Relatos cortos fantasia Romantica El renacer de una mujer especial

Cuando los hijos crecen, junto a sus figuras crecen las alas y los deseos de volar. Sumando a ello su nueva condición de mujer sola, la situación se hacía complicada. Había que tomar una decisión, serían las primeras vacaciones en soledad o sencillamente debería resignar su descanso anual. Había que tomar una decisión, serían las primeras vacaciones en soledad o sencillamente debería resignar su descanso anual. El renacer de una mujer especial El renacer de una mujer especial

 

 

 

El renacer de una mujer especial

Había que tomar una decisión, serían las primeras vacaciones en soledad o sencillamente debería resignar su descanso anual.

Cuando los hijos crecen, junto a sus figuras crecen las alas y los deseos de volar. Sumando a ello su nueva condición de mujer sola, la situación se hacía complicada.

Un año desgastante, pleno de cambios en lo laboral, exigían un tiempo para el reposo y la tranquilidad.

Lo pensó una y otra vez, hasta que haciendo uso de aquella fortaleza que esconde y sólo saca a relucir cuando es necesaria, como un último recurso, habilitó su teléfono celular y tras conversarlo con Inés, su amiga de toda la vida, cruzó la última frontera para ingresar a la agencia de turismo y dio el sí. Maceió la estaba esperando.

Como si huyera de la ciudad, de su rutina y del destino, partió por la noche rumbo a la Capital. Solo unas horas para despedirse de sus seres queridos en aquella ciudad y abordó aquel pájaro de acero gigante que la llevaría a la ilusión de una nueva experiencia.

Un bus esperaba al contingente, el recorrido hasta el hospedaje era pleno de colores, colores tan vivos como los de aquel último ramo de fresias recibidas. Los recuerdos volvían a inundar su alma y sus ojos de brillantes perlas que escondía tras aquellas gafas oscuras.

La llegada al imponente hotel la volvió a la realidad, completó los trámites de rigor y como en medio de la niebla matinal de su ciudad por adopción, pareció escuchar a los guías que les dejaban en libertad hasta la mañana siguiente.

Subió a su habitación, desplegó su equipaje y se preparó a tomar esa ducha revitalizadora que su cuerpo requería.

Despojada de toda prenda, ingresa bajo la delicada película acuosa que reduce su temperatura corporal. Ligeros escalofríos contrarrestan el exceso de calor y reducen la tensión de sus músculos.

Un pensamiento invade su mente: “Sí María, estás iniciando tu descanso merecido.” Una sonrisa se dibuja por primera vez en su rostro desde que salió de su casa. Coloca esencia de jazmines para perfumar su piel y toma un baño de inmersión muy relajante.

Media hora después, más serena, envuelve su cuerpo en un toallón y sale del recinto rumbo a la mullida cama.

Alistó la indumentaria sport que tan bien le sentaba a su figura entallada. Telas livianas que enfundan un cuerpo que no demuestra el paso de los años, los colores suaves resaltan el ligero color cobrizo de su piel y las infaltables gafas oscuras enmarcar el rostro.

Baja al bar del hotel, contempla a los ocasionales pasajeros en busca de un grupo al cual integrarse, para disfrutar de una tarde en libertad. Pide una gaseosa bien helada.

Coloca las gafas a modo de sostén de su cabello y goza del panorama. La vista de la piscina del hotel y más atrás como fondo de una postal, la unión de las claras aguas del mar con las blancas arenas.

Está ausente, ebria de tanta tranquilidad y con su mente volando a momentos que otrora mostraban a sus pequeños disfrutando de las arenas de las playas de Villa Gesell, que no notó como dos mujeres que aparentan su misma edad se han aproximado a ella. Tan sólo el saludo de una, la de cabellos rubios, la trae de vuelta a aquel lugar.

- Buenas tardes, ¿sos argentina, cierto?

- Sí, ¿ustedes también?

- ¡¡Gracias a Dios!!. Pensamos que estaríamos solas y no conocemos nada ni nadie. ¿viajaste sola?- acotó la mujer mientras se sentaban junto a ella.

Un meneo de cabeza afirmativo reemplazó una frase que podría volverla demasiado sensible.

- Es mi primer viaje así.

