Relatos cortos ficcion Narrativa Libre El sueño de Kate

 

 

 

El sueño de Kate – Jesús G.S INTRO

Depender de algún motivo es lo que nos hace singulares y estúpidos. Frustración, dolor, ansiedad… el querer solo es un capricho.

Tenemos una visión idealizada y materialista de lo que es la realidad, dependemos de impulsos sentimentales hasta el punto de sufrir por un objeto, pero cuando lo conseguimos necesitamos otro mayor, dejando el anterior a un lado y nunca dándonos por satisfechos; puesto que la vida son impulsos y nuestra simplicidad nos lleva al dolor. Porque de lo contrario acabaríamos sumidos en una apatía monótona.

De las obligaciones y normas surge la rebeldía, las intenciones de ser diferentes, de llamar la atención, fingir indiferencia y manifestar dureza donde no la hay. Todos venimos de un mismo lugar y acabaremos en el mismo, por eso nadie consigue romper con el hábito del día a día. Se le puede llamar pesimismo u optimismo, pero todos tenemos defectos y virtudes que nos hacen sufrir buscándole una nueva motivación al corazón.

 

Un soplo de arena fría rasgó su cara; por su mejilla resbalaban lágrimas ennegrecidas por su sombra de ojos. El romper de las olas con la orilla retumbaba en sus tímpanos como si estos les fueran a estallar, la arena húmeda se amontonaba entre los dedos de sus pies descalzos, los cuales, llevaba arrastrando por el cansancio. Padecía un enorme dolor de cabeza y le era difícil coordinar el simple movimiento de las piernas con la respiración de aquel aire tan húmedo.

Cuando se dió cuenta tenía ante sus ojos desorbitados un aún oscuro amanecer que solo dejaba asomar unos rayos de luz en el horizonte. Fijó la vista en ese punto, lo suficiente como para que se le torciera el tobillo y cayera de bruces sobre unas conchenas, se sintió aún más aturdida que antes, pero no perdió el conocimiento. Se levantó reclinándose sobre sus tobillos y balanceándose se metió en el agua con el deseo de saciar la sed de su seca garganta.

El agua le sobrepasó las rodillas y cayó en la cuenta de que se le habían agrietado al caerse y se le había levantado la carne. Con un gesto de dolor metió las manos en el agua para luego intentar llevarla hasta sus labios; temblando de frío y de miedo vió que goteaba sangre de su cara. Empezó a gemir caminando a pasos cortos y torpes hasta la orilla, no podía comprender su propia estupidez y sentía lástima por ella misma. Miró hacia abajo y vió sus debiluchas piernas delgadas tiritando. Entendió entonces que no podría seguir caminando y se dió por vencida dejándose caer de espaldas sobre la arena.

Se hacía una pregunta, no lograba comprender que hacía allí y su cabeza no le dejaba reaccionar, pero dejó de pensar en ello porque empezó a notar una sensación de ingravidez por el mareo.

Cuando escuchó los chillidos de su madre, Kate se incorporó rápidamente por el sobresalto, pero se le volvieron a entrecerrar los ojos solos al comprobar que eran los mismos gritos histéricos de cada mañana para que se levantase de la cama y fuese al instituto. Volvió a entrar en sueño y el tintineo de una cuchara en una taza la hizo volverse a incorporar. Esta vez su madre le quitó la almohada, y Kate al ver que era ella de nuevo se dejó caer hacia atrás golpeándose así con el borde de la cama. Tras un gemido mañanero de dolor, decidió levantarse y así complacer a su madre, la cual, por casualidad, solo le llevaba el desayuno a la cama los días que necesitaba meterle prisa.

 

Un ‘’no tengo hambre’’ y un empujón bastaron a Kate para echar a su madre de la habitación y cerrarle la puerta en las narices. Abrió su armario y cogió el primer pantalón y la primera camiseta que había en la pila de ropa arrugada que ella misma había soltado allí.

Aquellas prendas que había decidido ponerse al azar no se diferenciaban mucho del resto. Su armario estaba repleto de prendas oscuras. Se quitó el pijama y lo soltó encima de la cama, se puso los pantalones caidos por debajo de la marca de su ropa interior, (a pesar de ser anchos y llevarlos más abajo de lo normal no llegaban a cubrirle la mitad de los gemelos). Las zapatillas sin abrochar, oscuras y cómodas y una camiseta negra ajustada que dejaba al descubierto el ombligo y el piercing con la cara de diablillo que colgaba de él. Además de ese, tenía un orificio en la nariz, perforado por una argolla y otra a un lado del labio inferior.

