Relatos cortos eroticos Lesbianas JESSICA

Jessica siempre fue mucho más lanzada que yo. Ambas crecimos en una familia muy religiosa y conservadora en donde el sexo era algo completamente tabú, algo que había influido tanto en mí como en mi hermano Lucas, que era dos años menor que yo. Pero no en Jessica. Ella, muy astuta, siempre interpretaba su papel de chica recatada frente a nuestros padres y los profesores del colegio privado donde estudiábamos mientras, que, en privado, era todo lo contrario. Se desmelenaba, se subía más la falda –la cual nos obligaban a llevar por debajo de las rodillas – y se iba con sus amigas para

 

 

 

Jessica era mi hermana mayor. Ella tenía diecisiete años y yo catorce cuando ocurrió lo que voy a contar.

Jessica siempre fue mucho más lanzada que yo. Ambas crecimos en una familia muy religiosa y conservadora en donde el sexo era algo completamente tabú, algo que había influido tanto en mí como en mi hermano Lucas, que era dos años menor que yo. Pero no en Jessica. Ella, muy astuta, siempre interpretaba su papel de chica recatada frente a nuestros padres y los profesores del colegio privado donde estudiábamos mientras, que, en privado, era todo lo contrario. Se desmelenaba, se subía más la falda –la cual nos obligaban a llevar por debajo de las rodillas – y se iba con sus amigas para volver a escondidas mientras nuestros padres dormían.

Yo estaba al corriente de aquello y me escandalizaba. Como ya he dicho, las conservadoras ideas de nuestros padres habían influido mucho en mí y siempre le había tenido miedo al sexo y estaba convencida de que llegaría virgen al matrimonio. Jessica siempre se reía cuando le comentaba esto.

- Quiero que mi primera vez sea algo especial –le replicaba.

- La primera vez siempre es especial –respondía ella después de soltar la carcajada.

Ella se mofaba de tener mi edad cuando perdió la virginidad. Yo trataba de disuadirla para que cambiara de actitud, pero era inútil. Yo siempre me decía que jamás sería como ella, pero era inútil. No sabía como me estaba equivocando.

A pesar de nuestras muchas diferencias, ella y yo nos llevábamos bien. Siempre que no saliera el tema del sexo, podíamos mantener agradables charlas y solíamos hacer muchas actividades juntas, como montar en bici o alquilar películas en el videoclub. Por eso, nunca se me ocurriría chivarme a mis padres de sus “escapadas nocturnas” por mucho que no me agradaran porque creyera que se estaba equivocando.

Pronto me daría cuenta de que la equivocada era yo.

Fue una calurosa noche de junio, con el curso a punto de acabar y con ambas metidas en los exámenes finales. Esa noche mis padres salieron y Lucas se quedó a dormir en casa de un amigo. Yo iba a hacer lo mismo en casa de Sandra, mi mejor amiga, y Jessica se iba a quedar sola con Cristina, una de sus amigas, para estudiar.

Una vez en casa de Sandra esta me dijo que no podía quedarme, ya que un pariente suyo de otra ciudad acababa de fallecer y estaba a punto de irse con su familia al entierro. Así que tuve que volverme a casa.

Cuando llegué, me di cuenta de que se me habían olvidado las llaves. Afortunadamente, teníamos una llave de la puerta trasera escondida entre las plantas de mi madre, por lo que fui a hasta la puerta trasera y, tras encontrar la llave, me metí en la casa.

Todo el piso de abajo estaba a oscuras salvo por una luz que llegaba de la escalera de arriba. Oí voces y supuse que Jessica y Cristina estaban arriba. Ninguna de las dos parecía haber advertido mi presencia. Era normal, la puerta trasera a penas se oía desde arriba. Además, si mis padres volvieran a casa antes de lo previsto, ella oiría el coche desde su cuerto.

Iba a llamarlas para decirles que estaba allí. Sin embargo, unas extrañas risas llamaron mi atención. Eran unas risas juguetonas que no había oído antes. Esto despertó mi instinto y, sigilosamente, comencé a subir las escaleras. La puerta de su cuarto estaba entreabierta y de ahí salía la única luz. Cuidadosamente, me asomé por ella y arqueé las cejas ante lo que vi.

Jessica y Cristina estaban sentadas en el medio de la cama medio desnudas. Jessica solo llevaba puestas sus bragas y sujetador mientras que Cristina llevaba puesto un camión rosa muy corto y escotado. Las dos estaban jugando a las cartas con una baraja americana.

Con una maliciosa sonrisa, Jessica dejó sus cartas al descubierto sobre el colchón.

- Volví a ganar –dijo.

Cristina también sonrió de forma maliciosa. Acto seguido, se arrodilló sobre la cama y, antes los lascivos ojos de mi hermana, se quitó el camisón quedándose solo en bragas. Sus dos voluminosos senos y su cuerpo pecoso quedaron a la vista.

Yo, que hasta sentía vergüenza de ver mi cuerpo desnudo en el espejo del baño, no tardé en apartar la mirada. Sin embargo, una morbosa curiosidad me hizo volver a mirar.

Las dos siguieron jugando. Jessica volvió a sonreír maliciosamente dejando de nuevo ver sus cartas.

- Y volví a ganar…

Cristina también sonrió de esa forma y, juguetonamente, se quitó las bragas ante la ardiente mirada de Jessica. Completamente desnuda, se la quedó mirando; sus sonrisas adquirieron un tono diabólico.

- Creo que me has vencido –dijo Cristina -. Soy toda tuya.

Jessica tiró todas las cartas al suelo y se acomodó en la cabecera de la cama. Después le hizo el gesto de venir con el dedo y Cristina comenzó a gatear de forma felina por el colchón hasta colocarse sobre ella.