- Si no te molesta, podemos juntarnos y disfrutar las tres juntas –remató la blonda mujer – ya que formamos parte del mismo tour.

- Ok. Me llamo María y vengo desde Bahía Blanca. ¿Ustedes?

- Luciana de Córdoba capital – confirmó la más locuaz de las mujeres

- Dora, de Carlos Paz – mencionó la morocha que hasta allí solo se había limitado a observar.

Y así empezó la relación entre las damas. Charlaron animadamente por espacio de casi dos horas comentando de sus primeras impresiones en ese paradisíaco lugar. Los motivos de su viaje, las ganas de disfrutar, la integración de sus familias y otros tantos temas fueron parte de la conversación y de una colección de botellas vacías de gaseosa.

- Nosotras vamos por una ducha y si te parece bien, nos encontramos a eso de las 7 para salir a dar una vuelta antes de la cena ¿Ok?

- Bárbaro, las espero aquí, en este mismo lugar.

Pagaron sus consumiciones, se despidieron y partieron cada cual hacia un lugar distinto. Las cordobesas a su habitación y María rumbo a la piscina.

Recorrió el sendero que unía le sector de la piscina que se hallaba atestada de gente y fue en busca de la playa privada del hotel.

El sol abrasaba a cuanta persona tratara de deslizarse por las cálidas y blancas arenas de aquel lugar, el trópico está en su máximo esplendor, mientras a escasos 20 metros un pequeño grupo de palmeras resguardaba un conjunto de mesas con coberturas de hojas de palmera a modo de techos.

Llegar hasta allí fue una odisea, lo tórrido del aire castigaba su rostro y la temperatura de la superficie superaba la base de las sandalias para entremezclarse con la piel de sus pies.

Tan pronto como alcanzó una silla, se ubicó en ella y elevó sus pies para liberarlos de aquel castigo ardiente. Se quitó las sandalias y pasó sus manos por la planta para eliminar los restos de arena hirviendo.

Un moreno joven, que portaba una bandeja en una de sus manos, le extendió una bebida que rebalsaba de hielo.

- Gracias, pero no solicite nada aun.

- No se preocupe señora, entiendo muy bien lo que representa pasar este tramo del terreno a estas horas. Además, el trago es gentileza de la casa. – respondió el moreno en un perfecto castellano.

Aceptó el cóctel y quedó rendida bajo la sombra de aquellas palmeras. La tela de su blusa se había adherido a su cuerpo producto del sudor, tornándola incómoda.

La imagen del mar calmo, con colores claros y brillantes la sumieron en pensamientos y añoranzas. Tomo su celular y redactó un mensaje a su hija. Lo envió con la secreta esperanza de recibir pronta respuesta que la aliviara de aquel sentimiento que comenzaba a invadirla.

Al cabo de 4 minutos recibió la ansiada respuesta que solo contenía tres palabras: “Relájate y goza”. La sonrisa volvió a su rostro, una nueva experiencia comenzaba y pensaba disfrutarla a pleno.

Volvió el moreno a su mesa, retiró el vaso vacío y le aconsejó:

- Baje a la playa bien cubierta de ropas si lo hace a estas horas, si pretende estar más cómoda, hágalo al atardecer. La temperatura es agobiante en este horario.

Agradeció el consejo y calzándose las sandalias emprendió el retorno a su habitación.

Mientras recorría el camino de regreso, dos pensamientos rondaban en su cabeza: el consejo del mesero y las palabras de su hija. “¿Por qué no?” se preguntó. Ingreso al hotel y tras colarse en su habitación, volvió a abrir el armario con sus ropas. Tomó del interior una malla y un sombrero que la protegiese del sol, los calzo; de su bolso de viaje extrajo un libro y volvió a la vera de la piscina.

Se ubicó en una reposera, protegida del sol por una sombrilla y se dispuso a leer aquel libro que tantas veces inició y jamás había logrado terminar. Protegió su piel con las cremas de rigor y recostándose dejó que el sol mimase su cuerpo al tiempo que iniciaba la lectura. No quedaban dudas, una nueva María estaba naciendo...

Una a una devoró con avidez las páginas de “El alquimista”. Había llegado a la tercera parte del libro cuando su piel avisó que necesitaba refresco. Dejó a un lado, sobre la mesa, el libro, las gafas, el toallón y se dispuso a ingresar al espejo de agua.