La gente lo llamaba agujerearse el cuerpo, ella hacía oidos sordos de los comentarios porque se sentía bien consigo misma. En realidad en el instituto siempre había sido un bichejo raro, pensaban que estaba desconforme consigo misma, pero lo único que pretendía era romper con la normalidad de los demás. Por eso se sentía orgullosa de tener una personalidad que representaba el estilo de vida con el que ella se sentía identificada. Esmalte de uñas negro, sombra de ojos, collar y cinturón de cuero con pinchos completaban su indumentaria.

Su pelo, negro y lacio tenía un corte que ella misma se había hecho, por atrás le llegaba por la nuca y por delante le sobrepasaba la barbilla; mechones de pelo le cubrian los lados de la cara y daban de ella una imagen tétrica, pero su apariencia siniestra no le privaban de sus penetrantes ojos de color verde y su viva sonrisa.

Al salir de su habitación, vió que su hermano pequeño, de tan solo 6 años, lloriqueaba y resoplaba como siempre, por la mínima tontería, esta vez era porque decía que pesaba demasiado su mochila, así que con una sonrisa le ironizó unos buenos dias. Era casi tan insoportable como su padre, el cual le perseguía constantemente, diciéndole lo que tenía que hacer a cada momento, cuando ella ya era perfectamente autosuficiente como para realizar sola sus tareas,sin alguien encima que le reprochara cosas y se enfadara por todo. Claro, que había una obligacion, que aun poniendo todo su empeño, no podía realizar ni con ayuda ni sin ella.

A Kate no le gustaba estudiar, y aunque comprendía a su madre, no sabía porqué la enviaba diariamente a clase a sabiendas de que no pensaba cursar estudios superiores y de que se encontraba en Bachillerato por la indiferencia de los profesores hacia ella y porque querían que completara sus estudios para perderla de vista.

Por eso y gracias a que había más personas como ella, Kate se montó en el coche de su madre con unas intenciones muy distintas a las ‘’correctas’’. Un transcurso corto, parada en la puerta del instituto, despedida a su madre (un adiós y un portazo sin dirigirle la mirada); saludo a los profesores de la planta baja, sube las escaleras, primera planta, segunda, tercera y azotea; y tal como sube baja por las paralelas del otro lado del edificio. -Todo lo que sube baja- ironizó haciendole un corte de mangas a un corcho con las normativas del centro. Rápidamente urgó en su mochila buscando un cigarrillo y se lo puso en la boca. En la puerta de salida estaba su amiga Alice; una mueca como para pedirle fuego bastó como saludo, Alice le pasó un mechero, Kate lo cogió y mientras se encendía el cigarrillo pasaba por encima del capó del coche de su jefe de estudios, el cual, siempre aparcaba por aquella zona. Caminaron durante un rato...

 

Alice era del mismo estilo que Kate en cuanto a forma de vestir, pensar y actuar, al igual que todo su grupo de amigos. Solía ser divertido y fácil llevarse todo el día en la calle tirando del bolsillo de sus padres. Se dedicaban a hacer payasadas, patinar y divertirse con cosas nuevas, daban caminatas por los alrededores de la ciudad con la intención de encontrar lugares tranquilos en los que pasaban largas horas hablando de temas que les fascinasen dejando a un lado los para ellos asuntos banales.

Kate y Alice llegaron al lugar donde pasan la gran mayoría de las horas del día, un pequeño local alquilado donde cabía poco más de un frigorífico, dos sillones y un puñado de cables que unían los altavoces, amplis, micro, guitarra y bajo a la pared y que pasaban por debajo del bombo de una batería que acababa con casi todo el espacio material de la habitación.

Al fondo de ésta se encontraba uno de ellos, Ross, el cual sacaba unas baquetas de una bolsa, Kate le saludó antes de que éste pudiera empezar a emplearlas con su batería, le devolvió el saludo y se dispuso a empezar a tocar. Kate se resignó al ver que la ignoraba, así que se puso entre él y la batería para preguntarle dónde estaban los que faltaban. Éste pareció reaccionar y le respondió que llegarían pronto, pero ella no conforme con la respuesta le echó en cara que ya deberían estar allí para ensayar. Ross le pasó el micro y le dijo que él la acompañaría con la batería, pero Kate se negó; se sentaría hasta que no llegasen Dave y Mike, guitarra y bajo respectivamente, los cuales siempre se hacían de esperar.

