consigo recordar su voz.

Salgo del cementerio y empiezo a andar cada vez más deprisa. Recorro calles, giro esquinas, subo y bajo aceras. Evado mi mente y mis pensamientos ya que no puedo evadir la sensación. Camino y camino rumbo a casa. Entre mis paredes y mis cosas, quizá vuelva a ser yo. Porque ahora no soy yo. No sé por qué no puedo dejar de pensar en tu voz. No eras nadie para mí, no era nada para ti, no sé porqué esta sensación de tristeza, no sé porqué... no sé ni lo entiendo.

Giro la esquina de mi calle, y revivo el momento en que me hablaste. Te conocía sólo de vista, del vecindario, y justamente sabía que vivías en el bloque de enfrente. Aunque nos habíamos cruzado muchísimas veces por el barrio, nunca habíamos hablado. Pero ese día, al ir acercándonos por la calle, nos miramos. Y cuando estábamos a punto de cruzarnos, justo a la altura de este árbol, sonreíste y me dijiste hola; sólo hola.

Saco las llaves y abro la puerta. Reviso el buzón, cojo la correspondencia y me dirijo al ascensor. Mientras espero y mientras subo hacia mi piso, miro el correo. Dos papeles de propaganda, una factura del banco, y una carta. Mi nombre y mi dirección escritos a mano en un sobre blanco y alargado; y no tengo que girarla para saber que no hay remite. No recuerdo de quién es esta letra. Demasiadas cosas que no recuerdo.

Entro en casa y voy directamente a mi habitación; dejo el bolso, las llaves, la factura y la propaganda sobre mi cama, pero no puedo soltar esta carta de mi mano. Vuelvo tras mis pasos y voy a la cocina. Ahora que sé que por fin debo abrirla, me quema en la mano, y la dejo sobre la mesa. Me preparo un café; mientras lo hago y sin apenas darme cuenta, voy girando la cabeza para echar ojeadas a esa letra, a esa carta.

Al fin me siento; dejo la taza de café humeante ante mí, y tomo la carta. Miro atentamente mi nombre escrito en el sobre; la giro, y como ya sabía sin saberlo, veo que no hay remite. Abro el sobre; dentro unos folios prolijamente doblados y escritos a mano. Saco los pliegos de papel y dejo el sobre en la mesa. Apoyo la espalda en el respaldo de la silla, desdoblo los folios y empiezo a leer...

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12/09/2003

Víctima de las ventanas que me ven, tendré que aguantar tu desprecio. Para ti sólo soy un mirón, o peor aún, para ti no soy nada.

No soy nada porque no existo para ella y mientras para ella yo no exista, seré inexistente.

Siento odio pero puedo ser feliz, cada vez que te espío lo soy, cada vez que huyes... te odio. El muro de mis prejuicios lo salté hace años, los mismo que llevas habitando el bloque de mi locura. No entiendo este mundo, pero él tampoco me entiende a mí. Cada uno somos muchos y la soledad es doble.... y yo me siento solo, demasiado solo. Cada uno es el mejor amigo del otro.... y yo tan sólo me tengo a mí. Algún día probablemente tú también desaparecerás, pero mientras tanto, te miro y te pinto con mi mente.

Tengo como corazón un frío hierro oxidado, soy capaz de parar los segundos con la melancolía y me balanceo en brazos de la soledad. Así es mi vida sin ti.

Puedo sentir la muerte en mis ojos mientras esta gruesa soga acaricia mi cuello. Así es mi vida sin ti.

Mis penas se ahogan en manos de esta fría cuerda, necesito saber si puedo tenerte. Así será mi muerte si no puedes pertenecerme. Así es mi vida sin ti.

¿Quién me ayuda cuando mis gritos son sordos y no salen de estas cuatro paredes? ¿Quién me ayuda a mí.... más que esta cuerda para poderme colgar?

Quiero contarte un sueño.... Mi sueño, el sueño que quiero soñar contigo.

En mi sueño camino de noche, perdido en el miedo. En mi sueño estoy perdido en busca de lo escondido, eres tú quien se esconde tras la noche y soy yo quien te busca, una vez más, perdido. Perdido en el miedo a no encontrarte. Pero en mi sueño acabo encontrándote, me acerco lentamente a ti, sin un rumbo fijo pero con un destino claro. En mi sueño observo con detalle tu belleza, esa belleza que durante días he observado en la distancia, esa belleza que traspasaba nuestras ventanas y que ahora disfruto tan cerca, tan cerca de ti.

