Relatos cortos ficcion Ciencia Ficción Quantum

 

 

 

El radiante sol brillaba en mi cara una mañana más en éste discreto pueblo holandés, miles de millones de duales fotones impactaban en mi rostro. Eran los minutos anteriores al comienzo de las clases en la escuela secundaria, siempre me gustaba irme sólo a tumbarme en la sombra de un árbol, me gustaba relajarme así. Nada de repasar o de hablar gilipolleces con nadie. Sería unos minutos después, en ese mismo lugar dónde le conocería.

Desde que descubrí la física cuántica, pasaba todo el día pensando en sus detalles. En principio me atrajo cómo derrumbó los cimientos de la física clásica. Más tarde, sus curiosas características y sus revolucionarias e inverosímiles teorías. Así descubrí hacia dónde enfocar mi vida. Sé dónde estoy y sé perfectamente dónde quiero dirigirme, cómo una partícula desplazándose a su destino, que sabe dónde es pero no que camino tomará, como en la integral de caminos de Feynman.

 

Así mientras tenía los ojos cerrados, noté que la luz disminuía, pensé que sería una nube interponiendose entre el Sol y yo, hasta que escuché un “buenos días”. Era un hombre ya mayor, era rubio cómo yo, aunque las canas ya le habían ganado bastante terreno a los cabellos dorados. Vestía de corte clásico aunque con una camisa horrible de variados colores. En una breve y espontánea charla me explicó que estaba de paso por la ciudad, se dirigía a Amsterdam a dar una conferencia sobre Física, y se pasaba por la escuela de aquí a “fisgonear un rato”, me dijo. Me dijo su nombre, Frank no recuerdo qué más, pero ni me sonaba, así que pensé que no debía ser alguien tan importante cómo parecían indicar sus palabras, no por lo que decía, ya que hablaba de manera sencilla y sensata, sino por cómo lo decía, como sí detrás de esas palabras hubiese una radiación de fondo ocultando algo.

Al decirme que era físico despertó mi interés, yo le dije los planes que tenía para el futuro, y cómo él no conocía a nadie y le sobraba tiempo acordamos una cita, en un café ubicado en un callejón, que sorprendentemente no me costó demasiado explicarle dónde era. Así tras las rutinarias clases, y tras la comida, me dirigí hacia la cita. Él llegó antes que yo, pues yo suelo ser bastante impuntual. Pidió lo yo más odiaba: batido de fresa, y me pareció pintoresca la imagen de alguien tan mayor tomando batido de fresa(algo más común entre las colegialas). Y la verdad, me decepcionó bastante la cita, pues apenas hablamos de física, me contó bastantes anécdotas de su vida, y soltaba bastantes chorradas y moralinas en plan filosofía barata. Parecía frustrado y esperanzado a la vez. Me comentó algo de poner en una balanza las aspiraciones personales frente a los sentimientos. Al parecer se sentía triste en cierta decisión que tomó hace tiempo, que cambiaría el rumbo de su vida para siempre, aunque no para mejor. No sé si tenía intención en profundizar en esa historia, pero cómo cuando empezó a hablar de relaciones sentimentales, mi rostro no podía disimular mi desinterés, él no lo hizo. Eso sí, al final le puso la guinda con un aparentemente sabio consejo, me miró fijamente a los ojos y me dijo: “Cuidado con romper ciertos enlaces, puedes arrepentirte toda tú vida”. Aquí ya perdió el poco crédito que le quedaba. Cómo nota positiva destaco que me encantaba cómo se expresaba. Me fijaba más en el continente de sus palabras que en el contenido, así más que antes un físico me sentía cómo si estuviese enfrente de un poeta. Tras la bonita pero poco interesante tertulia, me despedí de Frank, y me dirigí a recoger a Clara de la tintorería en la que trabajaba. Viajes y turismo

Fue quizá la primera vez que me sentí incómodo con ella, pues la situación era difícil: en unos días marcharía a estudiar Amsterdam, y en fría analogía con la ley de Newton, la fuerza atractiva decae con la distancia, ¡Y para colmo elevada al cuadrado! Mi partida coincidía también con la de mi familia, que también abandonaban la ciudad por motivos de trabajo que ahora no vienen al caso. Así que una vez que me marchase todo apuntaba a que no regresaría en demasiadas ocasiones.

Llegó el momento más amargo, tras despedirme de la familia una hora antes, me encontraba con Clara en la estación de tren, justo antes de partir. La escena me recordó a esas películas dramáticas en blanco y negro. Además el universo parecía conspirar para retocar ésta imagen, pues se nubló y rápidamente comenzó a llover.

Así entre gotas de lluvia y lágrimas, me encontraba en una típica pero no por ello menos dolorosa, despedida. Todo transcurría con normalidad y tristeza hasta que ella dijo: “Cuidado con romper ciertos enlaces, puedes arrepentirte toda tú vida”. Fueron las últimas palabras de la despedida. Me quedé tenso, ausente, después en el tren todos me miraban muy mal, debían pensar que me encontraba en algún estado inducido por las drogas, no salía de mi asombro y no sabía que hacer. Paralizado es la palabra. Mientras me convencía de que la coincidencia era solo eso, una coincidencia, sonó el móvil. Era Clara. Y lejos de estar triste, estaba alegre, más bien eufórica. Me comentó que ella también marcharía a vivir a Amsterdan, pues al llegar a su casa se encontró a su familia gritando y saltando, al principio se asustó, se percató de que eran gritos de alegría y después su padre le explicó que habían ganado un premio multimillonario en la lotería, Clara le replicó que ellos nunca jugaban, así su padre le puntualizó que un misterioso hombre le sorprendió en la calle, parecía un vagabundo con una vieja gabardina marrón, y con una camisa colorida de niño pequeño. Al principio le dio miedo y desconfió de él, pero acepto lo que quería solo para que se fuese, le intentó convencer para que guardase un boleto que le regalaba, diciendo no sé que historia de que el universo conspiraría para que le tocase. Estuvo en un tris de romperlo poco después, pero al ver que era válido, que no se había jugado y que como lo viese el sospechoso hombre romperlo podría volver a darle la lata, lo guardó. Tocó ayer, pero se ha dado cuenta del “milagro” hoy.

Bueno al fin ya lo entendí todo. Supongo que un sentimiento así experimentará el afortunado que descubra las piezas del puzzle de la Teoría M, que explicaría todo el funcionamiento de universo.

Me estaré agradecido eternamente.

El Autor de este relato fué Jes%FAs G%E1lvez Os , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=227&cat=craneo (ahora offline)

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2025-01-21

 

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