Así que Kate se puso en uno de los sillones a observar como Ross golpeaba su batería. Se quedó pensativa unos minutos y luego se levantó para abrir el frigorífico. Vió que no quedaba cerveza y se enfadó al ver que Alice estaba bebiéndose la última, se la quitó de sopetón y le dió un buén trago. En ese momento llegaron Dave y Mike acompañados de Janie, una chica que se caracterizaba por llevar el pelo cubierto de rastas y que por algún motivo Kate y Alice no soportaban. Kate resopló al verla, pero decidió aguantar un poco y fue a saludarles. No se sentía bien por ese comportamiento un tanto hipócrita, pero a veces debía actuar así por respeto a los demás. Se alegró mucho de ver a Dave porque llevaba un par de días sin aparecer por allí, pero no se alegró tanto al ver que se arrimaba demasiado a Janie.

Minutos más tarde se pusieron a tocar mientras ella les miraba, cosa que a Kate no le agradaba del todo. Además se encontraba incómoda porque estaba acostumbrada a cantar solo delante del resto del grupo y de Alice. Sin más remedio se acomodó como pudo a la situación y se dejó llevar por la melodía envolvente que creaban sus amigos. No eran virtuosos ni muchísimo menos, pero se lo pasaban bién y tenían la confianza ciega de que algún día podrían llegar a tocar ante un pequeño público.

Cuando salieron del pequeño local y se dispersaron para ir cada uno a su casa, Kate y Alice tuvieron un encontronazo con un hombre de mediana edad con cara de bonachón que repartía folletos amablemente a diestro y siniestro. Para cuando se dieron cuenta ya tenían uno cada una en sus manos, le dieron las gracias y se marcharon, al girar la esquina Alice lo tiró sin ánimo de interés por ver de qué se trataba y Kate leyó las primeras palabras enmarcadas en un recuadro rojo y azul:

 

“Venid todos a la vereda del señor, teneis las puertas abiertas porque él nos ama y nos acepta...” el folleto continuaba con varios pasajes bíblicos y acababa con una invitación a una ceremonia al parecer sin ningún tipo de interés (mas que el de facilitarle a las personas el supuesto camino hacia Dios).

Kate pensó durante unos segundos, luego vaciló llegando a la conclusión: -el tipo ese era un Testigo de Geováh de estos que hay ahora, buscará algún pobrecito al que engañar.- Y Alice asintió con la cabeza añadiendo: -intentan meternos mierda por donde pueden.-

A la vuelta de la esquina se separaron y Kate continuó reflexionando, ahora le daba vueltas a la cabeza al por qué les había repartido aquellos folletos cuando tenían aspecto totalmente contrapuesto al católico y incluso Alice llevaba un pañuelo palestino alrededor del cuello.

Llegó a su casa, comió y se tumbó en la cama no sin dejar de darle vueltas en la cabeza al asunto, se levantó inquieta y fue flechada a la pila de discos que tenía amontonada en el escritorio, encontró el que buscaba (KoRn – Follow the Leader), subió al máximo el Bass de su equipo de música y lo puso a un volumen moderado; le encantaba el aspecto deprimente y melancólico que adoptaba su habitación cuando hacía que sonase su música.

Cogió un lápiz y una libreta tamaño cuartilla con la que tomaba nota de lo que se le venía a la cabeza en cada momento y comenzó a escribir hasta deparar entre tachones en lo siguiente:

Creo en las religiones, como motivo fundamentalista de esperanza y fe, dando un sentido de felicidad engañosa en la amarga y áspera vida para aquellos que necesitan un motivo para levantarse y luchar cada día.

No creo en las religiones como motivo fundamentalista de conflictos y guerras, de ricos y pobres y del aprovechamiento hacia los muchos ignorantes que caen presa del sistema.

Creo en Dios como la simple naturaleza, carecedora de cuerpo y de mente, como objeto de creación, un ‘todo atmosférico’ que ha encajado las medidas y coordenadas correctas por las que, sin ningún motivo en particular, nos encontramos en una incómoda existencia tridimensional sin más sentido que encontrarle un sentido a la existencia en sí.

Dios no es más que una mera coincidencia en el espacio y en el tiempo con la que podemos jugar, la cual, nos permite vivir.

Satisfecha con el resultado se volvió a tumbar y con la leve melodía que sonaba suave en su cabeza a pesar de la agresividad que demostraba el sonido, quedó rendida en un profundo sueño.

