Una vez que nos acostumbramos a encontrarnos dos o tres veces por semana, Lucho, Saúl y yo lo hicimos con una regularidad hermosa. Por la mañana Facundo, Lucho y yo íbamos a nuestros respectivos colegios, y Saúl trabajaba turno corrido en la farmacia. Mi hermano Facundo y yo volvíamos a almorzar, y allí estaba Fabiana, la chica que trabajaba en casa, esperándonos con la comida servida en la mesa. Almorzábamos solos Facu y yo, la sirvientita levantaba la mesa y lavaba y limpiaba todo, y se iba, a eso de las 3 de la tarde. Facu y yo nos íbamos a nuestros dormitorios, y nos tirábamos una horita.
A las 4 Saúl salía de la farmacia, y se venía derechito a nuestra casa.
Llegaba a las 4 y 10 ó 4 y cuarto, y ahí empezaba la orgía. Yo bajaba, ya desnudita, y yo lo desnudaba a Saúl. Y casi siempre cuando los dos estábamos en bolas llegaba Lucho, que en seguida se quitaba la ropa y entraba en acción.
Yo empezaba por besarlo a Saúl con un beso de lengua largo y calentón, y después me iba a darle un beso igual a Lucho. En seguida les agarraba las dos pijas, con mis dos manos, y me disponía a chupar una y otra, en forma alternada y pendular, hasta que me ponía en cuatro patas y uno de ellos me la metía en la boca y el otro en la conchita. Cuando los dos acababan, invertían la posición y vuelta a machacarme por los dos lados. Les confieso que yo nunca era más feliz que a esa hora de la tarde, cuando mis dos amigos me llenaban de leche la boca. Y en cuanto a los forros que se ponían para cogerme por la conchita, yo había aprendido a no desperdiciar las leches, ya que les sacaba los forros y me desparramaba todo su contenido en mi cara, en mi cuello, en mis tetitas, en mi panza. (Esto lo conté en la 2ª parte de mi historia)
Todo iba muy bien. Pero un día vino Saúl y, después de la tarde de sexo total, nos contó que se había puesto de novio, y que a lo mejor empezaba a venir menos... La chica, Sarita, era de la misma edad que él, es decir 17 años, y parece que se querían mucho. Lo cierto es que Saúl empezó a faltar cada vez más. Las tardes eran solamente para Lucho y yo. Lo bueno fue que Saúl no se olvidó de su compromiso, y siguió trayéndonos las cajas de forros. Pero ahora no se los llevaba a Lucho, sino que venía a verme a mí, y me los dejaba. Cuando venía, yo lo noté distinto. Le ofrecí, por supuesto, chupársela y que cogiéramos.
Él aceptó varias veces, al principio, pero después de a poco me iba diciendo que mejor no, que quería ser un pibe distinto, por Sarita. Me gustó eso, y me empezó a enseñar lo lindo que es enamorarse... A lo mejor cuando a mí me pase yo también quiero reservarme para el pibe que elija mi corazón.
(¿Parece muy romántico para una chica que se enorgullece de ser una experta chupapijas? Bueno, creo que la vida tiene esas contradicciones; no sé, ya el tiempo me lo dirá)
Voy a lo que quería contarles. Resulta que Lucho y yo nos quedamos solitos, en esas tardes tan hermosas en que la pasábamos a puro sexo. Pero es lógico: después de algo así como un año de hacerlo solitos desde mis 12 años y medio hasta mis 13 y medio los dos empezamos a querer buscar una variación.
El primero que habló fue Lucho. Me dijo que él había comentado con sus compañeros del cole que había una amiga suya que le chupaba la pija tres veces por semana, y que le tomaba toda la leche, y que se dejaba coger si era con forro. Y que era linda, y que tenía 13 años, y todo lo demás. Los compañeros del Lucho se entusiasmaron, y le pidieron que se las presentara.
Y entonces el Lucho me vino a pedir permiso para que un día los trajera, en grupitos o de a uno, como yo quisiera. Como yo también estaba queriendo variaciones a nuestros encuentros, le dije entusiasmada que sí, que al día siguiente se viniera con dos o tres o cuatro, y que yo los iba a satisfacer a todos. Y así hizo. A las 4 de la tarde el Lucho se apareció con tres compañeros.
