En condiciones normales no lo hubiese hecho, pero aquella noche su paciencia se agotó. Su novia lo sujeto por el brazo tratando de frenarlo, pero era ya demasiado tarde, su furia se había desatado y solamente una cosa podía calmarle: poner de una vez por todas a aquel tipo en su lugar. No importaba que fuera su jefe, ni si quiera importaba que ambos dependiesen de su sueldo y que si perdiese el empleo ambos se verían en una muy precaria situación, solo importaba la dignidad; y eso no hay sueldo que lo pague.
Cogió la servilleta de papel y se la arrojó a aquel hombre a la cara. De paso derramó la copa de vino que fue a caer en los pantalones de su superior, empapándolo todo a su paso. Era el punto de no retorno. Se levantó y le propinó un puntapié, un doloroso puntapié en la espinilla, lo que hizo resonar en la sala un enorme y estridente alarido seguido de una serie de improperios impropios de un local tan selecto como aquel.
Todo el restaurante estaba mirando, camareros y comensales presenciaban atónitos la pintoresca escena mientras un crío se reía con una risa infantil, inocente pero dolorosa. Un ego crecía mientras el otro empequeñecía por momentos.
-María, coge las llaves del coche y vete arrancando-dijo Jiménez.
Su novia lo miró. Era una mirada de comprensión pero con un fondo de duda, asombro y desasosiego. Habían sido largos meses de sufrimiento, desvelos y abusos, y ahora observaba a su novio, a su futuro marido, enfrentarse al Big boss como solía llamarlo, en su cruzada personal contra las injusticias, su pequeño ruiseñor se había convertido en el halcón Maltés. María salió de la sala, no sin antes mirar a la mujer del Big boss. Era una mirada lastimosa, la veía como la hembra sometida por el macho dominante, es cierto que apoyaba ciento por ciento a su marido, pero ella estaba segura que era por temor a represalias.
Salio del restaurante y se dirigió al callejón, dos calles mas abajo, donde habían conseguido encontrar sitio.
-Jiménez-dijo Big boss- se va a arrepentir de esto. No volverá a trabajar en esta ciudad, me ocuparé de ello personalmente.
Pero a el no le importaba. Un trabajo como aquel casi era mejor no tenerlo.
-¿Como va a pagar su hipoteca Jiménez? ¿Y las letras del coche? ¿Quién le dará de comer?
Jiménez agachó la cabeza, y no por temor o vergüenza, ni mucho menos. Estaba preparando su ataque. Un ataque sin duda demoledor.
-Usted si que lo va a pagar caro.
Al jefe le entró la risa. Miró a su esposa, y esta le devolvió la mirada esbozando una sonrisa que no le salió demasiado natural.
-Está usted loco Jiménez. No solo es usted un perdedor sino que además ha perdido el juicio. Voy a disfrutar viendo como se hunde.
-Va a dar cuentas de todos sus actos-repitió Jiménez sin inmutarse.
Una vez hacía gracia, pero la segunda ya resultaba mosqueante. El jefe se apartó de la mesa y caminó un par de pasos para aproximarse a su ya ex-empleado.
-¿Quién demonios se cree que es?¿Se atreve a amenazarme a mi? Es usted un necio.
Jiménez miró la esposa del Big boss, quien nada mas cruzar su mirada, la retiró hacia el suelo.
-Yo voy ir saliendo-dijo la mujer.
-No, tu te quedas-respondió autoritario el jefe.
-Déjela que se marche-dijo Jiménez-esto es entre usted y yo. Ella no tiene nada que ver.
-Es mi esposa. Tiene mucho que ver, y si yo digo que se queda es que se queda-lanzó una mirada amenazante a su esposa y le susurró algo al oido- Siéntate ahí y no me pongas mas en evidencia.
La tensión crecía por momentos, y el restaurante permanecía en vilo tratando de discernir como sería el desenlace. Uno de los camareros se acercó a la mesa y los instó a que acabasen aquella reunión en la calle, lo que fue respondido con abucheos por alguno de los comensales.
-Yo soy Arturo Higares y no tengo porque marcharme-dijo el jefe al camarero.
-Disculpe señor Higares pero está incomodando al resto de clientes-respondió el camarero con un tono de voz temeroso.
-El único que está incomodando aquí es usted- le espetó el jefe-asi que si no quiere quedarse sin empleo, le recomiendo que no siga incordiando.
El camarero se quedó mudo, se retiró a la zona de servicio y continuo presenciando la escena a una distancia mas que prudencial.
El señor Higares se sentía cómodo ordenando y menospreciando a la gente, era lo que llevaba haciendo durante años, y era esa la razón que lo había llevado a estar donde estaba. Allí, en aquel preciso momento, en una lucha abierta con uno de sus trabajadores.
-Señores-dijo Big boss dirigiéndose al auditorio-Aquí tienen al señor Jiménez. Un hombre que no hace mucho era su compañero de trabajo. Alguien que compartia con ustedes despacho, almuerzo o simplemente cola en la fotocopiadora. Y mirenlo ahora, se ha convertido en un desempleado mas. Un perdedor. Un paria.