Fue entonces cuando, ante mis incrédulos ojos, ambas se besaron en los labios. Fue un beso largo y apasionado; creo, incluso, que hasta se metieron la lengua. Después, comenzaron a acariciarse mientras recorrían el cuerpo de cada una con sus labios y sus lenguas. amigosdeladanza.es

Yo estaba escandalizada; jamás me imaginé que mi hermana fuera de esas…Deseaba irme de allí corriendo y que ninguna de las dos se enterase nunca de que había estado allí. Sin embargo, otra sensación comenzó a crecer dentro de mí y no pude evitar despegar los ojos de ellas.

En la cama, Cristina comenzó a quitarle lentamente la ropa interior a mi hermana hasta dejarla tan desnuda como ella. Después continuaron con los besos, las caricias y las lamidas un buen rato.

Inesperadamente, Jessica agarró a Cristina por sus anaranjados cabellos y la puso contra el colchón, dándole la vuelta a la cosa. Cristina se quejó un poco de dolor, pero aquello parecía excitarla más. Jessica volvió a besarla. Después pasó la lengua por su cara y fue bajándola lentamente por su cuello hasta llegar a los pechos, los cuales devoró mientras Cristina gozaba. A la vez, comenzó a acercar una des sus manos hacia la entrepierna y, tras acariciar suavemente los labios vaginales, introdujo, uno a uno, sus dedos por el clítoris. Cristina comenzó a dar pequeños alaridos de placer al sentirlos.

Yo, mientras, contemplaba la escena. Inesperadamente, había comenzado a sudar. Poco a poco, sentí como mi cuerpo se iba calentando mientras sentía una rara sensación en mi entrepierna, una sensación que jamás había sentido. Pasé una de mis manos por debajo de la falda y noté que mis bragas estaban completamente mojadas.

El sentir mi mano sobre la entrepierna hizo que sintiera deseos de tocarme. Al principio, acaricié suavemente mi clítoris por encima de las mojadas bragas, pero después introduje los dedos por debajo. Tuve que taponarme la boca para ahogar un grito al sentir mis dedos dentro de mí. Fue una sensación extraña, pero no pude parar; al contrario, mi cuerpo me pedía que siguiera haciéndolo.

Mientras tanto, mi hermana y su amiga seguían disfrutando. Jessica ya tenía su mano completamente dentro de su amiga mientras que, con su otra mano y con la boca, jugaba con sus tetas. Cristina, cada vez mas gozosa, le pedía entre jadeos a Jessica que no parara.

Cuando Cristina soltó un enorme gemido mientras su coño comenzaba a soltar cantidades de fluidos, Jessica sacó su mano, completamente cubierta de estos, y la llevó hasta la boca de su amiga, quién chupó uno por uno sus dedos. Después volvieron a besarse antes de que Jessica volviera a acomodarse en la cama y esta vez fuera Cristina la que le tocaba jugar mientras ella gozaba hasta estallar.

Después Jessica volvió a colocarse encima de Cristina, esta vez mirando en dirección contraria a ella, colocando su cabeza sobre su entrepierna y su coño sobre su cara. Así, ambas comenzaron a darse placer a la vez; sería la primera vez que veía un 69.

Yo, mientras, estaba cada vez más caliente y mojada. Cada vez sentía más deseos de introducir mis dedos lo más hondo posible. Pero no era suficiente. Mi cuerpo sentía deseos de ser tocado. Comencé a pasar mi otra mano por mi cuello y la fui bajando hasta introducirla por debajo de mi camisa y tocar mis tetas por debajo del sujetador mientras no dejaba de mirar como mi hermana y su amiga gozaban sin ningún pudor.

En esos momentos, Jessica había cogido una gruesa vela que había sobre su mesita de noche y, como si de un vibrador se tratase, la introdujo en la vagina de su amiga, quién soltó un fuerte alarido de placer al sentirla dentro. Estos alaridos fueron en aumentos mientras Jessica la follaba con más fuerza.

Yo ya no podía más. Me había desabotonado la blusa para poder acariciar mejor mis tetas mientras notaba como mis dedos llegaban a los puntos más sensibles. Fue cuando no pude evitar un fuerte gemido mientras, sin querer, empujaba la puerta con una de mis rodillas.

Jessica y Cristina dejaron lo que estaban haciendo en cuanto me vieron en el umbral con una mano metida dentro de mis bragas y otra estrujando una de mis tetas. Yo me quedé petrificada, muerta de vergüenza. Jessica no se esperaba aquello. Durante unos segundos, que me parecieron horas enteras, ambas se me quedaron mirando en silencio. Por un momento, me esperaba una fuerte reprimenda.

Sin embargo, lo que ocurrió fue muy diferente. Inesperadamente, las dos se pusieron a sonreír maliciosamente.

- Baya con la pequeña Paula –dijo Cristina sarcástica -. Ha resultado ser una curiosa…

- Y parece que no le ha desagradado del todo el espectáculo… -dijo Jessica mientras me miraba de arriba abajo.

Cristina susurró algo al oído de mi hermana y, tras soltar unas perversas carcajadas, volvieron a mirarme. Jessica alargó un brazo hacia mí y me hizo el gesto de venir con el dedo mientras su sonrisa se volvía más maliciosa.

Comprendiendo al instante lo que querían, comencé a avanzar lentamente hacia ellas…

El Autor de este relato fué Freya , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=12639&cat=craneo (ahora offline)

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Jessica era mi hermana mayor. Ella tenía diecisiete años y yo catorce cuando ocurrió lo que voy a contar.

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2020-08-18

 

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