Relatos cortos ficcion Narrativa Libre SALMONnitis

 

 

 

Un haz de luz ilumina los ojos de Ariel. La luz penetra por una pequeña rendija entre los boquetitos de la persiana. Dentro del haz de luz se pueden distinguir las pequeñas partículas de polvo jugando entre ellas, echando carreras hacia el cuerpo INERTE del muchacho.

El sudor resbala por su frente. Tiene los zapatos puestos. La ropa está a sus pies, arrugada. Sus pies cuelgan con quietud del filo de la cama.

Ariel abre el ojo izquierdo, perturbado por el rayo de luz. Su pupila se contrae pausadamente mientras las venillas rojas de sus ojos le obligan a frotarse. Despega la cabeza de la almohada. Un hilo de babas une su cara y la almohada, terminando en un círculo reseco y amarillo con olor a sal.

La luz del cuarto de baño le obliga a hacer un gesto de asco. A taparse los ojos con las sábanas arrugadas que están junto a él.

 

Ariel se levanta con cuidado, como dolorido. Se apoya en la pared, llena de posters, con la mano izquierda e inicia un largo camino hacia el baño.

La figura que se refleja en el espejo es la de un chico delgado, rubio, muy despeinado y que se adivina casi maloliente. Una barba de tres días, o alguno más, crea una falsa sensación de madurez en él. La piel siluetea sobre sus costillas. Sus manos pringosas se pegan a todo lo que toca, dejando manchas negras. Gira el grifo del agua fría y comienza a lavarse las manos. Vuelve a hacer gesto de dolor con sus cejas, se pone una mano en la cabeza. Aprieta los dientes.

-¿Qué coño se me ocurriría beber anoche? Este José Mari siempre me está metiendo guarradas–

Mira al personaje que se refleja en el espejo como esperando que le responda o que haga algo que solucione el dolor de cabeza.

–Desde luego Arielito...vamos a tener que ir pensando en dejar de beber-

Ariel se lleva las manos mojadas a la cabeza y las gotas de agua comenzaron a desfilar por su frente, bajando por las cejas hasta la boca y otra vez a las manos. Ariel mira el espejo y comienza a recordar...

-¡Eh, José Mari, tócate un Donde manda marinero!-

Hay unas doce personas sentadas en un césped alrededor de un árbol, con montones de botellas de alcohol, refrescos de marca, bolsas de hielo del pingüino y vasos. Ariel está sentado entre José Mari y una muchacha con el pelo corto, rizado y pelirrojo. Todos hablan entre ellos, menos estos tres.

Las notas de la guitarra de José Mari parecen hipnotizar a Ariel que como poseído comienza a cantar:

“Con el crudo en las bodegas volveré a buscar todo el tiempo perdido que hemos vivido sin protestar. Voy a mirar primero en el olvido, en lo ajeno, voy a mandar al retiro de un tiro al culpable de mi soledad”

Luz, la muchacha pelirroja, no deja de mirar a Ariel, que vive la canción que canta.

José Mari, al cual parecen haberle abandonado la grasa y los músculos para dejarle solo huesos debajo de la piel, continúa haciendo sonar la guitarra.

Ariel entre canto y canto solo hace dos cosas:

1. Beber de unas botellas con el símbolo del veneno.

2. Mirar a Luz fijamente, sin decirle pequeñas cosas al oído.

La noche sigue avanzando. Las botellas comienzan a vaciarse. La guitarra de José Mari cada vez suena peor. La voz de Ariel parece romperse en mil pedazos rotos. Lo que antes eran botellas ahora son pequeños vidrios de colores que decoran el pie del árbol. La gente comienza a despedirse y partir. Solo quedan seis personas.

