Relatos cortos fantasia Rol Janderk "El Recolector"

 

 

 

El invierno es duro por la norteña región de los Fiorders, más aún si recorres a lomos de un bisonte en celo la temible meseta del Rugh, acompañado de un imberbe pigmeo albino de las minas del sur de Kretin montado en un apestoso jabalí de asalto. Estas cargantes adversidades no eran nada para Janderk, el indómito visir del cetro de Senferk. El único incordio era la interminable cháchara del bravucón pigmeo, jactándose de cientos de heroicidades en los campos de la batalla y del amor. Aunque la mayoría de sus escabrosos relatos épicos eran insoportablemente tediosos algunos, al menos, salpicaban gotas de calenturienta imaginación. Ejemplo de ello fue la crónica en la que el pigmeo se enfrentó a un membrudo batallón de fieras y bellas amazonas, en una remota y párvula isla sin nombre en el tremebundo mar de Yull, a las que después de vencer con abrumadora facilidad violó, repetidas veces, una por una sin importarle si estaban vivas o muertas... Pura basura que aburría a Lord Janderk. Si el visir de Senferk y abad del templo de Balark en la costa meridional de Luw no decapitaba al insolente pigmeo llamado Kureco era porque le gustaba tener a un bufón para su uso particular al que poder torturar en las horas de hastío.

 

Kureco había sido escogido entre cientos de kretinos para una difícil misión; encontrar el antídoto para el veneno que ingirió el Virrey de Kretin de una copa de hidromiel que le había ofrecido el embajador de Kanei, principado fronterizo a Kretin.

Al anciano brujo de palacio tras hacer una invocación con la sangre del embajador a los espíritus locales, le fue revelado que el antídoto era una enjundia que se encontraba exclusivamente en los bigotes de las langostas bimbas del gélido mar de Kool, al norte de la región de los Fiorders. Era una tarea exclusiva para valientes. Kureco demostró serlo al ofrecerse a Janderk como compañero de viaje, al cual encontró hacía cuatro jornadas en una apestosa taberna llamada "La gentil legumbre" en la aldea de Heinkesvic, hasta que tuvieran que separarse al llegar a la hirsuta falda del collado Glandesterg. Cuando el pigmeo más demostraba su valentía era a la hora de conversar con él.

-Mi señor, ¿por qué tenéis el sobrenombre de El Recolector? -dijo Kureco intentando olvidar el vehemente frio ártico.

-¡Miserable enano!, ¿cómo te atreves a interrogar a un superior? De donde provengo eso está penado con la muerte por desmembramiento. ¡Maldito malaka! -exclamó escupiendo una densa e ingente flema verde al rostro de Kureco.

-Mi señor creía que los de la nobleza erais de corazón puro... ¿Por qué humilláis a un inferior de esta manera? -dijo mientras se limpiaba el esputo, antes de que se congelara y pudiera infligirle alguna herida, en el pelaje de su montura.

-¿Insistes?, ¡ja, ja, ja...! -rió tan sonoramente que provocó que el pequeño cuerpo de Kureco se agitara-. En verdad me haces reír bufón. ¿Acaso no sabes que rindo culto al Panteón Hersh, encabezado por el dios Jem, deidad del sino y de las desgracias, más conocido como el dios castrado, que sólo llega a alcanzar orgasmos cuando se produce un holocausto? -tras decir esto se cogió los testículos-. Sus heraldos somos sus gónadas perdidas. Mejores Alfombras de Hidromasajes

-¿Por qué me reveláis esta información, amo? -al decir esto Kureco se tapó su gran boca con sus pequeñas y delgadas manos.

-¡Escoria! -exclamó olvidando su imperturbable e ínclita compostura. En su frente un vaso sanguíneo palpitaba alarmantemente, fijó su vidriosa y ensangrentada mirada en el kretino-, Aun insistes en interrogarme -sacó su bermeja lengua y la mordió hasta que la sangre volvió parte de su dorada barba pelirroja-... Hace tiempo que no rindo culto Jem como es debido. Sea.

Janderk en un veloz movimiento desenfundo su sedienta espada de dos manos y de un limpio corte separó la cabeza del cuerpo de Kureco, e inmediatamente hizo lo mismo con la montura de éste. El robusto animal corrió algo más de cien metros al galope dejando atrás a su difunto jinete, frenó en seco y cayó sobre un costado. El abad del templo de Balark pinchó la cabeza del pigmeo con su espada como si fuese una oliva, después se la ofreció a su bisonte que la aceptó con gusto, tragándosela sin apenas haberla masticado. Y dejó el cuerpo de Kureco y la cabeza de su montura, que estaban tiñendo de grana la hasta entonces inmaculada nieve, para los hambrientos zorros árticos.

Avanzó unos metros hasta donde cayó el jabalí. Aprovechó que en aquel momento no nevaba para encender allí mismo una fogata, con un poco de leña seca de sauce recogida en la mañana anterior por el desafortunado pigmeo. Sentado con las piernas cruzadas y reconfortado por las llamas seccionó las cuatro patas al porcino con la ayuda de una daga cristalina, que consiguió tras ganar en justo combate con un gigante de ébano en la región tropical de Ziwuakanda, y arrojó el resto a su montura, ésta devoró con ansia las tibias entrañas del difunto jabalí de asalto. Tras despellejar las extremidades asó una someramente con un poco de tomillo y pimienta negra, la cual decidió comerse un poco más tarde acompañado de una jarra de cerveza tibia, y metió en una gran tamuga con sal y especies las tres restantes con vistas a su largo viaje al Shogunado de Hirokena. El visir de Senferk realizaba aquel largo viaje por que no le parecía adecuado que el Shogun de Hirokena poseyera la garra de jade de el dragón Fey-Fan, garra que estaba dotada con el don de arrebatar la vida o insuflarla sobre cualquier persona, animal o planta que tocara. Si el abad del templo de Balark consiguió o no obtener la garra del dragón esa es otra historia.

Quizás todavía os estaréis preguntando por qué Janderk tiene el sobrenombre de “El Recolector”. Os confieso que este cronista no tiene la más mínima idea... Si vuestra curiosidad es mayor que vuestro instinto de supervivencia podéis preguntárselo personalmente; en esta época del año lo encontrareis en su torreón de la llanura de Lends, a tres millas al este de la ciudadela de Heñark... Pero no le comentéis que he sido yo quien os lo ha dicho.

El Autor de este relato fué Jos%E9 I. Collado , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=3234&cat=craneo (ahora offline)

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El invierno es duro por la norteña región de los Fiorders, más aún si recorres a lomos de un bisonte en celo la temible meseta del Rugh, acompañado de un

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2025-02-15

 

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