Relatos cortos ficcion Narrativa Libre vida y obra de un tipo cuadrado que nunca supo ser redondo

 

 

 

Un tipo gordo, muy gordo, sale de su casa con dirección a cualquier parte. Los pocos desalmados que hayan estado allí, sabrán que cualquier parte nunca se sitúa en cualquier parte exactamente, sino que queda algunos metros más al oeste.

Cuando llega a cualquier parte, el tipo doblemente gordo se encuentra con el señor tal, y el vecino cual del señor tal. Comienzan hablar. En ese momento, una mujer, situada en el cuarto piso izquierda del edificio más próximo al trío de conocidos, comienza a observar al tipo regordo con sus prismáticos. Dice, tamaño despropósito. Y cierra la ventana, acción acompañada de una compulsiva forma de bajar la persiana. Ante el exagerado ruido que emite esa unión de sonidos, el tipo gordo interrumpe su historia inventada con la que encandilaba a sus amigos, y dirige su mirada de manera instintiva a la ventana ahora cerrada del cuarto piso, escalera izquierda. Y dice, Cerda miserable. Y se calla durante un largo periodo de tiempo. Ese silencio, no tan incomodo, acaba cumpliendo la condición mínima exigida a cualquier tipo de silencio: ser susceptible a al compromiso de la rotura. Un perro, que parece un san Bernardo, pero que en realidad es un extraño cruce de razas asiáticas, ladra sin parar. Su dueño se ha marchado, probablemente para no volver, aunque es difícil asegurarlo. El perro se siente feliz. No son ladridos tristes, dice el señor tal. Son ladridos de libertad, dice el vecino cual del señor tal. Al tipo gordo le entra una nausea. Siente unas ligeras ganas de vomitar, pero los ladridos del perro le ponen demasiado nervioso como para acordarse de hacerlo. El dueño del único kiosco que hay en cualquier parte, grita, que alguien haga callar a ese maldito chucho o le mato a palos. Nadie le hace caso. Y ningún crimen se comete en cualquier parte. Siempre tuvo muy mal carácter, comenta el señor tal. Es demasiado impaciente, añade su vecino cual. El señor tal es un hombre observador. El vecino cual del señor tal es un hombre oportunista. El tipo gordo comienza a sentirse muy mal. Esta a punto de caerse al suelo, muy pálido. Pero consigue sobreponerse. Señores, esto ya es demasiado, dice en voz baja el tipo gordo. Nadie le ha escuchado. Nadie ha querido escucharle. El perro aparentemente abandonado deja de ladrar y se marcha hacia el este. Menea alegremente la cola. Todos, salvo el tipo gordo, que esta recayendo en su amargura perpetua, y el quiosquero, que esta saliendo de un estado de furia temporal, creen que ese simpático perro ya ha olvidado a su amo. Un hombre muy anciano, pero no tan viejo como para perder la melancolía, interrumpe la lectura de su periódico, y comienza a mirar la marcha del perro. Después, observa al quiosquero y tras unos segundos donde no mira a ningún sitio en particular, detiene su mirada en los otros tres señores que alcanza a captar su campo visual. El anciano menea la cabeza. Al mismo tiempo, el perro deja de menear la cola, antes de desaparecer por una larga temporada. El hombre gordo esta harto. Y no sabe a donde ir. En el cuarto piso, escalera izquierda, la mujer de los prismáticos sube esta vez de forma sutil la persiana, y la deja a la mitad. A continuación, abre la ventana, asoma su confusa cabecita, y comienza a llorar. El señor tal decide que ya es hora de ir a tomarse un café. El vecino cual del señor tal decide simplemente acompañarle. El hombre gordo se queda solo, entre medias del anciano y del quiosquero. Cuando va recobrando la esperanza, una voz le devuelve a su amargura. ¿Por qué demonios me tuviste que hacer esto?. A la mujer del cuarto izquierda le ha salido del alma ese grito. Y quizá por eso, llora mas desconsoladamente. Tras ver aquello, el tipo gordo sustituye las nauseas por un vacío insoportable. E intuye que ya nunca mas volverá a cualquier parte.

 

El Autor de este relato fué Treveler , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=10155&cat=craneo (ahora offline)

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Un tipo gordo, muy gordo, sale de su casa con dirección a cualquier parte. Los pocos desalmados que hayan estado allí, sabrán que cualquier parte nunca se s

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2024-11-03

 

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