En mi mojado sueño, nuestras lenguas están enlazadas y yo soy el guardián de nuestro deseo. Tus labios acarician suavemente la piel de mi cuello. Puedo sentir un fuego que abraza mi frío corazón, siento como tus dedos se mezclan con el sudor de mi espalda mientras saboreas con tu boca mis pezones. Tengo tus manos en mi culo. Las mías, dóciles, son guiadas por las tuyas. Con ellas recorres tu cuerpo, lo acaricias y me estremeces, lo arañas y me castigas con tus jadeos. Toshiba Portege M205 Tablet PC Review

En mi sueño has manchado mis manos con pintura azul. Quieres que mis manos pinten el deseo sobre tu piel, una pincelada suave en tu espalda, descendente, casi invisible. Un collage en tu culo... guías mis manos, eres tú misma quien pinta con el color del cielo tu culo. Diez pinceles dando color y calor a tu cuerpo, sube la temperatura de la habitación.... sueña conmigo.

Dejas de ser persona para convertirte en lienzo, tumbada en el suelo dejas que escenifique una guerra. Mis dedos luchan en un campo de batalla glorioso, desnudo, caliente.... tu cuerpo. Pinto cada centímetro de tu piel, me quemo por dentro y me abraso contigo. Dibujo mares en tus piernas, nubes en tus pechos, dibujo buscando nuestro placer y lo encuentro. Tus gemidos me hacen osado, abandono las nubes pintadas en tus senos y desciendo por el valle de tu vientre hasta llegar a ti, a lo más profundo de tu ser. Coloreo tu sexo, mezclamos pintura con fluidos, jadeamos, batallamos juntos, nos miramos y nos amamos. Nos deseamos y nos torturamos en esta cruel espera. Espera... así.... no te muevas... deja que te pinte por dentro. Mis pinceles dibujan círculos en tu interior, te empapo de pintura azul y tú me mojas con el color de tu vicio. Ahora soy yo el pintor de tu deseo, son mis dedos los que placenteramente te follan. Espera... así... no te muevas, deja que te pinte un orgasmo. Córrete con mi pintura azul, hazlo para mí, dámelo... tu orgasmo me pertenece. Una pincelada profunda, intensa e imparable, me da lo que durante tanto tiempo he deseado. Tengo ganas de no moverme, de quedarme así, tengo ganas de ti, las tuve la primera vez que te vi y sé que siempre las tendré.

En mi sueño, en el mismo que tengo cada vez que te veo, tú te incorporas, quedándote de pie junto a mí. Fundes tu cuerpo con el mío, pintas mi piel con la tuya, tu azul me impregna y enloquece. Palpas mi cara con tus manos, me ciegas con ellas mientras me susurras que te dé mi lengua. Una lengua que entra en tu boca, que capturas y lames con la tuya. Dos lenguas que se convierten en una sola, dos lenguas que mezclan sabores, salivas y colores. Lentamente posas tus manos en mi sexo, descubriendo así la excitación de tu pintor, reconociendo lo que deseo sea tuyo para siempre. Aprietas mi sexo, lo mimas, lo excitas sin compasión mientras tu lengua huye de mi boca para saborear mi cuello.

Me rodeas con una pierna, me capturas sin saber que deseo ser atrapado, desconociendo que nací para ser tu reo, reconociendo en mí a alguien entregado, sumiso a tus deseos. Te dejas caer levemente y haces que entre dentro de ti, los dos acoplamos nuestros cuerpos fundiéndolos en uno, haciendo de éste, nuestro momento. Por fin... por fin nos pintamos mutuamente, dibujamos pasión, desenfreno, lujuria.... un sinfín de locuras que queremos compartir. Te rodeo con mis brazos y me meto por completo dentro de ti, te aferras a mi cabeza provocando nuestros jadeos, este sueño se acaba... sigue pintándome.

Capturo tus pechos y los recorro con mi lengua, tus azules pezones pintan del mismo color mis labios, no me importa... solo tú eres importante. Me arañas la espalda sin dejar de gemir, exigiéndome un último esfuerzo, un empujón final que consiga terminar nuestro "cuadro".

Es así, con esa pincelada final, cómo logramos sentirnos exhaustos, plenos, llenos el uno del otro. Es así como te imagino, llena de placer, rebosante de mi vida.

Pintados de azul.....

Ese es mi sueño, el que quiero compartir contigo aunque no me conozcas. Mi sueño es ese a pesar de mi inexistencia, mi sueño termina ahí. Justo donde empieza mi locura.