 

Ariel se apresura a mirar a Luz para cerciorarse de que no se ha ido. Y le dice:

-Oye, ¿Tu que opinas del amor?-

No deja tiempo para que Luz responda

–Yo creo igual que Andrés Calamaro, que como bien dice: Te bajaría del cielo, mujer, la luna hasta tu cama, porque es muy poco de amor solo una vez por semana. Te cambio tu corazón por el mío para mirarlo y mirarlo.-

Ariel sonríe estúpidamente

–Sin duda lleva razón este tío. Aunque Andrés siempre la lleva. Cada vez que escribe una canción la hace por mí. Yo creo que soy la mitad buena de Andrés. ¿Has visto mi tatuaje?-

Mostrando un salmón que tiene en el brazo izquierdo en forma de brazalete. Luz asiente con cara de no estar entendiendo nada.

-Me lo hice para demostrar el amor que le tengo a Calamaro. Es la radiografía de un salmón. Simboliza la lucha contra la corriente mundial capitalista, consumista, y musical, sobre todo. ¿Qué tipo de música te gusta a ti?-

Por segunda vez deja de mirar la botella de veneno para mirar las manos de Luz, que parece ir a abrir la boca.

-Espera, no me lo digas. Seguro que te encantan los grupos esos de Hip-Hop. Es lo que está de moda...Eminen, 50Cents... ¡o no! Ya sé que es lo que te gusta. Tienes pinta de ser amante de The Corrs, con sus violines. Todos tan parecidos físicamente; claro, teniendo en cuenta que son hermanos, no es tan raro.-

Ríe airadamente, como si fuera el único poseedor de una verdad universal.

-Bueno, entonces, ¿Qué opinas?-

Ariel mira a Luz, pero solo ve el árbol.

Solo tiene cerca las botellas de veneno en el suelo, las bolsas del pingüino vacías y a José Mari.

-¿Dónde ha ido la chica que tenía a mi lado?-

Mirando a José Mari con cara descompuesta.

-Y no me digas que no lo sabes. Hace solo un segundo estaba aquí a mi lado.-

José Mari parece ir a colaborar con Ariel.

-Tío, no me rayes.-

Y se ensimisma en sus temas, tocando su guitarra.

-Pero si hace un momento estaba aquí, hablando conmigo. Parecía muy interesada.-

El cuerpo entero de Ariel se contrae. Sus manos agarran una de las botellas de veneno y sigue bebiendo.

-Joder, no lo entiendo. Estaba muy interesada en lo que yo decía. Ni siquiera se ha despedido.-

Cada vez habla más bajo y con menos fuerza.

-¿La habré molestado? Yo juraría que le estaba encantando lo que le decía. No lo entiendo.-

Ariel se levanta agarrando una de las botellas. Y se marcha dejando atrás a José Mari sentado con su guitarra, a quien no parece importarle demasiado la marcha de su amigo.

A lo largo de una calle de adoquines Ariel avanza pegado a la pared, cercano a un cartel luminoso que parpadea: Pub LA ANTIGUA. Ariel se para frente al cartel, mira al portero.

-Buenas noches-

Y entra.

Dentro del pub, la chica pelirroja con el pelo rizado está junto a la barra. Ariel la ve y rápidamente quita la cara de “Z” para poner una expresión interesante. Más bien se diría que pone una cara de “todovabien,nosudes,quesevaadarcuentaquetegusta”. El muchacho mira a su alrededor en busca de un cartel de W.C. para entrar, si la inmensa masa humana le deja, claro. Detrás de él consigue ver el dibujo de un hombre dorado y pequeñito, se acerca llama a la puerta y entra. Las paredes verde oscuro de ese pequeño habitáculo parecen llorar, lagrimear. Ariel evita tocarlas por todos los medios, aunque también hubiera levitado para no tocar aquel suelo lleno de papel higiénico mojado y un líquido verde y grumoso, que prefirió no imaginar lo que era. Agarra el grifo de agua de aquel sitio. Se echa agua en el pelo. Se mira por los pequeños trozos no oxidados de aquel minúsculo espejo. Respira fuerte y abre la puerta.

