Me encontraba en Cuba después de mucho tiempo deseándolo. Finalmente lo logré. Este era mi primer viaje a la isla, después vendrían algunos cuantos más. Yo estudiaba por entonces el último curso de magisterio en la especialidad de educación física en una universidad del norte de España. Tenía 23 años. Junto a dos compañeros, David y Montse, nos instalamos en la universidad de la llamada Perla del Sur, una ciudad situada junto a una bonita bahía del mar Caribe.
Después de casi una semana de adaptación, Marcelo, nuestro tutor cubano nos invitó a acompañar a un grupo de alumnos de sexto grado de la escuela a la que íbamos a ser asignados a un campamento en la playa. Así fue como nos fuimos de Campismo. Esta iba a ser nuestra primera experiencia en una escuela cubana.
El grupo lo formábamos nosotros tres, dos profesoras y un profesor, el cocinero y unos 20 alumnos. Además, también venían grupos de todas las escuelas de la ciudad. Todos eran cubanos menos nosotros. El campismo estaba situado junto al mar, al otro lado de la bahía y estaba formado por un conjunto de cabañas con porche en la entrada. La verdad es que era un lugar bastante lindo.
Nuestra labor consistía en pasarla bien y en acompañar a los alumnos a las diferentes actividades y competencias que estaban programadas. También íbamos a la playa y la piscina, y por la noche a bailar a una discoteca al aire libre.
Fue así, bailando, como comencé a entrar más en contacto con Mirtha, una de las profesoras. A primera vista Mirtha me pareció una mujer muy atractiva e incluso, le reconocía un cuerpo de lo más escultural. Era de piel mulata pero con el pelo más bien de negra. Llevaba un corte de pelo corto. Era muy alta, más que yo y tenia un buen cuerpo, bastante bello y esbelto. Unas piernas larguísimas para perderse entre ellas. Unos pechos no muy grandes y bastante firmes, a pesar de haber dado de mamar ya a su primer hijo. También por eso conservaba una ligera barriguita. Además, tenía unos ojos oscuros, penetrantes, una mirada pícara y unos labios carnosos, junto a unas buenas nalgas que eran de lo más apetecibles.
Mirtha Tenía 32 años y un niño de apenas 3 años que no había tenido más remedio que llevarse con ella al campismo. Estaba divorciada. Después la acompañaríamos a dejarlo a casa del padre, que vivía en un poblado cercano al campismo. El poblado tenía un nombre curioso, Ciudad Nuclear, debido a que años atrás habían intentado construir una central nuclear. Con la caída del comunismo ruso nunca llegó a acabarse. También iba su hermana pequeña, que creo que tenía unos 15 años y tenía la piel más clara que Mirtha y el pelo lacio. Tenía un cuerpo bastante desarrollado para su edad, unos ojos grandes y unas tetas que ya insinuaban un buen tamaño debajo de su ligera camiseta.
Nos contó que su papá había tenido muchas mujeres y que ellas dos eran de madres diferentes, por eso su hermana tenía el pelo rubio. Algo extraordinario para nosotros pero que en Cuba resulta ser menos extraño.
Ella se empeñó en enseñarme a bailar casino, que es como llaman a la salsa allá, o por lo menos intentar dar algunos pasos. No recuerdo bien si lo consiguió, pero tampoco en estos momentos eso tiene mucha importancia.
No recuerdo bien ahora si fue a la segunda o la tercera noche de estar allí, en aquel campismo junto a la bahía y el mar. Esa vez bailamos más tiempo que nunca y más pegados de lo normal. También bailé con algunas de las alumnas e incluso con la hermana de Mirtha, la cual a su corta edad ya despuntaba maneras de ser muy caliente. Me propuso algo sorprendente: alejarnos de allí, irme con ella a dar un paseo. Su propuesta me dejó perplejo y sorprendido. Si hubiéramos estado solos y en otro lugar quizás no hubiera desaprovechado una oportunidad así. Me hubiera encantado follar con ella, o quien sabe si incluso desvirgarla, aunque tenía dudas de que todavía lo fuera, pero en aquellas circunstancias no podía hacerlo. Sin embargo, aquello me parecía algo demasiado atrevido, primero por su corta edad y segundo, por ser la hermana menor de Mirtha, la cual no dejaba de observarnos ni un segundo. Fue la propia Mirtha la que se encargó de mandarla a dormir tan pronto como pudo. No sé si ella intuyó las intenciones de su díscola hermanita, pero de hecho ya no me volvió a soltar más en toda la noche. Para evitar más problemas, al día siguiente la mandó a casa de sus padres. También vivían en la Ciudad Nuclear.