La sorprendió la tibieza del líquido elemento al primer contacto con su piel, se sumergió en las ya más tranquilas aguas de piscina y liberó las escasísimas porciones de tensión que su cuerpo presentaba. Disfrutó al máximo de sus posibilidades de aquel momento.

Ya repuesta de sofocón, volvió a su butaca y retomó la lectura, la tarde transcurría en paz.

Las primeras sombras dejaron en claro que la tarde estaba tocando a su fin. Recogió todas las pertenencias e inició mentalmente el repaso de todo lo que deseaba hacer en ese momento del día. “Ducha rápida, elección de ropas adecuadas para un paseo, la cámara de fotos y bajar al bar para esperar a las chicas” era el programa inmediato.

Cuando cubierta tan solamente con su ropa íntima se posó frente al espejo, logró notar los primeros tonos rojizos que el sol había dejado como en ella como secuelas de su exposición. Tomo la blusa de gasa negra y la enfrentó a su cuerpo para verse y comprobar que tan bien le sentaba, pero la imagen no la satisfizo. “Mejor quedará el blanco, resaltará el bronceado” pensó mientras una pícara sonrisa bordada de perlas iluminó su rostro.

Eligió un pantalón negro de tela muy suave, sandalias que hacían juego y tras colgarse al hombro una cartera, fue en busca de sus compañeras de andanzas.

Tal y como se habían comprometido, se encontraron en el lugar previsto y tras brevísima charla e intercambio de saludos se pusieron en marcha.

Las primeras luces se encendían y daban un aspecto majestuoso al centro comercial. Los artículos regionales, las emulsiones protectoras y los más diversos productos ocupaban en gran parte las vidrieras de los locales. Desde las marcas más reconocidas hasta las más ignotas tientan a los turistas a efectuar compras compulsivas.

El trío solo se contentó con contemplar y hacer todo tipo de comentario respecto a lo que aparecía ante sus miradas a cada paso, el valor de los elementos y sus usos eran en algunos casos, poco menos que indescifrables. The 15 Best Marvel Netflix Characters Ranked

Tras tres horas de caminata, emprendieron el regreso. Solamente dos pequeñas bolsas albergaban algunas ropas muy holgadas que habían adquirido, serían los uniformes para los recorridos de los próximos días.

Con el caminar, las distancias parecían ampliarse, el cansancio estaba empezando a hacer mella en las turistas. Tan pronto llegaron al hotel, se encaminaron al sector destinado a restaurante para recuperar energías.

Ocuparon una mesa, donde dejaron sus pertenencias y fueron en busca de algo para cenar. Se sirvieron frutas y verduras para reponer energías a las que acompañaron con una botella de buen vino para brindar por esta amistad naciente.

- Mañana toca recorrido por playas cercanas – comentó Luciana – me pienso llevar una malla bien chiquita, para broncearme.

- No seas loca, te vas a poner terrible. Viste que nos avisaron que la temperatura es altísima y te puede hacer mal – Le recordó Dora.

- Tiene razón Dora, deberías cuidarte para no perderte el resto del viaje- confirmó María.

- Bueno che, parecen mis hijas retándome

Rieron las tres de buena gana, sin duda tenían una afinidad natural. La cena transcurrió en buen clima, donde las risas y las chanzas eran moneda corriente.

Al momento de la sobremesa, Dora abrió su cartera y extrajo un paquete de cigarrillos y lo extendió a sus compañeras que una a una agradecieron su oferta pero declinaron de aceptar, pues ambas habían abandonado aquella costumbre.

Se hallaban en plena charla cuando se aproximó una señorita que vestía el uniforme del hotel. En un portugués muy fluido las invitó a pasar a la sala de espectáculos donde un grupo daría la fiesta de recepción a los nuevos visitantes, o al menos eso lograron entender. Aceptaron la invitación a sabiendas que no durarían mucho, pues estaban rendidas.

Puntualmente se inició la función. Un grupo danzaba con la plasticidad típica de los brasileños al son de ritmos cálidos, los juegos de luces creaban una atmósfera especial para aquella coreografía.

