Relatos cortos ficcion Narrativa Libre Ojos Azules

 

 

 

Soleada tarde de marzo; En conciliábulo, la rutina y el hastío robaban con descaro un día más del afligido personaje; Como cada noche, los ojos añiles de aquella vivaz chiquilla se engullían la belleza y esplendor de las estrellas. Eran ya muchas las ocasiones, en que la había visto juguetear, con una desgarrada muñeca de trapo, por los alrededores de aquella añosa vecindad.

Sentado ahí, sobre el viejo banco, rebullían infusos en su mente nostálgicos recuerdos de otrora felicidad mezclados con azares de infortunio, hórrida cascada de remembranzas idas que desguazan la inconformidad perenne de un alma marchita; cuando a la distancia la vio.

El hombre que estaba tras el mostrador, miraba hacia la calle distraídamente; A lo lejos vislumbraba la silueta de la pequeña chiquilla que dotada de un encanto particular, provocaba la atención de casi cualquier paseante. Se aproximó al tendajo con sigilo cual desvalido cervatillo, apretando aquella naricita de ninfa contra el cristal de la vitrina. Mirándola cautelosamente mientras se aproximaba, la simpleza y el singular carisma de la pequeña cautivaron el deseo de aquel indolente hombre de acercarse a ella y finalmente hablarle, más se contuvo y permaneció en aquella vieja gradilla del parque.

 

Sus ojos de matiz azulino brillaban con singular regocijo cuando advirtió un collar entre el cúmulo de objetos que se exhibían en el aparador. Levantando su mirada, ávida por encontrar la atención del mozo, pidió con voz acogedora ver el collar de turquesa azul: –Es para mi hermana–, comentó al mozo, quien sorprendido por la confianza de la pequeña, solo atinó a poner freno a su lengua. - ¿Puede arreglarlo bonito?- agregó, Para entonces, la curiosidad del haragán había superado ferozmente a su cruel indecisión y decidió alzarse de aquella banca y acercarse a escasos metros de la pequeña. Solo miraba.

De improviso, como las lluvias de mayo, tras la cortinilla de cuentas que dividía la portilla trasera de aquel frugal tendajo, llega el dueño, percatándose de la situación, mira desconfiado a la chiquilla preguntándole: --¿Cuánto dinero tienes?—; Sin dudar, ella sacó del saquillo de su ropaje un pañuelo todo atadito y fue deshaciendo los múltiples nudos.

Lo colocó sobre el mostrador y dijo efusivamente: - "¿Eso da?"; Eran apenas unas cuantas monedas, de escaso valor, las cuales exhibía gozosa. - Sabe, quiero darle este regalo, a mi hermana mayor; Desde que murió mamá, ella cuida de nosotros, nunca tiene tiempo para ella; Hoy es su cumpleaños y tengo la confianza que quedará feliz con el collar, es del color de sus ojos- . Un silencio aplastante abordó el lugar; Los hombres se miraban entrambos como hechizados, imposibilitados de truncar su sueño. El vago sintió un nudo en la garganta y las palabras de la pequeña se situaron firmes en la mente de aquel hombre. Aun lo recuerdo.

Irrumpiendo el pasmo tras la oferta de la niña, el patrón, se dirige a la trastienda, pone el collar en un estuche, lo envuelve en lustroso papel rojizo, le hace con esmero un trabajado moño con un listón verde. - "Toma, le dice a la niña; llévalo con cuidado". Sorprendido, el holgazán, que fungía solo como testigo, quedó atónito. No lograba concebir como unas cuantas monedas alcanzaban pagar tan sutil accesorio. Filtros de Agua

La niña salió radiante, como sol en primavera, ¿y cómo no, con aquel regalo?, corría y saltaba calle abajo como si el dueño fuere capaz de arrepentirse.

Agonizaba la tarde al acaecer el crepúsculo, cuando una hermosa mujer, de cabellos rubios y deslumbrantes ojos azules, entró al lugar; Colocó sobre el mostrador el conocido envoltorio ahora deshecho, inquiriendo al dueño: - "¿Este collar lo compraron aquí? -; - Si señorita-, contestó inquieto el petimetre mozo que recordaba con certeza lo sucedido aquella tarde; - ¿Y cuánto costó? - ; "Mmm!", -Al instante, el dueño del negocio replicó. - "El precio de cualquier producto de mi tienda es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente".

La joven continuó indecisa: - "Pero mi hermana tenía solamente algunas monedas, ¿no?; Ella no tendría dinero para pagar una sortija como esta-; El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio con extremo cuidado, colocó el moño nuevamente y lo regresó a la joven, mientras decía: - Tu hermanita, la niña, pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar. Ella dio todo lo que tenía- .

Un silencio hermoso, como aquellos que suceden tras las diatribas de sabios, colmó la pequeña tienda por segunda ocasión en el día, y dos lágrimas rodaron por la faz emocionada de la joven en cuanto sus manos tomaron temblorosos el regalo de la niña.

Ese fue el último día en que aquel hombre incrédulo y perdido la vio. Aquella pequeña había cambiado su vida radicalmente, y seguramente haría lo mismo con todas las personas que a lo largo de su vida la llegaran a conocer.

Hoy, siendo el mismo día del tercero del año de aquel asombrante encuentro, aquel hombre, ha dejado de existir. Así lo he decidido; El recuerdo de aquellos días, que me vienen a la mente como rumia de noche, me incita a seguir mejorando, a luchar día a día, y a dar lo mejor de mí; No más recordar a los hombres mutables sino sus buenas acciones.

De la niña que puedo decir, simplemente me regaló una segunda oportunidad, me enseñó a vivir. Me enseño que la verdadera donación es darse por entero, sin restricciones. Me dejó claro que la gratitud de quien ama no coloca límites para los gestos de ternura.

Aquellos bellos ojos azules me siguen repitiendo que seamos siempre agradecidos sin esperar el reconocimiento de nadie, que gratitud con amor no sólo reanima a quien recibe, sino que reconforta a quien ofrece. Aquellas lágrimas de su hermana, me siguen repitiendo, que debo ser siempre agradecido con la vida, sin esperar recompensa; que el recibir amor le viene por añadidura a quien se da constantemente al prójimo.

El Autor de este relato fué Leopoldo Pe%F1a Montemayor , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=6670 (ahora offline)

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2024-10-02

 

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