A Jiménez le hizo gracia la alocución del señor Higares. Lo miraba con una sonrisa campechana y mantenía la compostura, perfectamente acomodado en su asiento. Giantess Videos and comics
-En esta empresa no hay lugar para los insubordinados-continuaba-es mas, me alegro de que haya llegado este día, asi podrán comprobar que a Don Arturo Higares no le tiembla el pulso, y aquel que se atreve a batirse en duelo con el, ha de tener la certeza de que saldrá trasquilado.
Jiménez estaba siendo sometido a un linchamiento público y muy al contrario de lo que pudiera pensarse, no parecía para nada afectado. Muy al contrario, parecía disfrutar con aquello. Miró a su alrededor. Las guirnaldas y los globos lo inundaban todo. En una mesa los cotillones reposaban a la espera de ser abiertos, aunque si algo no cambiaba, aquella nochevieja, la celebración iba a distar mucho de lo tradicional.
La plantilla al completo de trabajadores se mantenía impasible. Casi congelada. Fue entonces cuando Jiménez tomó la palabra.
-Me llamo Guillermo Jiménez. La mayoría de vosotros ya me conoceis, y a los que no, os diré que soy aquel que os paso las llamadas.
Hubo un murmullo generalizado.
-Estamos hoy aquí, celebrando unas fechas muy especiales, o asi debería ser, pero nos vemos ante una situación muy desagradable.
-Esto es algo que tu has provocado- interrumpíó el jefe.
Haciendo caso omiso, Guillermo prosiguió con su discurso.
-Ese es vuestro jefe-dijo señalando a Higares-y esa es su encantadora esposa Miriam. Una mujer maravillosa que se merece algo mucho mejor.
-Cuidado con lo que dices mequetrefe.
La cosa se estaba caldeando.
-Vosotros creereis que no, pero trabajando en la centralita uno se entera de muchas cosas. Cosas que tal vez no debiera oir, pero que por descuido de algunos y curiosidad de otros, llegan a mis oidos. Cosas como que Miguel de mantenimiento lleva tres meses a dieta- se escuchó alguna risa- o que Julia de administración esta loca por Jorge de limpieza-mas risas- o que Emma y Horacio van a ser papas- el publico comenzó a aplaudir y a vitorear a la pareja.
-Pero es que no todo queda ahí, hay algunas llamadas que son realmente indiscretas y que no deberían efectuarse desde el trabajo.
Guillermo miró fijamente a su jefe.
-¿Está seguro de que quiere que su mujer escuche esto?
Higares parecía descolocado, miraba a uno y otro lado tratando de buscar a algún aliado.
-Eso es pura charlatanería. Que nos quiere hacer ver, que es usted un voyeaur. Es patética la forma que tiene de tratar de mantener su puesto.
-Yo no quiero mantener mi puesto. Esta misma mañana me he despedido. Pregúntele a Fonseca.
Big boss buscó entre el gentío a Fonseca, de contabilidad. Estaba al fondo. Asintió con la cabeza a la vez que ofrecía un brindis a Jiménez.
-Esta era mi cena de despedida, y trataba que fuera tranquila. Pero hay un problema Usted- hizo una pausa-señora Higares por favor, le ruego que se marche.
-Miriam no muevas ni un pelo-la tensión creció por momentos-tengas lo que tengas que decir hazlo delante de ella, no tengo nada que esconder.
Guillermo Jiménez, de oficio operador telefónico en una empresa de marketing se encontraba ante el dilema de su vida. Desenmascarar a un personaje tan repugnante como su jefe a cualquier precio, aun a costa de romperle el corazón a su mujer o dejar pasar la oportunidad y retroceder, concediéndole la victoria a su enemigo ¡A su único enemigo!
-Vamos habla tarugo.
Guillermo miró a su alrededor. Sus compañeros observaban la escena, expectantes. Aquello se había convertido en un circo, y el estaba en la pista central, a punto de efectuar un triple salto mortal sin red. Pero la responsabilidad le dio vértigo. No fue capaz. Agachó la mirada, recogió su chaqueta y se dirigió hacia la puerta.
-Espera.
Justo en el momento en el que cruzaba el umbral de la puerta, una voz femenina lo detuvo. Era Miriam, la mujer de Big boss
-Lo que has hecho te honra Guillermo.
-¡Que demonios estas haciendo Miriam!-gritó Higares enojado.
Miriam miró a su marido, a su futuro ex-marido y se separó de su lado.
-Adiós Arturo.
La gente no comprendía nada. Lo que podía haber sido en el escándalo del año se había quedado en agua de borrajas.
Miriam y Guillermo abandonaron juntos el restaurante y se dirigieron al coche, donde les esperaba María, un tanto intranquila:
-¿Cómo ha ido?
-Bueno-dijo Miriam-ya sabes como es tu padre.
Se montaron en el coche y antes de arrancar Guillermo se giró hacia Miriam:
-Siento que se me haya ido de las manos.
Miriam le sonrió dulcemente y le agarró la mano:
-Hay cosas que son inevitables.
Arrancaron y se perdieron entre el gentío de la calle cuando apenas había comenzado a sonar la tercera campanada del nuevo año.
El Autor de este relato fué Pablo Penedo , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=8469&cat=craneo (ahora offline)
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2025-01-18
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