Relatos cortos ficcion Narrativa Libre Agujeros

 

 

 

Despierto, estoy en un agujero, un agujero en la tierra, es redondo, y lo suficientemente hondo para que no pueda salir. Hay barro; también hay conmigo, en el agujero, una televisión y una Play Station, las dos llenas de barro seco por encima, como varias capas de polvo. Además el fondo esta lleno de pastillas de muchos colores, y también hay dos jeringuillas. Debo estar en un descampado. Aquí tiran la inmundicia. No se como he llegado aquí ¿después de que? ¿debido a que?

Lo peor no es no poder salir del agujero, lo peor es que no se donde esta el agujero. La sensación de perdición es completa. Grito pero nadie acude. Es como si el mundo entero se hubiese desentendido de mi. Además estoy pálido, completamente enfermo, mi estado a la vista es lúgubre; tengo la sensación de llevar años aquí metido. Si miro hacia arriba el cielo se limita a una luz tenue. Todo esta oscuro. Por el tamaño del agujero deben haber sido tres o incluso cuatro personas las que lo han cavado.

 

Al cabo de mucho tiempo una chica alta y morena me mira desde arriba, desde fuera del agujero. Ha acudido sin yo haberla llamado. Estoy salvado.

Me lleva en su coche. Insisto en invitarla a algo, a comer o a un café, pero no sabe que hacer. Me escruta con la mirada intentando tomar una decisión. ¿Qué se puede pensar de alguien que ha estado metido, seguramente mucho tiempo, en ese agujero? Pero, por suerte, prefiere no preguntar. Dice que se dirigía a la peluquería. Te acompaño, le digo. Y ella sonríe.

Una vez allí, Carolina, que es como se llama mi salvadora, me presenta a Carolina, que es la peluquera; son amigas. Carolina 2 tiene un curioso discurso sobre las ventajas del sexo anal;

-El otro día lo probé – comenta con su voz chillona – y de verdad ¡es increíble! tenéis que probarlo, no sabéis lo que os perdéis. Con el sexo hay que utilizar los tres agujeros, tenéis que explotar todo vuestro potencial. Pensad que si la vagína no tan solo se limita al hecho de la procreación la boca no tiene que ser tan solo para comer, y el ano no solo para….en fin ya sabéis – sonríe estúpidamente.

Yo, al lado, tengo a dos tipos que están esperando su turno. Los dos tienen el pelo muy corto. Carolina, mi salvadora, tiene para rato, y les atiende el novio de Carolina 2. Al rato salen los dos de la peluquería, con el pelo muy corto.

Mi primer día con Carolina fue así, lo pase en la peluquería, mirándola en el reflejo del espejo. Después seguimos saliendo todos los días, al cine, al teatro, a pasear, a cualquier sitio. A ella le gustaban las discotecas, siempre que fueran grandes y estuvieran atestadas de gente, de gente que busca; unos drogas, otros pareja, y otros el mítico, y probablemente falso, polvo fácil.

Y van pasando las horas, los días, las semanas; tres meses. Otro día nos metemos en un centro comercial. Ella busca un libro. Lo encuentra. “Todo está iluminado”. La portada es chillona y llamativa. Creo que va sobre el holocausto, cómprate otro, ese tema esta muy manido, le digo. Cállate gilipollas, me responde. Suelta tacos porque sabe que me hace gracia; pillarla diciendo un taco a ella es como pillar a un cura masturbándose. Todo sobre IA

Y un día, sin más, se va. Se va una semana por motivos laborales. Yo quiero ir con ella. Te aburrirás – me dice.

Paso los días esperándola, casi sin hacer nada más. Voy a los sitios que voy con ella. Hasta voy a visitar a su versión ninfómana; Carolina 2. Esta muy animada, como siempre, pero no consigue animarme.

Por fin llega el domingo, y por fin llega. La veo desde lejos, fuera de la Terminal. El viento sacude su pelo, lleva minifalda, el día esta soleado, soy feliz.

Todo está iluminado.

Pero voy a besarla y me aparta la cara. Algo ha pasado. Titubea, no sonríe. Me coge el brazo y me sube la manga. Hay agujeros, rojos, amoratados. Los drogadictos podemos ser muy discretos, si lo queremos. Yo utilizaba maquillaje. Lo estaba dejando de verdad, pero ella se fue. Alguien le ha hablado de mi.

-Si en lo mas importante me has mentido, no puedo confiar en ti. – dice seca y rotunda. Y se va.

Yo me quedo petrificado. Y me limito a volver a casa. No la volveré a ver más. De todos modos no sabría que decirle. Camino por la calle hundido, con los hombros caídos. Cruzo los pasos de cebra a cámara lenta. Los coches me pitan, los conductores me insultan. Me da igual. Me da igual todo. Me vuelve a dar igual todo.

Llego a casa. Pongo la tele y me aferro al mando de la Play Station. Así hasta el día siguiente. Alguien llama a la puerta, por el ruido tienen pinta de ser tres o incluso cuatro personas. Les abro. Les conozco. Proveedores. Cuando se van la mesita de enfrente del televisor esta salpicada de pastillitas de colores. Y también hay un par de jeringuillas. La felicidad artificial es como un trabajo con contrato indefinido; en cualquier momento te pueden echar; en cualquier momento puedes morir. Es una lastima que no existan los trabajos naturales.

Pasa el tiempo, los días supongo. Y la Play ya no me entretiene. Empiezo a abandonar los objetos, y empiezo a abandonar la casa, conmigo dentro. Las esquinas desparecen, la luz desaparece, cierro las ventanas. (Todo está iluminado) es mi holocausto particular.

Vuelvo a estar en un agujero.

Y dentro de my agujero pienso en Carolina 2. Y pienso en Carolina. Y creo que quizá prefiera tener tres agujeros, y no utilizar ninguno, a vivir en uno conmigo, y no poder salir de él.

El Autor de este relato fué Jordi M Novas , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=8609&cat=craneo (ahora offline)

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Despierto, estoy en un agujero, un agujero en la tierra, es redondo, y lo suficientemente hondo para que no pueda salir. Hay barro; también hay conmigo, en el

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2025-01-03

 

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