La noche siguió. La sensualidad del baile fue llevándome a una calentura inusual que me hizo entrar en un estado de excitación cada vez mayor. Eso lo digo por lo dura que se me puso la polla por momentos, sobretodo cuando estábamos bailando y ella no hacía más que pegarse a mi cuerpo y rozarme disimuladamente con su vientre y su pecho. Yo sentía muy pegado a mi toda la amplitud de sus caderas y la calidez de sus senos, de sus brazos y sus manos. En algunos momentos llegamos a quedarnos un rato en silencio y nos miramos fijamente. Yo ya presentaba una buena erección.
Esa noche tardamos en acostarnos. Los alumnos ya hacía un buen rato que se habían ido, supuestamente a dormir a sus cabañas. Tan solo quedábamos David, Montse que también se encargaba de calentar al pobre Damián, que era el profesor cubano que nos acompañaba, Mirtha y yo. Angela, la otra profesora cubana, ya hacía un buen rato que se había ido, junto a los últimos alumnos.
Antes de acostarnos pasamos un buen rato conversando y tomando ron, sentados bajo el porche de nuestra cabaña y a la luz de las estrellas. Estas brillaban intensamente como tan solo lo hacen en los estrellados cielos de las noches cubanas. A partir de ese momento fue cuando comencé a tomar consciencia de que Mirtha estaba puesta para mi. Había algo en mi que le gustaba o le atraía, de eso ya no tenía casi ninguna duda. Se pasó todo ese rato sentada a mi lado y acercándose cada vez más a mí, llegando incluso alguna vez a cogerme del brazo y apoyar su cabeza en mi hombro. Yo ya no sabía como ponerme ni como actuar, me sentía un poco incomodo, pero reconozco que esa sensación me encantaba, me hacía sentir vivo.
El ambiente por momentos se fue calentando cada vez más. Montse estaba también entusiasmada con su cubano y a mí me pasaban por la mente mil fantasías para realizar esa noche. Estuve a punto de invitar a Mirtha de ir a dar un paseo por la playa, pero no me atreví a hacerlo, además, el lugar por la noche no era muy seguro, por decirlo de alguna manera. Así fue que al acabarse el ron y al comprobar que ya se había hecho bastante tarde decidimos que ya era hora de irse a dormir.
Los adultos ocupábamos una sola cabaña. Montse y Damián ya se habían encargado de apoderarse antes que nadie la cama para ellos dos solos. Mirtha y Angela ocupaban una de las literas y David y yo la otra.
Aquella noche me acosté bastante excitado. Al poco rato de estar ya acostados y con las luces apagadas, Mirtha dio un salto y se tumbó junto a mí. Su acción me sorprendió y me alegró mucho más. Ella dijo alegremente que no podía dormirse y que se acostaba en mi cama. Así sin más. Yo no puse ningún reparo en que lo hiciera y se acostó allí, junto a mí.
Yo no supe como reaccionar pero ingenuo de mi me pareció una cosa normal, llegados al punto de confianza y de buen feeling que había surgido entre todos nosotros durante esos escasos días de convivencia. Sin embargo, sí es cierto que me extrañó un poco que se acostara en mi cama y no en la de mi compañero David, si realmente su propósito tan solo era dormir. Mi cuerpo se puso en estado de alerta y por dentro comenzó a crecer un estado de excitación más grande todavía. Realmente estaba nervioso.
Estábamos en el mes de enero pero hacía bastante calor debido al clima tropical de la isla. Dormíamos ligeros de ropa, yo con un pantalón corto de deporte y ella con un short y una camiseta muy ligera y sin sujetador. Se acostó de lado y de espaldas a mi y yo con mi cuerpo detrás del suyo. Coloqué mi polla muy cerca de sus nalgas. Quería que la notara bien cerca. Todavía no me creía que me estaba pasando esa noche.
