Relatos cortos humor Parodias El Ceniciento

 

 

 

EL CENICIENTO.

Érase que se era un par de veces o dos en un remoto país muy lejano, que vivían una alegre y dicharachera remota familia, el remoto y distante grupo familiar estaba compuesto por un canónico matrimonio y el fruto de un canónico penalti que metió estrepitosamente por la escuadra el varón a su futura esposa, el varón en cuestión era un asiduo (por falta de medios) practicante de la cuestionada y poco aconsejable - ya en aquella época- “marcha atrás”, decían que practicar habitualmente este acercamiento a proa sin hospedaje causaba graves trastornos psicológicos del tipo del quiero y no puedo, y que de tanto querer y no poder parece ser que esto traía como consecuencia una profunda disfunción eréctil, es decir, que la apenas perceptible erección de nuestro más querido miembro familiar impedía entrar con contundencia y garantías de victoria en territorio hostil, dentro de la gravedad que esto supone para el familiar y su miembro, no es menos grave llegado el momento, pasar de todo, y que sea lo que Dios nunca quiso.

 

Él nunca pensó que fuese a ocurrir, claro, nadie lo piensa en ese momento, aquí entran demasiado en juego los “despueses”, siempre se piensa después cuando ya no hay remedio, cuantas reputaciones injustas se han colgado en la casilla del debe de muchas mujeres con la argumentación tan caballeresca de - Y cómo saber que he sido yo si ella se cepilla a todo lo que se le ponga a tiro -, cuantos embarazos no deseados a causa del yo “penseque”, y del yo “creíque”.

Él tenía un autocontrol a prueba de fortuitos e involuntarios escapes, incluso su futura mujer se quedaba asombrada de la resistencia mental que ofrecía a la eclosión testicular, siempre en el momento álgido de la frenética relación, él culeaba magistralmente retirándose a tiempo, evitando así que la inminente erupción del volcán escrotal derramase su lava en los adentros corporales de su futura canónica esposa.

Pero claro, tanto va el cántaro a la fuente, y tanto se encomendaron a la divina providencia que cierta noche de cierto día el “kamasutra” les traicionó, haciendo balance, sus asiduas relaciones sexuales básicamente constaban de las prácticas típicas de la época....coge esto por aquí.....dame lo otro por allá.....succiona tú que luego succiono yo......que me voy, que me voy........, no te vayas, no te vayas....,que no aguanto más, que no aguanto más,....., que sí que aguantas, que sí que aguantas.....que no, que no....que sí, que sí,,,,,,,, terminando febrilmente la batalla en la académica y de todos conocida y muy valorada por los estamentos eclesiásticos, postura del misionero enclaustrado.

Pero como “Todo tiene su fin” que dirían Los Módulos, en la noche de autos, y en el momento en que él iba a posicionarse culo en pompa y a toda vela para ahondar en el misticismo intrauterino de ella, ésta le hizo una magistral llave de Judo, y pasó de poseer él siempre, a ser ferozmente poseído, ella se colocó en los encimas de él y a ritmo de “Ahora quien parte el bacalao soy yo” el bacalao fue partido pero bien, cierto es que ella siempre confió en las aptitudes heroicas de su partenaire, pero la damisela no contaba con que había cambiado totalmente el modus operandi coital y que tristemente en esa noche no andaban los dos muy sincronizados – orgásmicamente hablando - ,al contrario de otras veces, qué lejos quedaron esos....que me voy, que me voy....,¿a dónde?¿a dónde?, no te vayas, no te vayas......,las únicas tres eróticas palabras que él pronunció esa noche fueron textualmente ...”La hemos cagado”, así de simple, efectivamente no se habían equivocado, la cagaron, y el resultado de esa cagada fue que a los ocho meses y medio nació el protagonista de nuestra historia.

 

A la criatura, sus padres cariñosamente le llamaban Ceniciento, le llamaban así porque siempre fue un niño muy gafado, como se decía vulgarmente en aquella época era un “Cenizo” de niño, así que debido al cúmulo de cenizadas casualidades le pusieron el apelativo familiarmente cariñoso de Ceniciento.