Al levantarse de una larga siesta decidió que lo que restaba de día lo pasaría reflexionando y escuchando música en su “agujero”, que así era como llamaba a su habitación. Blog sobre Formación Universitaria

La mañana del día siguiente, levantó a Kate con el mismo desánimo habitual a pesar de ser viernes. Esta vez el despertador sonó antes de que a su madre se le ocurriera entrar a despertarla.

 

Mientras se vestía se planteó que debería ir al instituto para que el profesorado no empezase a estipular en mandarle una carta pidiendo explicaciones. Telefoneó a Alice para que no la esperase como a diario en la puerta trasera y se marchó andando al instituto.

Por el camino se percató de que la mayoría de las farolas de cada calle tenían pegadas consignas anarcas, comunistas o fascistas y se entretuvo en arrancar éstas últimas. Escuchó unas risotadas y le sentó como una patada alzar la vista y ver como unos inocentes chavales de algún barrio pobre apedreaban a un gato moribundo, la expresión de los ojos de los niños de poco mas de 10 años era de una falsa felicidad manchada por el odio, seguramente creado por la miseria con la que se levantaban cada día en sus casas y con la que no habrían podido recibir una educación digna de coherencia.

Cuando entró en el instituto no podía quitarse de la cabeza que la estaban observando, no aparecía mucho por allí y no se llevaba bien con la gente, era como si la sociedad inconscientemente le hubiera pateado el culo y dado la espalda, creándole un resentimiento interno y una gran falta de interés por entablar una conversación con la gente, le parecían monótonos y aburridos, no le causaban ningún tipo de interés, en ese momento solo le parecían objetos que le miraban en un lugar completamente lleno y a la vez completamente vacío… Pero se evadió mientras recordaba la letra de una canción.

“Calles rotas de gente que me observa, será mi ropa, serán mis ojos, será mi lengua, me derrito como cera de vela y quema, quema, quema...” Dejó de pensar en Sugarless porque el profesor de filosofía se dirigía a su clase, así que se dio prisa para adelantarse y sentarse en su banca al fondo de la clase antes de que éste cerrase la puerta.

La clase de ese día trataba sobre las distintas ideologías en relación con la filosofía, Kate se llevó un rato escuchando la explicación pensando que era inútil intentar hacerles ver a sus compañeros algún motivo por el que moverse, cuando había observado en múltiples ocasiones el comportamiento pasivo que manifestaban para casi todas las cosas. Al echar una mirada por las páginas del libro detuvo su atención en una frase entrecomillada:

“Las sociedades no son uniformes y cerradas; en ellas hay acciones disfuncionales, que debilitan sus estructuras”. Estaba de acuerdo con ella, lo cual le dio lugar a consumir el resto del tiempo de la clase con su libreta reflexionando sobres sus propios pensamientos.

Día a día me encuentro con un fuerte problema difícil de afrontar: la ignorancia. La cual se aprovecha de la pasividad de las mentes para dejarnos estancados en una conformidad abusiva.

Si las personas no tienen un mínimo de cultura o creen que están bien asentadas en la vida sin problemas o perjuicios, no se moverán ni actuarán en defensa de sus propios intereses, y ni siquiera se pararán a pensar en la importancia de la manipulación social del país. Puede que las ideologías extremistas no sean acertadas, pero sin ellas no habría casi ningún movimiento de interés ni movilización hacia una mejora y habría una total manipulación por parte de los puestos importantes del gobierno, como nos ha estado enseñando durante siglos la historia. Por otro lado, para defender una ideología hay que estar completamente seguro de en qué se basa, porque de lo contrario quien la promulga es completamente igual de ignorante o más que quien la desconoce.

 

Cuando estaba acabando con las últimas palabras sonó el timbre del intercambio de clase, una vez terminó le puso el capuchón al bolígrafo con una sonrisa, sabiendo que había sacado algo en claro en la mañana, aunque el resto de las clases le parecieron interminables y las pocas conversaciones que pudo entablar fueron breves saludos por los pasillos del instituto.