No pasó mucho rato cuando intenté, tímida y lentamente, apoyar mi brazo por encima de sus caderas, depositando mi mano justo encima de su vientre. No dijo nada y tampoco apartó la mano, es más, no pasó ni un minuto que acercó la suya y me acarició suavemente. Yo estaba excitadísimo y en ese mismo momento mi cuerpo se estremeció. Con mi mano fui ascendiendo lentamente por el interior de su camiseta, acariciando su caliente y tersa piel, hasta llegar y acariciar uno de sus maravillosos y suaves pechos. Para mi sorpresa, me dejaba hacer y pude comprobar como ella también se excitaba a medida que mis manos y mis dedos acariciaban sus senos. Ya podía notar como su respiración se hacía cada vez más intensa. Al mismo tiempo, me aproximé un poco más a su cuerpo y acerqué más mi polla a sus nalgas. Deseaba intencionadamente que notara lo excitado que me tenía y el deseo que sentía por ella. Enseguida pudo comprobar que dura y tiesa tenía mi polla. Quería ponerla a prueba. Provocarla. Excitarla. Zonas Azules
En ese momento, comenzó a perder la aparente timidez inicial que parecía tener al hacerse la dormida. Desplazó sigilosamente su brazo y su mano derecha hasta alcanzar el lugar donde se encontraba mi polla que ya estaba más que dura. La agarró tímidamente como si de un valioso cristal se tratara. A continuación, empezó a acariciarla de forma suave pero firme, como nunca antes nadie me lo había hecho. Por mi parte, le correspondí acercando mis labios a los suyos y nos fundimos en un cálido y suave beso. Nuestras lenguas iniciaron un jugoso intercambio de ardientes contactos con la lengua. Aquello se convirtió en un juego de lengua contra lengua, luchando por ver quien conseguía llegar más profundo.
Mientras, su mano seguía acariciando mi miembro, bajando y subiendo firmemente la piel de mi polla, masajeando los huevos con la palma de su mano y tocándome de forma muy experta el contorno del glande con uno de sus dedos. Aquello no podía ser cierto, estaba disfrutándo al máximo, era algo delicioso. Me sentía excitadísimo y hubiera deseado estar en un lugar más íntimo, en un lugar donde ella pudiera perder todo el miedo y meterse sin ningún impedimento mi polla dentro de su boca. Deseaba que me la chupara hasta llegar a correrme en su boca.
Mis manos seguían acariciando y sobando sus pechos. Sus pezones no tardaron en despertar, se pusieron rígidos y erectos, mostrando un tamaño descomunal. Tenía ganas de besarlos, de chuparlos con mis labios. Anhelaba meterlos dentro de mi boca y lamerlos con mi lengua, pero ella seguía acostada de lado y de espaldas a mí. Deseaba poder ponerme de cara a ella, desnudarla lentamente, pero estabamos disimulando que dormíamos. Nadie de los que estaban allí en aquella habitación ha sabido nunca lo que ocurrió aquella noche entre nosotros. Apenas hicimos el más mínimo movimiento o ruido que nos pudiera llegar a delatar.
No podía creer que eso me estuviera sucediendo a mí. Justo encima de nuestra cama dormía plácidamente y ajeno a todo aquello mi compañero David, al igual que los demás que dormían en sus camas no muy lejanas a la nuestra.
No me podía detener y tampoco quería hacerlo. Mis dedos siguieron acariciando cada milímetro de su cuerpo, notando la calidez de la piel de sus senos, de su vientre y ombligo, de sus caderas... y fueron descendiendo maliciosamente y lentamente por su entrepierna hasta llegar el interior de su short. Mi mano notaba ya un electrizante bello púbico. Casi podía llegar a tocar el lugar más intimo de su esplendido cuerpo, su coño, el cual al sentir el contacto ardiente de mis dedos pude notar que se mostraba ya más que mojado.
Yo desconocía hasta donde iba a llegar todo aquel juego que me tenía el cuerpo a mil. Estaba seguro que en aquel lugar y en aquella litera no podíamos hacer gran cosa. Allí no podíamos llegar a follar. Con toda seguridad los demás lo iban a notar o incluso a ver. Sin embargo quería seguir con aquello, quería calentarla más y más, excitarla como nunca nadie antes lo había hecho. Quería comprobar hasta donde ella era capaz de llegar, o mejor dicho, ver hasta donde los dos éramos capaces de llegar.