 

Se acerca a la barra, pide una cerveza. Intenta sentarse en la esquina opuesta a la chica pelirroja, aunque con tanta gente no la distingue bien. Le ponen su cerveza. Bebe de su botellín verde compulsivamente. Mira a Luz en la distancia y avanza por la barra dirección a su musa. Sigue bebiendo compulsivamente. Sigue avanzando. Sigue bebiendo. Avanzando. Bebiendo. Avanzando. Bebe y avanza. Avanza y bebe y bebe y bebe y bebe y bebe, y vuelve a avanzar. Cuando por fin está junto a ella, sin mirarla, dice:

-Hola, ¿Me recuerdas? Soy el chico que hace solo un...-

Y una silueta de humo dibuja a la NO muchacha, a la NO contertulia de Ariel, a la NO Luz.

Su mirada se dirige a la puerta del local por un pasillo que se ha abierto entre la gente. Entre las puertas del local, que ahora se cierran, puede observar los cabellos cortos, rizados y rojizos de su chica huyendo de aquel antro. Intenta ir hacia la puerta, pero la multitud cierra el pasillo cual historia bíblica. Ariel se choca con un muchacho castaño que baila. Trata de pasarle por la izquierda, por la derecha, por las cachas, pero a Ariel nunca se le dio bien el fútbol.

-Perdona. ¿Me dejas pasar?-

El castaño lo mira como Elliot a E.T. en su primer encuentro.

-Me llamo NAS. Vivo por aquí cerca.-

-¿Y a mi qué? Solo quiero que me dejes pasar.-

-Vale, vale. Solo quería ser AGRADABLE.-

-Pero quítate ya.-

-Es que no me has dicho cómo te llamas.-

-¡Joder! Me llamo Ariel. ¿Me dejas pasar?-

-¿Tienes Messenger?-

-¡¿Qué cojones?! Tío, ¿Qué si me dejas pasar? Me corre prisa.-

-Vale. Pero vuelve para darme tu dirección, no lo olvides. Toma la mía. -

Ariel coge un papel que Nash blande en su mano.

Una vez pasado aquel individuo los demás se apartan. Ariel sale del pub. Observa la esquina de la calle y ve los mismos cabellos cortos y rojizos de su Luz. Comienza a andar a paso ligero. Su botellín de cerveza hace las veces de carburante llenando su depósito de energía. Llega a la esquina y a lo lejos adivina a un grupo de gente, entre los que se encuentra Luz. El grupo de gente se vuelve para mirar a Ariel, que ha hecho mucho ruido con sus pasos. La chica pelirroja se acerca a uno de los muchachos, que lleva una cazadora vaquera ajustada, unos pantalones de campana, una camiseta roja y el pelo moreno engominado, y le dice algo al oído.

Ariel observa impotente como el grupo, de unas seis personas, empieza a andar sin prestarle mayor atención.

Ariel se sienta en un banco cercano y se pone las manos en la cabeza.

-¿Dónde irán?¿Cómo puedo encontrarla?¿Los sigo?-

Cualquiera que lo viera pensaría que es parte del banco

-No...No, eso sería muy evidente.-

Ariel mira su reloj.

-Las 4.27am-

Los ojos del muchacho parecen iluminarse.

-¡Claro! A esta hora solo pueden ir a un sitio...-

Piensa una ruta alternativa a la lógica, la que cogería el grupo de gente, para llegar al sitio clave, y de paso encontrar algún bar donde pillarse unas cervezas.

 

Con su tercera cerveza en la mano, más los litros de veneno ingeridos, Ariel se acerca al lugar. Su corazón comienza a latir de forma extraña. Vuelve a sudar y a poner cara de “Z”.

Una ingente plaza llena de personas en estado no deseable, palmeras y bancos custodian la magnifica entrada del “Dragón Verde”, cuya puerta es de madera con un dragón alado de metal resguardado tras un árbol. Debajo hay dos porteros a cada lado. El requisito para ser portero es tener un brazo de al menos 50 cms de diámetro y 100 kilos de peso, solo piden eso, aunque por también parece que pedían que estuvieran rapados.

El grupo de la pelirroja está en la pequeña cola que se forma junto a la puerta. Ariel solo debe atravesar unos cincuenta metros hasta ella. Bebe de su botellín. Se arma de valentía. Y se acerca a la cola para la entrada. Da unos golpecillos en el hombro de Luz.