A nuestro Ceniciento, la suerte siempre lo bordeaba para no encontrarse con él, era el típico niño que por donde él pisaba no volvía a crecer la hierba, aparte de por el gafe, por las dimensiones siderales de sus ambos dos pies, a la temprana edad de seis u seis años y diez días, sus medidas corporales no estaban muy proporcionadas que digamos, era algo escueto de estatura, cabeza bastante prominente con relación a su edad, orejas pérfidamente amenazantes, nariz aguileña, (digo bien.... aguileña, ya hubiesen querido las remotas rapaces tener su pico de la misma forma que la nariz de Ceniciento), barbilla con sentimiento de culpa y escondida, hombros que pasaban desapercibidos.....para qué seguir, casi todo está dicho ya, no hurguemos en la herida abierta y sangrante, los únicos hallazgos positivos que podríamos encontrar en aquel joven y malformado cuerpo era que Ceniciento no era miope y que tampoco necesitaba por aquel tiempo peluquín, había sido dotado de una espectacular melena rubia..

Ceniciento fue creciendo como el niño normal que nunca fue, a la edad de diez años se quedó huérfano de madre, y su padre, por una de esas raras casualidades de la vida, se quedó al mismo tiempo viudo de esposa, al cristiano sepelio llegaron gentes de todo los rincones del remoto país, era familia muy conocida, bueno, ellos precisamente no, muy conocidos eran por el parentesco con los tatarabuelos de los padres de la difunta, y de los abuelos de los hermanos políticos de él, las dos familias eran socios mayoritarios con el setenta por ciento de las acciones sobre la propiedad feudal de aquellas tierras, y tuvieron la gran fortuna de unir ambos accionariados con sendas uniones familiares que culminó con la canónica boda de los padres de Ceniciento.

El padre de Ceniciento volvió a ver en el entierro a una dama (amiga de la pareja) a la cual hacía mucho tiempo que le había perdido el rastro, aunque intensamente enamorado de su mujer, él siempre sintió un especial cariño por la desaparecida dama, dichos ambos dos, y tras el entierro, comenzaron a encontrarse esporádicamente, a los dos años más o menos de la muerte de su esposa y de haberse amado en la clandestinidad, el padre de ceniciento le pidió a la desaparecida dama que se casase con él, el padre de Ceniciento sabía que a su hijo le hacía falta el cariño de una madre, aunque nunca podría igualarse al de la verdadera, su padre creyó que la desaparecida dama podría ocupar de algún modo el lugar que ella dejó.

Hasta ese momento la desaparecida dama no había visto a Ceniciento, sabía de él por boca de su padre, al aceptar la petición de matrimonio la desaparecida dama creyó que era el momento de conocer a su hijastro, aunque su futuro marido le había comentado que la sabia madre naturaleza no había sido benévolo con Ceniciento en lo que a aspecto físico se refería, siempre pensó que era algo exagerado, pronto se daría cuenta que en lo referente a la apariencia física de Ceniciento no había nada de exagerado, el encuentro entre Ceniciento y su futura madrastra no fue nada gratificante, la desaparecida dama en vez de estrecharle cariñosamente entre sus brazos le dio unas palmaditas en la espalda diciéndole....¡Anda hermoso....!, vete con papá.

 

La boda se realizó como era preceptivo, la única novedad – si se la puede llamar así – es que a Ceniciento no le dejaron llevar las sarras por si al verlo los invitados salían en estampida.