La ligera penumbra comenzó a producir efecto en María. El cansancio se sumó a ese ambiente e hizo que sus párpados tuviesen cada vez más peso. Bastó que los animadores de la velada invitasen a los recién llegados a participar de los bailes, para que ella se despidiese de sus compañeras y se encaminase a su habitación.

Tan pronto cruzó la puerta, se quitó el calzado y segundos después caía pesadamente sobre la cama. Estaba rendida pero feliz de haber disfrutado tanto de su primer día en la ciudad.

No supo en que momento, pero sus ojos se cerraron y cayó en los brazos de Morfeo.

Sobresaltada escuchó los golpes en la puerta de su habitación. La voz de Dora la requería.

- Buenos días. Vamos, debes levantarte pues partimos en excursión en 20 minutos- dijo, mientras le señalaba el reloj en su muñeca.

- ¿Tan temprano? Partíamos a las 9:30 – murmuró María.

- Precisamente hermosa. Son las 9 de la mañana.

Sorprendida, observó el reloj y confirmó los dichos de Dora. Tan rápido como pudo, pasó por la ducha, se colocó aquel vestido que habían adquirido la tarde anterior, las sandalias, el sombrero y tras peinarse y tomar las gafas, fue al ascensor.

Cuando llegó al recibidor del hotel, notó que no era la única que aún llevaba rastros de un despertar reciente. Los rostros de la mayoría de los viajeros marcaban lo poco que llevaban despiertos o lo que era peor, que aún no habían dormido.

Solamente Dora parecía haber descansado tranquilamente, Luciana era el fiel retrato de un zombi.

- No imaginas la fiesta que te perdiste – dijo Luciana , mientras subían al transporte- bailamos hasta el amanecer

- Si, claro, pero ahora pagás las consecuencias – replicó Dora.

- En cambio, yo dormí como un ángel – manifestó María.

Comenzó el recorrido del bus, la ciudad quedaba atrás. El paisaje era sencillamente precioso. Las tonalidades de verdes entremezclados con los colores de las flores que bordeaban el camino.

Uno de los guías relataba historias a cada momento y ante cualquier sector que pasaban en un portugués perfecto en tanto una muchacha hacía algo similar pero en castellano. Solamente interrumpían las voces de los guías los disparos de las cámaras fotográficas.

Tras recorrer una hora y media de caminos, el bus se detuvo. La primer parada del recorrido se hallaba ante los viajeros. El poblado llamado Gunga, apareció a la vista de los turistas. Aguas claras, arenas blancas y no tan calientes como los de Maceió.

Los visitantes fueron invitados a subir a un barco que hacía un recorrido a unos kilómetros de la costa, rodeando bancos de corales que albergaban miles de peces de colores que se paseaban en derredor del mismo.

María estaba extasiada por las imágenes que veía. No paraba de disparar con su máquina de fotos como cazador frente a una presa que se acerca tratando de atacarlo.

Tras el paseo marino, y ya nuevamente en tierra firme, fueron invitados a pasar a unas barracas donde degustaron productos del mar, bebidas típicas de la zona y un breve espectáculo brindado por dos parejas de danzas.

Aquellos que deseaban, podían tomar clases con los bailarines. Los que no, bajaron a disfrutar de las playas antes de que el sol se tornase una tortura.

María aceptó esta última opción y quedó asombrada de cómo los pequeños peces de colores le acompañaban en su refrescante baño. Pasaban a su lado como si se tratase de algo natural.

Siendo las 11 de la mañana, volvieron a subirse al bus y retomaron el camino. Nuevamente paisajes tropicales, verdes de distintas tonalidades, flores y unas formaciones arenosa que toman distintos colores.

La tarde transcurrió de igual modo, paseos, nuevas playas y todas de igual belleza. Siendo casi las 19, iniciaron la vuelta al hotel. Por primera vez, la lluvia se hizo presente y junto a ella, el silencio que acompañaba el descanso de los pasajeros del vehículo.

Con su rostro casi pegado a la ventanilla, María observaba las luces a lo lejos y las gotas de lluvia hacían borrosa su visión. Tan borroso como los recuerdos de los motivos que habían propiciado aquel viaje.