-Perdona. No quería molestarte. Pero... es que yo antes... verás...-

Luz mira a Ariel como si no lo conociera de antes.

-¿Si?–

Se hace la interesante.

-Pues...que si...verás...que si... ¿Eres la ultima? Es que quería entrar.-

Mierda, es lo que pensaba Ariel para sus adentros, que sin duda alguna se removían impetuosamente. Debería haberle dicho lo que sentía. Esto no va bien. La estoy cagando.

-Si, claro. Soy la última.-

Esbozó la chiquilla.

-Oye ¿Tu eres niño del árbol? ¿El que tenía el tatuaje del salmón?-

-Sí, si soy yo. ¿Me recuerdas?-

-Claro, hace solo un rato estábamos sentados juntos en el árbol. ¿Cómo no te iba a recordar?-

Que pregunta tan estúpida, pensaba Ariel que debía estar pensando Luz.

-Es que te marchaste sin darme tu opinión. ¿Qué piensas del amor?-

Una vez más no la deja hablar. Ahora su impetuosa voracidad expresiva le impulsó a seguir.

-Yo es que me he enamorado de ti. De tu pelo. De tus ojos. De tus labios. De tus manos y tus gestos. De ti...vamos, lo que es de ti.-

La muchacha empieza a ponerse nerviosa.

-Verás. Tengo un problema. Es que no me gusta Calamaro.-

-¿Cómo? ¿Qué no te gusta Calamaro? Pero... ¿Eso no puede ser? Calamaro es la punta del iceberg de la música actual. Sus discos rayan la perfección y son obras de arte. Cada una de sus letras constituye un símbolo. Sus notas son un derroche de genialidad. Tú no has escuchado nada de él, ¿verdad?-

Los brillantes ojos de Luz comienzan a ensombrecerse. Y su cabeza a inclinarse hacia debajo.

-No lo puedo creer. Lo siento. Debo marcharme-

Dice el chico desanimado Foro ciclismo

-Yo también lo siento. No puedo quererte.-

Ariel se despega de la cola de entrada. Luz lo agarra por el brazo antes de que se vaya. Acerca su pequeña boca a su oreja. Y le susurra.

-Además, tengo novio. Es el muchacho de la cazadora vaquera, y se llama Nico.-

Ariel levanta la cabeza. Observa a Nico. Mira a Luz. Y se va alejando sin dejar de mirar hacia “El Dragón Verde”.

-Pero si ese tío es gay. Tiene pantalones de cuero con campana ceñidos, y una camisetita azul que pone: > con lentejuelas. No lo puedo creer.-

El camino de Ariel es ahora el que le lleve hasta su casa y le permita beber al menos cinco cervezas más.

En la puerta de su casa. El muchacho apenas acierta a meter la llave para hacerla girar y mucho menos a encender alguna luz. Al final el camino no han sido cinco, sino siete, más las tres de antes, más los litros de veneno embotellado, más el golpe psicológico. El camino termina en la cama. Ariel se arranca la camiseta. Se tira del pantalón y se lo saca. Quita las sabanas de la cama y se tumba como puede.

 

-Si es gay, ¿Cómo puede tener novia?-

Es lo último que acierta a pronunciar de forma correcta antes de morir hasta la mañana siguiente.

Los celestes ojos de Ariel en el espejo parpadean varias veces. El agua del grifo corre sin control. Sus manos son tan inmóviles que la piedra parecería moverse a su lado. Hace un movimiento de cabeza como de despertar de un ensoñamiento. De fondo termina de sonar una alarma que le informa de que acaba de recibir un mensaje en el móvil. Cierra el grifo. Se seca las manos y va a su habitación.

“ariel,siento molstart.soy luz,la xica dl arbol.tngo q ablar +tigo.a pasao algo +nico,creo q lo kiere djar.m siento sola.pueds qdar?xfavor.dime 1sitio y 1ora.gracias”

El móvil se escurre de sus manos.

-¿Como cojones sabrá mi número? Si apenas hablamos. ¿Qué tiene problemas con Nico? ¿Que la quiere dejar?-

El pulso de Ariel se acelera. Comienza a escribir un mensaje tan rápido como sus dedos, su destreza y su estado mental le permiten.

