Soy marinero por parte de padre, y gallego por la gracia de Dios. Y soy abstemio merced a la mar, o por mejor decir a las criaturas que en ella habitan.
Todo sucedió la noche de San Juan, durante mi embarque en el Reina María, un carguero panameño que hacia la ruta del Indico.
Aquella noche el mar estaba como para que se nos llevaran los diablos. Y como era el santo de mi mujer, y hacía más de tres meses que no la veía, estaba consolándome la morriña con una botella de Brandy que guardaba para la ocasión, desde que se la confisqué a un matasanos que nos acompañó durante un tiempo. Al fulano ese la mar no le sentaba nada bien, así que se desembarcó en cuanto pudo, dejándonos parte de sus bártulos, y con ellos una caja de botellas que rápidamente repartimos entre toda la dotación. Y allí estaba, apurando el último trago de licor cuando me sentí indispuesto, y por no manchar el camarote, salí a cubierta con la intención de aliviarme el estomago y la cabeza con el aire de la noche. Pero según salí, noté que no había sido buena idea. Un golpe de mar me hizo rodar por el suelo, y cuando me incorporaba, una ola de buen tamaño me arrastró por la borda. Supongo que hubiera sido fácil asirse a algo, pero el alcohol, que no es buen consejero, es peor equilibrista, y en un decir Jesús me vi sumergido en el agua, tragando mar, y vomitando alcohol a un tiempo.
Y así me hallaba, cuando surgió ante mí una de esas criaturas que la mar engendra, mitad pez mitad mujer, de verde melena, y mostrando sin recato sus atributos femeninos. Y tras un momento de sorpresa mutua, ella, que se veía más decidida, me tomó de la mano y me arrastró a las profundidades.
Cruzamos una ciudad de barcos hundidos, entre los que se veía a los marineros que en su día los tripularon, muy ociosos, solazándose con criaturas similares a la que de mí tiraba. HERRETE | Descúbre su verdadero significado
Por fin llegamos a lo que parecía ser un trono, cubierto de tantas perlas, corales y maravillas, que ni el del rey del Siam, y en el que se hallaba un anciano de larga barba, mitad humano mitad abadejo, que llevaba una corona de nácar y un largo tridente dorado. Y apenas nos vio, volvió la cara hacia la niña pez y le dijo:
- Pero hija mía, ¿otra vez con un inmigrante ilegal? ¡Y encima gallego! ¿Pero no te he dicho que este año ya hemos sobrepasado con creces el cupo de Gallegos? ¿Que si seguimos así se nos va a echar encima todo el consejo de la Comunidad Oceánica, y nos van a poner otra sanción que va a dejar pequeña a la del exceso de cuota de lapas? Venga, coge al humano este y déjalo donde lo has encontrado.
La niña me miró con enojo, y me dio tal coletazo que me mandó disparado con una ola hasta la misma cubierta del carguero. Y allí me encontré de nuevo, tirado y vomitando, ya solo agua salada, y contemplando la botella de licor que ahora tenía en su interior, en lugar del líquido ambarino, un gran fragmento de coral con forma de corazón, como para demostrarme que todo aquello no había sido un sueño.
Así que desde entonces no bebo alcohol, y en las raras ocasiones en que me ataca la tentación, miro la botella con el coral dentro y me digo: Venga Pepiño aguanta, que quizá este año aun no se cubrió el cupo de Gallegos
El Autor de este relato fué Balder , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=7990 (ahora offline)
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Soy marinero por parte de padre, y gallego por la gracia de Dios. Y soy abstemio merced a la mar, o por mejor decir a las criaturas que en ella habitan.
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2021-04-14
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