“Estoy viviendo un tiempo especial. Me siento libre y creo que renacen mis ganas de ser mujer” había escrito en la pantalla de su celular. Sabía que su hija, ya a estas alturas confidente y amiga, comprendería sus palabras por lo que pulsó el botón de envío, dejando en claro los cambios que estaba experimentando.

Las luces de la ciudad se fueron multiplicando y ampliando, ya iluminaban casi en su totalidad a los ocupantes de transporte, que uno a uno fueron despertando de su breve descanso. El sonido del mensaje recibido completó la faena: “abrí tu correo” era la respuesta que su confidente le enviaba.

Llegaron al hotel, el bus y la lluvia, junto a los pasajeros. Esa noche no hubo tiempo para fiestas ni bailes, estaban demasiado rendidos para continuar con la diversión. Muchos partieron rumbo a sus habitaciones, incluidas sus compañeras.

Sola, se dirigió al restaurante. Pidió una gaseosa y repuso sus fuerzas con un plato de ricas pastas acompañadas con salsa rosa.

Subió a su habitación, solicitó la conexión a internet e ingreso a su casilla de correos electrónicos. Halló 5 mensajes, de los cuales solamente leyó aquel que el fruto de sus entrañas le había enviado. Abundaba las felicitaciones y el pedido de mantener ese ánimo que demostraba cada vez que enviaba un mensaje de texto desde el celular.

Su felicidad era plena, ya que contaba con la aprobación de los integrantes de su familia y su alma se nutría a cada momento de nuevas imágenes que le hacían notar de lo bueno que había sido aceptar el desafío. Respondió la misiva electrónica y cerró la conexión, su cuerpo exigía descanso.

Repitió la ceremonia del día de su llegada. Dejó caer sus ropas, quedando virtualmente desnuda y preparó todo lo concerniente al baño de inmersión, las sales de baño con aquel aroma que amaba, las ropas para cubrirse al salir de la bañera.

Apagó las luces de la habitación, excepto las del baño. Abrió la ventana del dormitorio y dejó ingresar el aire fresco perfumado por las flores del jardín. En la penumbra de aquel cuarto, se encaminó a la tina que la esperaba para devolverle la vitalidad y lozanía que jamás había perdido, tan solo la había escondido bajo esas ropas oscuras que la acompañaron desde aquel maldito final del 2003.

Cuando volvió a lecho, decidió que era una noche especial. Se colocó aquel conjunto blanco con puntillas que parecía transformarla en una diosa griega, realzando sus formas. Se tendió en la mullida cama y pensó: “En estos dos días ha nacido una nueva mujer en mí. Solo falta la compañía de alguien que me ame como yo he amado ¿existirá ese hombre?”. Y así, en medio de esa mezcla de aseveración y duda, cerró los ojos para dormir y soñar que aquel príncipe azul que añoraba llegaría.

Si María, como en los sueños, los príncipes azules siguen existiendo. Algunos más evidentes y otros no tanto, pero existen y ten por seguro que el tuyo ha de llegar. Solo bastará con que mires con tus nuevos ojos, los ojos del amor y la esperanza.

FIN

Alejandro Gabriel Sallago.

El Autor de este relato fué Alejandro Gabriel Sallago , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=7094 (ahora offline)

Relatos cortos fantasia Romantica El renacer de una mujer especial

Había que tomar una decisión, serían las primeras vacaciones en soledad o sencillamente debería resignar su descanso anual. El renacer de una mujer espec

relatoscortos

es

https://cdnimages.juegosboom.com/cuentocorto.es/1220/dbmicrodb2-relatoscortos-relatos-cortos-fantasia-romantica-el-renacer-de-una-mujer-especial-2528-0.jpg

2020-04-19

 

Relatos cortos fantasia Romantica El renacer de una mujer especial

MÁS INFORMACIÓN

El contenido original se encuentra en https://www.relatoscortos.com/ver.php/
Todos los derechos reservados para el autor del contenido original (en el enlace de la linea superior)
Si crees que alguno de los contenidos (texto, imagenes o multimedia) en esta página infringe tus derechos relativos a propiedad intelectual, marcas registradas o cualquier otro de tus derechos, por favor ponte en contacto con nosotros en el mail [email protected] y retiraremos este contenido inmediatamente

 

 

Top 20