“n media ora n el “anden”.

t spero.no tards y no t procups,veras cm no es nada”

Busca ropa entre la montaña que tiene en una silla a los pies de su cama. Coge un pantalón del suelo del armario. Se echa desodorante, un poco de colonia. Se peina y sale corriendo.

En la calle la luz del sol le molesta bastante, pero no logra que pare su marcha. Se tapa la cara con una mano. Los pájaros cantan de forma desagradable. Todo el mundo crea un ruido ensordecedor e innecesario. La gente habla gritando. ¿Los coches no deberían llevar un silenciador en el tubo de escape? Las calles son anormalmente largas. Pero Ariel logra llegar al “Andén”. Quita el brazo de delante de los ojos para ver más certeramente quién está sentado en las mesas de fuera. Se sienta en una que está vacía. Pide un zumo tropical y un par de donuts.

Por el final de una larga calle aparece Luz. El escaso viento mueve un vestido por encima de las rodillas. Su aspecto parece saludable. Sus manos siguen en su sitio. Sus piernas también, al igual que sus ojos y la nariz, que hace soporte para unas amplias gafas negras. Viene entera, completa, no ha dejado nada guardado en casa.

Ocupa una silla frente a la de Ariel, sin preguntar. Levanta las gafas.

-Hola, soy yo.-

Claro, ¿acaso por llevar gafas vas a ser otra o no te voy a reconocer?, es lo que pensó el chico.

-Hola. ¿Qué tal?-

-Pues mal. Por eso quería hablar contigo.-

-Un momento. Primero me gustaría saber como conseguiste mi número.-

-Me lo diste tú anoche. En el árbol. Cuando me estabas hablando. Me pasaste un papel con tu número escrito y tu nombre, según dijiste “para que no lo olvides nunca”.-

Si hubiera sido posible al joven le habría salido una enorme gota de sudor, más grande q su cabeza, y se le habrían puesto los ojos a rayas grises.

-Quería hablar contigo porqué quería una tostada con mantequilla y un café.-

Si hubiera vuelto a ser posible la inmensa gota de sudor de antes habría crecido hasta ahogarle. ¿Había quedado con él para que le invitara a desayunar? ¿Solo para eso? La tierra a veces no tiene en cuenta lo importante que es aprender a tragar.

 

-¿Cómo?-

-No, no. Perdona, se lo decía al camarero.-

Ariel no se había dado cuenta de que justo detrás de él estaba el camarero tomando nota. Por fin la gota de sudor le dejaba respirar otra vez.

-Lo que pasa es que Nico quiere que lo dejemos. Dice que no puede verme. Que me quiere mucho. Pero que no tiene tiempo para verme. Y me pone unas excusas muy raras. Eres la única persona en la que puedo confiar ahora mismo.-

-Vale, no te preocupes. A los tíos a veces nos pasa eso. Nos liamos y lo pagamos con la gente que tenemos cerca.-

-Pero yo hace tiempo que dudo si lo quiero o no. Y ahora no entiendo sus razones.-

-Luz, pero tú me gustas. No me puedes decir esto a mí. Es como si me abrieras una puerta, o un camino para aprovecharme de ti.-

-Y ¿Quién dice que no he quedado contigo para abrirte esa puerta?-

Los ojos del chico comenzaron a brillar, a pesar del enrojecimiento que padecían.

-Entonces ¿Me estás dando una oportunidad?-

-Es que hay cosas que no me gustan de ti. Esa manía con Calamaro...me parece muy infantil.-

Los ojos de Ariel dejaron de brillar.

-Pero Andrés me ha dado todo lo que tengo en esta vida. De hecho estás aquí porque ayer hablábamos de Él y te di mi número. No me puedes pedir que renuncie a lo que más quiero.-

Desde lo lejos se podía observar el bar “Andén” y como una pareja montaba una escena. El chico, rubio y delgado, se levantaba de la mesa sin acabar su desayuno, apenas habría probado medio donuts, y se iba sin despedirse de la muchacha. Si hubiésemos permanecido en aquel lugar podríamos haber visto como la chica, con el pelo corto y rojo, no se preocupaba por la marcha de aquel muchacho, como esperaba pacientemente su desayuno, e ingería su café y tostada con total serenidad. Pero no permanecimos allí.