Padre e hijo trasladaron su domicilio habitual a otro país, a la casa de la desaparecida dama. La desaparecida dama, al igual que el padre de Ceniciento también había enviudado y Dios había bendecido (es un decir) su matrimonio con dos hijos que en aquellos tiempos no había adjetivos calificativos para definirlos, ahora y con el paso del tiempo sí.......horrorosos, eran horrendos Quasimodos los mirases por donde los mirases, cuando la recién casada se los presentó a su marido, al verlos, un intenso y delatador sudor corrió por su frente, al lado de estos dos Osobucos, Ceniciento era un Adonis, haciendo de tripas corazón el padre saludó a sus nuevos hijos y pensó para sus adentros....¡Dios mío!, ¡Qué mal he hecho en esta vida para tener que cargar a estas alturas con semejantes especimenes de hijastros?, ¡Señor!, ¿No me castigaste ya bastante por el penalti cometido? ¿No me adjudicaste como castigo la paternidad de Ceniciento?, tras esto, un repentino ataque de nerviosa tos rompió el silencio sepulcral de aquel primer encuentro familiar.

Tras toser y toser desaforadamente en la soledad de su habitación, el padre de Ceniciento rompió a llorar, así estuvo días.........semanas.......meses, hasta que un repentino hueso de aceituna rellena de anchoas lloronas pidió asilo político en su traquea asfixiándole, es curioso, pero cuando su familia se percató de que no se presentaba a la cena -al encontrarle fiambre en el suelo del recibidor- en vez de mostrar una cara lógica de un recién asfixiado, mostraba una paz y una quietud como si por fin hubiese podido evitar hacer aquel penalti de juventud.

A partir de aquí la vida de Ceniciento cambió, ahora se iba a dar cuenta de la familia en la que por desgracia había caído, mientras su padre vivió, la familia Monster tuvo que aguantar a Ceniciento, pero el odio estaba latente en espera de que lo dejasen salir a la más mínima oportunidad, Ceniciento fue víctima de las más aberrantes vejaciones tanto físicas como psíquicas y algunas químicas, que tampoco vamos a olvidarlas.

De hijastro pasó a ser de golpe y porrazo uno más de la servidumbre de la casa, los trabajos más duros y denigrantes se los encomendaban a él, estaba harto de oír continuas risas a costa de lo poco agraciado de su físico, como si los mostrencos de hermanastros que tenía fuesen un cúmulo de hermosura, la misión diaria que más aborrecía era el de tenerles que servir la comida a la arpía de su madrastra y a los osobucos de sus hermanastros, aunque todo hay que decirlo, algún que otro productos de sus adentros iban a parar a los platos, seguidos de un jejeje,¡Que se jodan!

 

Ceniciento contaba doce años y seguía igual de gorililla que siempre, y eso que todavía no había pegado el primer estirón, miedo le daba a Ceniciento, cuando notaba cosquilleos en su cuerpo creía que eran los primeros síntomas del crecimiento y se colocaba en posición fetal durante largas horas para que el estirón pasase de largo y se fuera a por sus horrendos hermanastros, por parte de padre.

El tiempo fue pasando y pasando, a Ceniciento el primer estirón lo pillo dormido y no se pudo defender, pero ocurrió algo curioso, en vez de que este primer estirón aumentara y agravara sus defectos físicos, causó en Ceniciento algunos cambios que aunque leves, sí que indicaban que algo o alguien se había apiadado de él, y que incluso si venían muchos estirones (visto lo visto, Dios lo quisiera) igual ya su cabeza podría guardar relación con el resto de su cuerpo, su barbilla podía echarle coraje a la vida y darse por fin a conocer y sus pies a lo mejor se retraían y volvían hacia sus orígenes, porque a estas alturas de la vida Ceniciento tenía los mismos andares andarines que un buzo fuera del agua.

Ceniciento señalizó toda la casa para que los estirones no pasasen de largo, a modo de niño anuncio se puso unos carteles en pecho espalda y culo, con el siguiente mensaje orientativo.

Estirón.., estirón... no tardes mucho

redúceme este cabezón

mi nariz aguileña te invita

a entrar en mi habitación.

Mis pies se salen del mundo

mis hombros apenas se ven

mi barbilla hace tiempo que no la encuentro

a mis orejas solo les falta morder.

Estirón...., si no me abandonas

y con tu venida me ayudas

te prometo que a partir de ahora

haré mucho aeróbic para cuidar mi figura.

