¿Qué hacer?
“Esta es mi vida, la misma calle, el mismo parque allí a lo lejos, me miro en un espejo y siento que me hago viejo,…” De esta manera canta el estribillo de una canción lo que Ramón piensa cada mañana, cuando, envuelto en su chaquetón, su bufanda y su gorro sale a la calle, dirigiéndose al mismo sitio desde hace ya…. ¿Cuánto?.... unos 20 años, dice con una sonrisa triste cada vez que algún cliente le pregunta cuantos años lleva viendo su cara todas las mañanas, cuando se toma el café.
Ese pensamiento se repite en su cabeza, horas y horas, cuando se pierde en su mente mientras friega a mano las tazas llenas de carmín y platos manchados de aceite, mantequilla, y algún tipo de glucosa.
Tenía quince años cuando dejó de estudiar para poder ganarse la vida. La pensión de orfandad no le llegaba casi para comer, y, harto de la caridad hipócrita de las gentes de su barrio, empezó a trabajar, dejándolo todo. Entonces pensaba que todo salía bien, no era malo en su trabajo, y estaba contento con sus compañeros y con el jefe.
Ya han pasado veinte años desde que empezó su declive.
Al llegar a casa Iratxe, su pequeña, la alegría de su vida lo recibe con un gran abrazo y un fuerte beso en la mejilla, es el momento, donde todos los días, desde hacía cinco años, luchaba contra si para no caer en la tentación de llorar. Cristina es diferente, lleva con el quince años, es su pareja, y a ella le agradece todo lo interesante que en su vida le pueda pasar, y sobre todas las cosas, el hacer que su hija lo siga queriendo.
Cuando Ramón empezó a plantearse qué estaba haciendo con su vida, y qué había hecho con ella, era tarde, llevaba siete u ocho años trabajando sin descanso en aquella maldita cafetería, y Cristina le propuso el irse a vivir con el. Cada día de la mudanza era un calvario para el, no podía asistir, solo pudo ir un lunes a ayudarla. Cada vez que llegaba a casa veía algún mueble nuevo, ropa cambiada de sitio, y a su ahora “esposa” medio muerta de cansancio en el sofá, y sin poder hacer nada. Skins de Fortnite
Cada noche, durante un buen rato, hablaba con su mujer, jugaban a algo, reían, hacían el amor, y después, el se refugiaba en la tinta de cualquier libro, en el que se introducía, para vivir en un mundo que no sea el suyo propio. Durante muchos años, creyó ser feliz, esos ratitos con su esposa y sus libros hacían que creyera ser alguien, aunque realmente no fuera el.
Pero llegó el mejor día de su vida, se le caían dos lagrimones cuando apretaba contra su pecho la cabecita llena de pelusilla de Iratxe. Sin embargo no sabía que ese día fue el peor de su vida.
Ahora, cuando al llegar a casa Iratxe le recibe, con su abrazo y su beso, le cuenta lo que ha hecho en el cole, que ha conocida a una nueva amiguita le pregunta dos o tres de esas graciosas cuestiones que se plantean los chiquillos, cena, mientras su hija le sonríe, y le habla, la arropa, habla un rato con su mujer, y entonces, cuando se queda solo, se sienta junto a la ventana, y se pone a llorar, maldiciendo su vida, y preguntándose porqué tuvo que nacer esa niña, a la que quiere tanto, y a la que ni siquiera conoce.
El Autor de este relato fué Alberto P%E9rez Romero , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=8140 (ahora offline)
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2025-03-05
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