Mi mano en esos momentos estaban empezando a acariciar los labios de su mojado coño. Con su mano libre intentó parar el avance de mi mano y de mis dedos hacía el interior de sus labios y de su vagina. Yo le estaba besando al mismo tiempo el cuello y el lóbulo de su oreja. Le pedí entre susurros que me dejara hacer, que quería sentir el calor de su coño y notar la humedad que allí desprendía. Quería que gozara, masturbarla hasta que tuviera su orgasmo. Ella parecía resistirse un poco pero de nada le sirvió, pues enseguida dos de mis dedos reposaban ya sobre su clítoris que lo masajeaban, produciéndole seguramente un dulce y tremendo placer.
Parecía que apartaba su mano, que se dejaba hacer y decidía abandonarse a aquella dulce tortura. Al mismo tiempo que pronunciaba un leve gemido se abrió un poco más de piernas, facilitando así que mis dedos pudieran penetrarla mejor para llegar hasta lo mas profundo de su mojado coño.
Pero mi aventura en aquel delicioso lugar no duro mucho más. De pronto, me agarró la mano firmemente y a la vez que me regalaba un dulce beso me pidió que por favor no siguiera. Yo no quería detenerme, evidentemente, pero tampoco quería insistir más de la cuenta y mucho menos forzarla, así que aparté mi mano del objeto de mi deseo que en esos momentos era su vagina y la subí para ocuparme del resto de su cuerpo, especialmente de sus deliciosos pechos que también eran muy apetecibles, al igual que aquellas grandes nalgas que seguía teniendo al alcance de mi polla.
Cuanto hubiera querido poder besar su coño. Como hubiera disfrutado yo y cuanto la hubiera hecho gozar a ella si el miedo no nos hubiera impedido que yo mamara su bollo, pero era demasiado arriesgado y sabíamos los dos que todo aquello acababa de comenzar. Me quedaban todavía más de dos meses de estar allí. Además, a partir del lunes íbamos a ser compañeros de trabajo en la misma escuela y nos podríamos ver cada día. A veces, en la vida hay que saber tener paciencia y ese, era uno de esos momentos. Seguro que nuestra oportunidad llegaría tarde o temprano. En esos momentos no andaba muy equivocado.
Sin embargo, ella no quería dejarme así y siguió masturbándome silenciosamente con su mano derecha. No paraba de bajar y subir la piel de mi polla agarrándola firmemente. Ya llevábamos un buen rato en ese juego y yo ya estaba al borde del éxtasis. Creo que ella notó lo que me estaba a punto de suceder, porque sin parar de masturbarme aumento el ritmo del movimiento de sus manos y siguió sin parar hasta que un chorro de leche caliente salió disparado de mi polla mojándole gran parte de la piel de sus nalgas, de su espalda y embarrándole la mano con la que me masturbaba.
¡Madre mía, que gozada! Aquello había sido lo más increíble que me había sucedido en mi vida. Me sentía en la gloria. ¡Qué locura! Busqué la camiseta que me había quitado para todo el semen que se deslizaba ya piel abajo. Después limpié también un poco de semen que le había embarrado una de sus manos y se la besé. Nos dimos un último beso de buenas noches y nos dispusimos, esta vez sí, a dormir.
A la mañana siguiente nos despertamos muertos de sueño. De buena mañana, la gritería de los alumnos que no paraban de aporrear y golpear la puerta de nuestra cabaña, anunciaba el inicio de una nueva jornada de campismo. Durante ese día, Mirtha y yo apenas hablamos sobre lo sucedido entre nosotros aquella noche. Tan solo pudimos intercambiar alguna mirada furtiva. Estas miradas de complicidad nos daba a entender a los dos que aquello nos había gustado, que lo que había pasado no había sido un malentendido. Solo durante un momento pudimos hablar de lo sucedido y ese momento se produjo al ofrecernos voluntarios para limpiar las bandejas de aluminio que nos servían para comer. Mientras el resto de los compañeros profesores y alumnos seguían con sus cosas, conversando y haciendo bromas fuera de la cabaña, tuvimos la oportunidad de decirnos que aquello tenía que volver a repetirse. Ahora teníamos un asunto pendiente ¿Pero cuando y dónde? Eso ya se vería y mi cabeza y mi mente ya empezaban a buscar la manera de hacerlo realidad.
Efectivamente, no pasaría mucho tiempo para que tuviéramos esa oportunidad de follar, pero esa ya es otra historia.
El Autor de este relato fué Ochun , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=7971&cat=craneo (ahora offline)
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Me encontraba en Cuba después de mucho tiempo deseándolo. Finalmente lo logré. Este era mi primer viaje a la isla, después vendrían algunos cuantos más.
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2024-09-25
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