El caso es que efectivamente los estirones fueron llegando uno detrás de otro, concretamente fueron siete estirones en siete años – uno por año – y nuestro Ceniciento cambió, ya no era aquel poco agraciado varón, la cabeza dejó de crecerle y se quedó con la justa, su nariz fue perdiendo ese acentuado toque aguileño, su barbilla por fin le echó arrestos a la vida y altanera apuntaba cara al sol - sin ninguna camisa, ni vieja ni nueva - sus orejas por fin pudieron reposar en ambos parietales de la cabeza (justa ya) de Ceniciento, por fin esas orejas habían dejado de permanecer en vilo suspendidas en el aire siempre a merced de los vientos y las tempestades reinantes por aquellos lugares por lo cuales Ceniciento las paseaba, pero lo que no pudieron conseguir los estirones fue que los pinreles de Ceniciento se retrajeran hacia sus orígenes, se quedaron tal y como estaban, aunque como resultado de la nueva proporcionalidad física de Ceniciento, la verdad es que sus pies no parecían tan siderales, grandes sí, porque tampoco vamos a decir ahora que Ceniciento tuviese piececillos de bailarina, pero vamos, que ya no serían al primer sitio donde la gente miraría cuando se cruzase con él.

Este cambio no pasó desapercibido ni para la arpía de su madrastra ni para los osobucos de sus hermanastros, que día a día fueron viendo como Ceniciento se había convertido en un joven muy resultón, quizás bello... sí....quizás incluso más bello que el culo de un camello.

Un día el Rey de aquel otro remoto país anunció a bombo y platillo que daría una fiesta, fiesta a la cual invitaría a todos los castos varones en edad casadera de su reino, en verdad que este bondadoso rey - y mejor padre - sí que había sido bendecido con una bellísima hija, – geométricamente hablando – carecía de aristas, todo en ella eran curvas, en su cuerpo, los senos y los cosenos alegremente jugueteaban a cada paso que ella daba, que por cierto, bien se encargaba de que no pasasen desapercibidos para su enfervorizado y varonil público.

 

El rey era conocedor perfectamente de los gustos en lo referente a hombres de su hija, y que por muchos pretendientes que (ingenuos ellos) la habían pretendido pretender, ninguno había sido santo de su devoción por muchos y variopintos motivos, variopintos motivos que se podían resumir en un par o dos, plastas y aburridos.

El rey sabía que a esta fiesta acudirían todos los varones del reino y que malo sería que alguno no le hiciese tilín, la geométrica princesita era muy exigente en lo referente a los hombres, la mayoría le parecían estúpidos guaperas con envidiable poder adquisitivo, pero en los cuales el suficiente coeficiente de inteligencia como para lograr conquistarla había cerrado por defunción de su materia gris, además que ella era muy alegre y dicharachera, le encantaba reír, y hasta el momento su padre sólo le había concertado citas con momios – las citas en palacio y bajo estrecha supervisión, claro –

Tú, Ceniciento... no irás a la fiesta que ofrece el rey – dijo la arpía – te quedarás en casa podando los árboles y limpiado los establos, la Arpía por ningún motivo quería que Ceniciento fuese a la fiesta, tenía la sensación que de ir no le disgustaría excesivamente a la -geométricamente hablando- sin aristas princesita, y de ocurrir esto veía peligrar la pretensión más anhelada por ella, que no era otra, que la bella princesa eligiese como esposo a alguno de sus dos osobucos hijos, cosa imposible e impensable , claro, la geométrica princesita seguramente saldría espantada al verlos.