Una vez en su casa comenzó a replantearse muchas cosas, pocos años atrás la vida le parecía mucho más abstracta, ahora le parecía vivir en un mundo inquietante con un abanico de posibilidades monótonas y carecedoras de sentido. Su oscuro subconsciente le decía que había algo que no cuadraba, la dificultad de encontrarle un sentido a la propia vida, por eso pensaba que la gente recurría a las religiones, para encontrar un sentido alternativo aunque fuese engañoso, cegando sus cabezas para seguir persistiendo en encontrar un suspiro de felicidad. Sin embargo cuando la sociedad necesitaba de sí misma se mostraba pasiva, desmotivada y conformista, abasteciéndose de la televisión, la cual reflejaba la simplicidad, la monotonía y el único medio que movía a las masas, el dinero.

No le gustaban los modelos de formas de vida, ni las opciones por las que optaba la gente de su entorno. Era como un círculo que se repetía, en el que la única dirección era trabajar por un futuro digno y llevar una familia adelante; como una encrucijada sin retorno o un camino empedrado de tensiones y responsabilidades. Todo milimetrado y calculado a la perfección para ser unas personas modélicas y encajar en la sociedad sin rechazo.

Tal vez fuesen cosas de la adolescencia, una época pasajera en la que todo es un mundo y a la vez nada, una puta mierda, pero ¿qué peor fracaso que malgastar el presente por forjar un futuro?

Ella conocía a alguien que pensaba así radicalmente; Janie era una chica que solo pensaba en el momento que acontecía, importándole nada más que aquello que pudiera abarcar en el instante, con una total despreocupación y sin importarle en absoluto la opinión de la gente. Éste modo de pensar se corresponde con las ideologías punks del “no future”, consistiendo en la pasividad de los individuos tras poner en una balanza los valores de la vida, abrazándose a la idea de explotar el cuerpo a todo poder durante el mayor tiempo posible sin complicaciones, complejos o barreras. Por eso a Kate no le parecía bién que Janie jugara en cierto modo con sus amigos a la hora de exponer su visión idealizada de las cosas, porque era completamente contradictoria a la suya y quizás alguno de ellos no tuviese la personalidad suficiente como para darse cuenta de que esas ideas pueden sonar muy bién a corto plazo y a la larga ser todo lo contrario.

Llegó la noche, la lluviosa noche del primer día de fin de semana, bajo su chubasquero de color negro con capucha, Kate caminaba sola por la calle vacía, buscando un soportal en el que resguardarse mientras esperaba a Alice.

Se encontraba bajo la simple melodía de las gotas de agua, preguntándose demasiadas cosas a la vez sin encontrarles un sentido acertado bajo un punto de vista racional, sin saber qué camino sería más satisfactorio o qué decisión merecería más la pena.

 

La mayoría de las personas de su edad hacían las cosas porque sí, sin tener tan siquiera una idea de porqué, simplemente por ser lo más correcto o por el contrario, lo más rebelde, siendo perfectas marionetas manipulables del Estado. Quizás eso sería lo ideal, no ser consciente de qué se está haciendo bién o mal a cada momento, hacer siempre el primer impulso que le apetezca a cada uno, dentro de lo que no acabase con la libertad de los demás.

Cuando llegó Alice empezó a aflojarse el ritmo de la lluvia y fueron a un bar de copas donde estaban los demás. Por el camino Kate no quiso comentar nada a Alice de lo que ya llevaba tiempo pensando, para empezar no sabría explicarlo, eran demasiadas cosas y demasiado serias como para entender en tan poco tiempo y menos de camino a un antro donde la única preocupación que tendrían sería cómo emborracharse sin gastar todo el dinero de la semana.

El despertar del día siguiente fue algo más que molesto, la resaca le golpeaba la cabeza mientras su hermano le recordaba que debía levantarse para ir a su pueblo.

Se levantó con el cuerpo frágil y con una sensación fuertísima de volver a acostarse y darle la espalda al mundo. Aborrecía los fines de semana metida en el pueblo, en casa de sus abuelos, no daba con un tema de conversación y encontraba una apertura abismal entre la mentalidad conservadora de ellos y la suya. En definitiva, detestaba tener que movilizarse de la ciudad solo porque sus padres quisieran pasar un “agradable” fin de semana en familia.

Se vistió con la misma ropa que había dejado sobre la silla de su escritorio cuando había vuelto en la madrugada. Se equipó con su discman y el “Thirteenth Step” de A Perfect Circle. Se le apetecía escuchar algo que la relajase, para poder volver a conciliar el sueño en el trayecto.

Se asomó por la ventana, ni siquiera había amanecido, le habían hecho despertar, seguramente, para aprovechar el poco tráfico que debía transitar las carreteras a esas horas.