Desde la habitación de Ariel, si te tumbas en su cama y dejas abierta la ventana, por la mañana, se puede ver el piso de enfrente, y si te acercas y te apoyas en el marco ves la calle, y la gente que va por ella. Si te vas al cuarto de baño apenas puedes ver nada. Si te sientas en el suelo a llorar con las manos en la cabeza apretando con fuerza, tampoco ves nada. Pero si te levantas, vas al equipo de música y pones alguna canción de Calamaro al pasar por delante de la ventana puedes ver como la gente pasea por la calle. Por la tarde se puede ver lo mismo, y por la noche. Además si escuchas todo el tiempo lo mismo comienzas a ver cosas distintas a las que veías a cualquier hora. Ese fue exactamente el recorrido que Ariel estuvo repitiendo sin descanso.

Al tercer día, con ojeras y sin fuerzas, Ariel se levanta de la cama. Busca cerca de su ordenador una libretilla negra y empieza a escribir. De vez en cuando se levanta para remover entre todos los papeles que tiene encima de la mesa, coger cosas y cinta adhesiva, y sigue escribiendo. Pasadas unas horas se acerca al teléfono.

-Hola. ¿Todavía sigues pensando igual?.... Pues entonces dentro de diez minutos en “Andén”.-

Se peina. Se perfuma. Se arregla. Coge su libretilla y se va.

Bajo un luminoso que pone: ANDEN, está sentado Ariel. Con su libretilla entre las manos. Agarrándola como si en ella fuera su vida. Mirando nervioso a los lados, al reloj, otra vez a los lados, resoplando, sudando, al reloj y a los lados. Por fin llega. La muchacha pelirroja del pelo corto.

 

-Hola Luz.-

-Hola ¿Qué querías decirme?-

Ariel traga saliva.

-Pues lo he estado pensando y he llegado a la conclusión de que me importas mucho más que Calamaro. Que creo que tu debes ser el centro de mi vida...-

Luz mira desconfiada como Ariel aprieta la libreta mientras le habla.

-Y…como sé que debo demostrártelo...se me ha ocurrido entregarte todo lo que pienso, lo que sentí cuando te conocí, mis ideas, mis planes y sobre todo...todas mis reliquias de Calamaro pegadas en la libreta, para que seas tú quien las tenga y veas que realmente no me importan, que quien me importa eres tú. Toma.-

Ariel acerca la libreta a Luz. Que la coge con gesto de asco.

-Pero Ariel...agradezco tu gesto. Pero creo que antes de decirme todo esto, o de que yo lea lo que has escrito deberías saber que...-

-No, no debo saber nada, Luz. Quiero que sepas lo que siento por ti.-

-Pero es que estoy enamorada de Nico. Lo amo, Ariel, me he dado cuenta de que lo quiero con toda mi alma. No puedo estar con otro hombre.-

La muchacha comienza a sonreír. Sus mejillas a ponerse rojas. Su voz a volverse dulce.

-Es el chico de mi vida. No puedo evitar pensar en él todo el día. En sus ojos y sus labios. Ariel soy feliz. ¡Estoy enamorada!-

A esas alturas Ariel es una sombra, un rastrojo. Un ente orgánico que sobrevive a duras penas. Ariel hubiera deseado que se le parara el corazón en ese momento, aunque no habría sabido cual de los mil trozos era el que hacía que siguiera latiendo.

Luz seguía hablando con esa vocecilla dulzona que entraba por los oídos de Ariel, pero que dentro de ellos se volvía grito y llanto, estridencia. Sin mirar a Luz, ni decirle nada, se levanta.

Otra vez desde la distancia se puede observar una escena en la que una pareja se separa. Pero esta vez él se mueve lentamente, como quien tiene una puñalada en el costado, y ella no para de hablar con dulzura, casi cantando.