Llegó el día bailongo, Ceniciento apesadumbrado vio partir a los osobucos y a la arpía en el carruaje familiar hacía el palacio real, en la soledad del establo no pudo impedir que sus ojos dejaran escapar lágrimas de dolor y de incomprensión, poco le importó si estaba solo o no, no podía soportar más tanta injusticia, a los cuatro vientos preguntó porqué era tan desgraciado, dos de los cuatro vientos nada le dijeron, el tercer viento no supo que decirle y no le contestó, pero el cuarto viento haciendo un alarde de huracanada sabiduría le dijo....”If you cry because you can´t see the sun, your tears no te dejarán see the start” o lo que es lo mismo, “Si lloras porque no puedes ver el sol, tus lágrimas no te dejaran ver las estrellas”, parece ser que el cuarto viento estaba en primer curso de Inglés nativo y algunas palabras aún se le escapaban, pero tuvo la gentileza de traducirle la respuesta a Ceniciento que al escuchar esta demostración de sabiduría huracanada ya lloró muchísimo más tranquilo...dónde va a parar.

Ceniciento de repente oyó como alguien a sus espaldas pronunciaba onomatopéyicos sonidos psiseantes......pssssss..¡eh!....pssssssss,,,, Ceniciento un poco extrañado miró para atrás y estupefacto quedó con la observación de lo que sus ambos dos ojos con aureolas celestiales estaban viendo, aproximadamente a la altura de su cabeza y flotando en el aire había un canijo y voluptuoso ser que como única vestimenta llevaba incorporado a su orondo cuerpo unos pololos de cuello alto –supuestamente porque era invierno - y dijo ser su Hado Padrino, dijo llamarse Ernestino, Ceniciento le comentó al hado Ernestino que él no creía en hadas y que muchísimo menos iba a creer en hados y más con esa pinta que llevaba, el hado Ernestino se cabreó, no podemos negarlo, velozmente comenzó a flotar de un lado para otro como alma que lleva el diablo por toda aquella habitación perdiendo la noción del espacio tiempo, por un momento incluso perdió la noción de la distancia entre él y las paredes para justamente y en ese preciso instante estamparse contra una de ellas, el hado Ernestino pensó que estaba en la feria de Abril de Sevilla, jamás en su dilatada y fructífera vida de hado había visto tantas estrellitas y lucecitas juntas.

 

Cuando Ernestino salió del estupor que le produjo el golpazo, comenzó a levitar nuevamente dirigiéndose al encuentro de Ceniciento, pero eso sí, esta vez muy despacito y calculando a la perfección la distancia entre él y el resto del mundo, Ernestino era canijo pero tenía una personalidad arrolladora.

¡Vamos a ver si nos aclaramos Ceniciento!, mejor dicho, a ver si te aclaras tú que los hados siempre estamos aclarados, Ceniciento..... protegido mío, ¿De verdad crees que el aspecto físico que ahora posees ha sido por una de esas raras casualidades de la vida?, ¿Crees que los estirones llegaron a ti llevados por su solidaridad con la raza humana?, mira Ceniciento, me costó Dios y ayuda convencerles para que asomasen por tu casa, ellos estaban en el país de nunca jamás y me dijeron eso precisamente, que nunca jamás irían en tu busca, que no querían estirarse dentro de ti, les dabas pánico, tuve que prometerles a todos los estirones que les dejaría ir a estirarse sobre la –geométricamente hablando – sin aristas princesita.

Ceniciento creyó al Hado Ernestino, pero le preguntó que si de verdad era su hado padrino porqué le había dejado ser tan infeliz durante tanto tiempo.....Ceniciento – le volvió a decir el Hado Ernestino – he estado contigo desde que a causa del penalti que metió tu padre con el consentimiento implícito de tu madre tú naciste, cierto es que pude haberte ayudado antes, pero quería saber si eras lo suficientemente fuerte y digno como para merecer mi ayuda, Ceniciento yo soy un hado padrino de alto standing y no voy por ahí apadrinando a cualquiera,,,,Jajajajajaja, rió Ceniciento como un descosido para sorpresa del Hado Ernestino, ¡Vaya! te ha hecho gracia lo que te he dicho, me alegro Ceniciento, pero no era esa mi intención, y me hieres en lo más hondo de mi etéreo ser....¡Que va!, perdona, es que se te ha caído el pantalón del pijama de cuello alto y estás en bolas jajajajaja, la verdad que sí debes ser un hado genial, porque si encima de tener la pinta que tienes eres un Hado chabacano es para morirse, aunque con el cenizo que tengo no me extrañaría nada, Hado Ernestino, por un momento has hecho que olvide....he reído, hacía tanto tiempo que no lo hacía......