Todos tenían 13 ó 14 años, y eran lindos y pintones. Les pedí que no me dijeran sus nombres, porque me iba a excitar mucho más el coger con desconocidos. Lucho comenzó abriendo camino, desnudándose, y me pidió que yo también me sacara toda la ropa. Yo, excitada por la mirada de deseo de los tres pibes, me empecé a desnudar, despacito y con picardía. Y les pedí que todos ellos también se sacaran la ropa. Lo hicieron en unos segundos, y quedaron en bolas antes de que yo hubiera terminado de sacarme la bombacha. Les vi las pijas, hermosas, duras y apuntándome. Foro ciclismo
Y entonces me abalancé a chupárselas. Uno por uno, con pasión y desesperación, me las iba metiendo en la boca por turno, y mientras chupaba una pija tenía las otras dos en cada una de mis manos. Los tres pibes me acabaron en la boca, por turno, y quedé con la boca tan llena de leche como nunca antes.
Nos fuimos a tomar una Coca Cola, a la cocina, y a la vuelta les dije que si querían cogerme nos fuéramos arriba, a mi pieza, porque hacerlo en una cama era mejor. Los cinco es decir Lucho, los tres desconocidos y yo nos fuimos desnuditos hasta el primer piso, pasamos frente al dormitorio del Facundo, que estaba con la puerta cerrada, y llegamos a mi pieza.
Ahí le metimos con todo. Mientras uno de los pibes me cogía, otro me daba su pija en mi boca, y los otros dos uno de ellos era Lucho se ponían al alcance de mis manos, para que yo los pajeara. No sé cuántas horas estuvimos así. Cuando cada uno acababa, cambiaba de lugar. Lo cierto es que todos me cogieron, todos me acabaron de nuevo en la boca y a todos los pajeé. Una cosa que me asombró es la resistencia de esos chicos, incluido Lucho, que estaba como potenciado en sus fuerzas por la situación excitante. Y la capacidad de todos, ya que parecía que había una fábrica de leche en sus bolas. Ese día me tomé como un litro en total.
Cuando se fueron, Lucho les aclaró que la próxima vez le iba a tocar a otro grupo, porque todo el curso quería coger conmigo. Todos estuvieron de acuerdo, y nos despedimos hasta la semana siguiente, o cuando les tocara de nuevo a ellos.
Y eso no fue todo. Porque a eso de las 8, cuando los pibes y Lucho se habían ido, y yo me estaba bañando, mi hermano Facu salió de su pieza, y entró en el baño, desnudo, sin pedir ni permiso. Mientras yo me duchaba, se sentó en el inodoro con la tapa bajada, y me planteó su situación.
Me dijo que el asunto con Sofi daba para muy largo, y a lo mejor ni siquiera se daba. Y que yo era una egoísta, porque cogía con todos los chicos que quería, mientras él se tenía que conformar con hacerse la paja: y para demostrarlo, se empezó a masturbar. Era la primera vez que lo veía pajearse, y la primera vez que le veía la pija completamente dura. No puedo decirles que no me entusiasmé, pero sabiendo que era mi propio hermano ni tuve la idea de chupársela. Así que me limité a mirarlo cómo se pajeaba y tiraba la leche en el lavatorio, y luego se mojaba la pija con agua y se la secaba con la toallita que yo tenía para secarme la cara. Y me dijo claramente que él sabía que yo tenía varias compañeritas de mi misma edad que cogían de lo lindo, y que eran más o menos putitas como yo, o más todavía. Y que lo que tenía que hacer era traerme a una, a la más putita de ellas, a nuestra casa, una de esas tardes, e integrarla a mi orgía, y entonces el Facu bajaría también en bolas y se dedicaría a cogerse a mi compañerita (por supuesto que a mí me ignoraría, porque él sentía la misma prohibición que yo a hacer esas cosas entre hermanos). Y me dijo también que mi compañerita la pasaría asimismo muy bien, porque además de coger con él, con Facu, podía compartir sexo con los otros chicos, a medida que yo los fuera... desocupando.
La idea me encantó, y la acepté. Y me propuse hablar con algunas de mis compañeritas, para atraerlas a nuestra casa una de esas tardes tan hermosas, en que las cogidas y las chupadas estaban en su apogeo.
Cómo lo hice, se los cuento en el siguiente capítulo.
Daiana Sanz Suter
El Autor de este relato fué Daiana Sanz Suter , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=6837 (ahora offline)
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2025-03-06

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