Ana... Ese es tu nombre, quiero tener fuerzas, quiero hacerte feliz. Esta carta que lees, es una carta triste aunque llena de esperanza y de emoción. Espero y deseo tener fuerzas para bajar de esta silla, espero que sean tus manos las que algún día rodeen mi cuello, y no esta fría cuerda. Te amo, aunque tú no lo sepas, aunque siga siendo inexistente.

Tu pintor....

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Frío. Siento mucho frío, todo es frío. El café está frío, la carta se ha caido al suelo, junto a mis pies, helados como las baldosas que piso. Igual que mi corazón, igual de frías que las lágrimas que lloro. Una sensación de vacio total se apodera de mí, siento cómo la vida me da la espalda y cruelmente me deja de lado.

Necesito aire; debo abrir la ventana y tomar aire. Aire cálido que calme este frío interior. Es curioso, miles de veces habré visto esas ventanas que ahora veo, y nunca las había visto de esta manera. ¿Desde cuál de ellas me mirarías tú? Ojalá lo supiera. No podría hacer nada ya, pero me gustaría saberlo. Ojalá lo hubiera sabido antes. No sé que hubiera podido hacer por ti, no sé si hubiera pasado algo entre nosotros, pero hubiéramos podido hablar y podría haber calmado tus inquietudes.

¿Por qué? Mil porqués sin ninguna respuesta. Me siento mal, culpable, me siento horrorosamente mal y no sé porqué. Sobre todo.... no sé porqué me ha pasado esto a mí. ¿Por qué nunca me dijo nada? ¿Por qué me ha hecho esto? Estoy aturdida, confusa..... herida. Estoy así y también estoy enamorada, enamorada de una carta. De todo lo que esas letras me han hecho sentir, enamorada de alguien sin rostro, de un pintor que es abstracto para mis ojos y realista para mi corazón.

Los días han pasado dolorosamente, inútilmente he tratado de buscar un porqué. No lo he encontrado, probablemente no exista. Mi vida sigue transcurriendo entre la monotonía y esa extraña sensación que se apoderó de mí al leer aquella carta. He pensado demasiado durante estos días. No logro entender qué ha ocurrido, qué ha pasado para que una persona a la que no conozco se haya anudado una soga al cuello y se haya dejado caer al vacío. Para hacer algo así... se ha de querer mucho, pero también se ha de sufrir mucho.

Hoy es domingo y después de seis días he decidido salir a la calle. Necesito respirar, aire limpio o sucio, pero respirar. Frente al espejo me veo y no me reconozco, mi pelo está enredado, igual de enredado que mi corazón, tengo ojeras y un sabor amargo que me llena de infelicidad. Necesito respirar, tengo que salir a la calle. Tengo que empezar a reconocerme, con mis virtudes y mis defectos, con mis lloros y mi pena, necesito salir... voy a salir.

En el ascensor he respirado hondo, he intentado volver a ser yo misma. Los cuatro pisos me han parecido muchos más, pero ya, por fin, voy a ver la luz del día. Seis días a oscuras, llorando, preguntando y sufriendo, son muchos días. Justo antes de salir a la luz, me he detenido frente al buzón, el mismo que aquel día abrí con absoluta normalidad, el mismo buzón que ahora parece otro, un buzón que ahora parece llamarme.

Tiemblan mis manos. Hay propaganda, más propaganda y.... una carta.

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15-09-2003

Soy un cobarde, no me dio miedo perder la vida, me dio miedo perderte a ti. Me dio miedo no volverte a ver nunca más. Me dio miedo no pintarte nunca. Me dio miedo ser un cobarde y renunciar a ti. Necesito tenerte y que me tengas, necesito soñarte y despertarme a tu lado, enfadarte y hacerte sonreír, amarte y hacerte llorar, necesito necesitarte y que me necesites.... te necesito.... a mi lado.

Rompe mi dolor, pinta conmigo el infinito. Reúnete conmigo el domingo a las 12:00 en el café El Sol. Por favor....hazlo, este es mi último grito...

Tu pintor....

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Las 12:00... Mi pintor...... te necesito. Sin ti soy como un tren en una vía muerta. Gracias por querer pintar a mi lado, gracias por haber sido cobarde y valiente. Gracias por necesitarme y por haberme enseñado a necesitarte antes de conocerte. Gracias, mil gracias por querer que sean mis manos las que un día te acaricien el cuello en vez de esa fría soga.

¿Qué hora es? Sí.... te lo pregunto a ti, a ti que acabas de leer la historia de mi vida... dime tú qué hora es. Quiero que seas tú quien pinte mi destino, mi destino y el suyo.... nuestro destino.

FIN.

El Autor de este relato fué DOMINANCE , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=6854&cat=craneo (ahora offline)

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2020-08-12

 

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