El hado se sonrojó y se subió los pololos térmicos para a continuación decirle a Ceniciento que sí que iría al baile, tan sólo le puso una condición que bajo ningún concepto debía incumplir, antes de que el reloj de cuco del palacio cuqueara doce veces debería salir de allí y regresar.

 

El Hado Ernestino chasqueó lo dedos y Ceniciento por arte de magia (nunca mejor dicho) se transformó en un espectacular joven vestido con una indumentaria digna de reyes, eso sí, Ceniciento no estaba acostumbrado a esos leotardos tan ceñidos, y sentía demasiado oprimidas a sus virginales – aún – partes demasiado nobles, Ceniciento se quejó a Ernestino, le dijo que si no podía chasquear otra vez los dedos y que aparecieran unos leotardos de una talla mayor, Ernestino lo único que le respondió es que no tentase a la suerte que no estaba en ninguna boutique, que o esos leotardos, o en bolas, Ceniciento no insistió, aún a costa de otra regañina por parte del Hado Ernestino tuvo que preguntarle que cómo coño iba a ir al Palacio Real, que si tenía que hacer dedo, el Hado Ernestino le contestó que claro que no, que no se preocupase por nada, Ernestino bajó levitando hacía donde estaba la despensa, y pepino en mano fue al encuentro de Ceniciento que se quedó estupefacto ante el enorme pepino que seguramente le iba a regalar su hado padrino, Ceniciento no sabía qué oscuro y misterioso significado iba a tener ese pepino en su vida a partir de ese momento, ¿Porqué ese pepino precisamente y no otro?, ¿Qué tenía ese pepino en particular para haber captado la atención de su Hado Padrino?, quizás quisiera regalárselo de talismán, cuando el Hado Ernestino y el pepino llegaron a la altura de Ceniciento, este volvió a chasquear los dedos y el pepino se convirtió en una carroza limousine con tracción a las cuatro ruedas por medio de ocho caballos alazanes.

Ceniciento, majestuosamente subió a él esperando que aquello se pusiese en movimiento, él miraba por la ventana esperando ver como quedaban atrás los árboles a su paso, pero el único árbol que había permanecía impertérrito y lo peor es que permanecía quieto, esto significaba que allí ni Dios se movía, el carruaje mágico por el momento era inamovible, Ceniciento llamó al Hado Ernestino para informarle de la nueva contrariedad, ¡Hadooo!, que son las nueve de la noche y a este paso – inexistente por cierto – me parece a mí que no va a hacer falta que vaya, este carruaje....muy de última generación pero no anda ¡Eh!, el hado volvió levitando nuevamente hacía la casa y cogió del baúl de lo juguetes de Ceniciento un soldado del fuerte Comansi, y chasqueando otra vez los casi ya dislocados dedos el soldado se convirtió en un elegante y experto conductor de carruajes, el elegante conductor, previa y obligada colocación del tacógrafo en la oreja del primer caballo alazán emprendió la marcha.

Por fin aquello se ponía en marcha, ahora sí que Ceniciento perdió de vista al arbolito de las narices, en una última mirada vio como el Hado Ernestino le decía adiós con la mano que aún no había utilizado para chasquear.

La llegada del carruaje de Ceniciento fue majestuosa y causó una admiración muy admirable, cuando Ceniciento entró a la sala de baile todos los feligreses allí reunidos enmudecieron y pararon su rumbero bailar, conforme Ceniciento se iba acercando por aquel interminable pasillo a presentar sus respetos al rey y a la geométrica princesa, sus ojos se empezaron a abrir más y más, realmente la princesa era preciosa, y aunque estaba sentada y así la veía, su imaginación se desbordó, la princesa al igual que él se quedó deslumbrada ante aquel desconocido hombre que pronto estaría frente a ella.