Al subir al coche, como siempre, se montó atrás, en el asiento de la izquierda, al lado de su hermano, que ocupaba el derecho con su sillita portabebés. Así que, bajo los precisos riffs depresivos, que escuchaba desde su discman, volvió a quedarse dormida, pensando que desearía no tener que aguantar ese fin de semana en familia, con la idea de que ya tendría la oportunidad de pasar más tiempo con sus padres en otro momento.

Una sensación espantosa de nausea repentina, miedo y claustrofobia la sobresaltó con un golpe bestial; una explosión metálica con otro vehículo, que hizo crujir su cuello y mover su cuerpo como una marioneta, mientras el coche daba vueltas horizontalmente sobre sí, aplastando su chapa metalizada y descomponiéndola en un amasijo de chatarra, haciendo cada vez más estrecha la complexión del coche.

Kate no se percató en sentir el dolor, pero su corazón sentía un miedo intenso en aquellos segundos, los más repentinos y largos de su vida, mientras le pasaban por la cabeza cientos de imágenes de su familia a una velocidad incalculable. Su sentimiento no era personal, sino una angustia por saber que ellos se encontrasen vivos.

El vehículo quedo apoyado sobre el costado izquierdo de la carrocería, sin que las ruedas tocaran el suelo, de modo que Kate quedó inconsciente, arrinconada, con restos de chatarra del accidente sobre ella. Todo el peso de su cuerpo permanecía sobre su hombro izquierdo, que había atravesado el cristal, de forma que estaba apoyada en el suelo, pero dentro de las paredes destrozadas del coche.

Tras recobrar el conocimiento, aturdida, fatigada e inconsciente de la situación, su cerebro le impulsó a recobrar una postura adecuada para salir al exterior y librarse de ese amasijo de cristales.

Logró subir por encima de su hermano, el cual yacía colgante por el cinturón de seguridad con los ojos cerrados y la cara bañada en sangre. Una sensación de pánico superior a ella se apoderó de su cuerpo, por lo que decidió no mirar a los asientos delanteros por lo que les hubiera podido pasar a sus padres. Escapó entre los cristales de la ventanilla rota del coche. Balanceándose y soportando el dolor de los vidrios que perforaban sus brazos, subió sobre la puerta destrozada, miró al frente y saltó hacia la carretera para ponerse a andar en alguna dirección buscando ayuda.

Al hacerlo, un dolor descomunal le recorrió todos los huesos de su cuerpo, pero no se detuvo a pensar cuantos podría tener rotos y comenzó a caminar.

El viento le golpeaba la cara; por su mejilla resbalaban lágrimas ennegrecidas por su sombra de ojos. Un fuerte pitido de dolor retumbaba en sus tímpanos como si estos les fueran a estallar, arrastraba los piés por el cansancio y padecía un enorme dolor de cabeza con el que le era difícil coordinar el simple movimiento de las piernas con la respiración de aquel aire tan húmedo.

Cuando se dió cuenta tenía ante sus ojos desorbitados un aún oscuro amanecer que solo dejaba asomar unos rayos de luz entre los coches. Fijó la vista en ese punto, lo suficiente como para que se le torciera el tobillo y cayera de bruces en el suelo, se sintió aún más aturdida que antes, pero no perdió el conocimiento. Se levantó reclinándose sobre sus tobillos y balanceándose remetió la cabeza en una fuente para beber agua compulsivamente.

Empezó a notar un fuerte dolor en las rodillas y cayó en la cuenta de que se le habían agrietado al caerse y se le había levantado la carne. Con un gesto de dolor metió las manos en el agua para intentar limpiárselas; temblando de frío y de miedo vió que goteaba sangre de su nariz. Se la limpió con la manga y empezó a gemir caminando a pasos cortos y torpes. Miró hacia abajo y vió sus debiluchas piernas delgadas tiritando. Fué entonces cuando se dio cuenta de que no podría seguir caminando y se dió por vencida dejándose caer de espaldas sobre el capó de un coche malaparcado.

Se hacía muchas preguntas demasiado grandes para ella y su cabeza no le dejaba reaccionar, pero dejó de pensar en ello porque empezó a notar una sensación de ingravidez por el mareo.

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El Autor de este relato fué Jes%FAs G S , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=8244&cat=craneo (ahora offline)

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Depender de algún motivo es lo que nos hace singulares y estúpidos. Frustración, dolor, ansiedad… el querer solo es un capricho. El sueño de Kate – Jes

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2025-01-09

 

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