Ahora la habitación de Ariel es oscura. Las rendijas de la persiana no existen. La voz de Calamaro inunda la habitación de esquina a esquina, inunda las sábanas, los libros, los zapatos, las camisas, inunda todo su ser. Pero no es la voz del Calamaro brillante, sino la desquebrajada voz del Calamaro drogadicto y enfermo, desafinada como la peor de las guitarras, una voz resfriada, una voz sacada de la nariz. Una voz que se corresponde con el tono oscuro de la habitación. Esa voz que sale en “Rumbo errado”, u otras canciones de tristeza, cada vez que alguien quiere llorar. Esa voz que salía del alma del equipo de música en el que sonaba el disco de “EL SALMON”, y que se clavaba en el charco de lágrimas que aquella sombra rubia y delgada derramaba.

Creo que me hace falta agregarle

algo a la grapa,

me quema la garganta,

pero no se compara

al fuego fatuo

que me quema el corazóóóón.

No me importa si

no me amas, no te amo

o no nos amamos,

O si perdí tu sonrisa

por 5 o 6 bolivianas,

si estuve toda la mañana

llegando y yendo

si fui bueno,

malo,

loco

o peligrosoooo.

Terminó de cantar Ariel entre llantos.

La música de “el salmón” sigue de fondo, sin posibilidad de ser cambiada. Suena hasta el infinito. De pronto la voz de Calamaro empieza a sonar más lenta y pesada de lo normal, cada vez más y más lenta, y sigue sonando así. Parece ser el mismísimo Belcebú. Belcebú amenazando. Ahora Belcebú pidiendo perdón. Ahora Belcebú pidiendo clemencia. Y ahora Belcebú ya no aparece, no suena. La voz que sonaba de fondo se ha convertido en un humo proveniente del equipo de música. Ariel mira el equipo. Abre el compartimento de CDs y observa como después de cinco días de sonido continuo lo que antes era un maravilloso disco ahora solo es una masa deforme, derretida y humeante, eso si, de increíble color blanco.

-Vaya mierda. Se ha derretido. Estos equipos de marca “el pato” siempre lo estropean todo. -

El olor a cerrado y el humo comienzan a preocupar a Ariel. Su estado físico también le preocupa, le cuesta mover las piernas y las manos (después de cinco días haciéndolo solo para engullir basura o para cambiar de posición en la cama). La terrible luz brillante, amarilla y normal que entra por la ventana comienza a quemar a Ariel desde los pies a sus pelos. Se pone su camiseta negra, sus vaqueros con roturas en las rodillas, sus gafas de sol y su cara, aunque hubiera preferido cambiarla por otra que asustara menos, aunque fuera solo por un día.

Ariel entra en una tienda. Sale con una bolsa naranja pequeña en la que aparece un cocodrilo con chupa de cuero, gafas de sol y tupé. Se sienta en el “Andén”. Pide una cerveza y una tostada, saca de la bolsa naranja una caja de un disco cuya portada es un SALMÓN. Coge su tostada, la muerde. Guarda el disco y bebe de la cerveza.

El Autor de este relato fué Nacho gallego , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=8081&cat=craneo (ahora offline)

Relatos cortos ficcion Narrativa Libre SALMONnitis

Relatos cortos ficcion Narrativa Libre SALMONnitis

Un haz de luz ilumina los ojos de Ariel. La luz penetra por una pequeña rendija entre los boquetitos de la persiana. Dentro del haz de luz se pueden distingui

relatoscortos

es

https://cuentocorto.es/static/images/relatoscortos-relatos-cortos-ficcion-narrativa-libre-salmonnitis-2825-0.jpg

2021-05-18

 

Relatos cortos ficcion Narrativa Libre SALMONnitis
Relatos cortos ficcion Narrativa Libre SALMONnitis

Si crees que alguno de los contenidos (texto, imagenes o multimedia) en esta página infringe tus derechos relativos a propiedad intelectual, marcas registradas o cualquier otro de tus derechos, por favor ponte en contacto con nosotros en el mail [email protected] y retiraremos este contenido inmediatamente

 

 

Top 20