 

Cuando llegó a su altura, ella le ofreció su mano (seguro que a él le pareció poco) para que fuese besada por él en señal de respeto, cuando sus manos entraron en contacto una descarga de pasión se adueñó de ambos, estaban muy cerca uno de otro, si es cierto que con la mirada se puede hablar....,ellos con sus miradas se lo dijeron todo, miradas de dos seres muy allegados que parecían haberse vuelto a reunir, sentían que se conocían desde siempre pero que hasta ese momento no habían sabido encontrarse.

La familia Monster, eran involuntarios espectadores de excepción de estos hechos, los osobucos no reconocieron a Ceniciento, un osobuco le dijo al otro osobuco que se veía que aquel caballero y la princesa hacían buena pareja, y que el quería pronto encontrar a su media naranja, la arpía pescozonó sin miramientos a éste primer osobuco por la poca lucidez de sus comentarios y le dijo, que de tanto esperar, cuando se quisiera dar cuenta, a su media naranja ya la habrían hecho zumo.

Mientras tanto, la princesa y Ceniciento se buscaron incesantemente con la mirada entre aquella bailonga multitud, por fin en un cambio de parejas se encontraron, aún Ceniciento no se explicaba como podía bailar tan asombrosamente bien, él nunca había bailado, la única posibilidad era que el hado Ernestino también le estuviese echando una manecilla en esos momentos, una vez que ya se encontraron, estuvieron bailando apasionadamente toda la noche sin separarse, la princesa tuvo que hacer uso de todo su principesco ingenio para negar las peticiones bailongas de tantos y tantos jóvenes moscones sin resultar irrespetuosa, no debía olvidar que eran también los invitados de su padre, el rey, y que no podía ofenderlos

Al principio el baile fue un poco accidentado, debido a las dimensiones de los pinreles de Ceniciento, la princesa, y diese los pasos para donde los diese siempre le pisaba, debajo de ellos dos sólo había pies, Ceniciento al poco tiempo ya era insensible al dolor por la cantidad de pisotones que la princesa le había propinado, poco a poco fueron relajándose y llegó un momento que ya les daba igual lo que interpretase la orquesta filarmónica de Londres, ellos no oían, como lapas sus cuerpos se negaban a separarse, de repente y por sorpresa, la geométrica princesa posicionó su exuberante pierna derecha entre las ambas dos de Ceniciento produciéndose el milagro de los panes y los peces en forma de fortuita inflamación de las partes menos nobles ya de Ceniciento, Ceniciento, al principio del inflamoide momento le dio algo de corte y confección oprimir a la princesa encontrándose así de inflamado, hizo ademanes de retirada por si ésta había notado semejante contingencia – inocente nuestro pobre Querubín -, ¡Vaya que si lo había notado!, otras cosas a lo mejor no, pero lo que sí saben reconocer sin ningún margen de error las féminas de todas las épocas -con sólo sentir el contacto- es saber si un casto varón está inflamado o no, por este motivo, la geométrica princesa se encargó de que la pretendida retirada de Ceniciento no se llevase a efecto, para esta tarea uso magistralmente su exuberante pierna derecha, la enrolló por detrás a las ambas de él tirando de estas hacia ella, como consecuencia de este bloqueo totalmente voluntario, Ceniciento comprendió que sus inflamaciones aparte de no pasar desapercibidas eran totalmente aceptadas e incluso aplaudidas por parte de la princesa, era la primera inflamación fortuita con alguien de carne y hueso que tenía, atrás quedaban esas imágenes en bolas de subliminales señoritas, y por supuesto, ya no estaba dispuesto a que se le desinflamara nada, y precisamente todo esto había ocurrido con quien él sabía que era el amor de su vida.

 

Lo pasaron genial mientras duró, no paraban de reír y reír, a comentarios elocuentes de él, mayor elocuencia en ella, hacía tiempo que la princesa no reía tanto, por fin había encontrado a alguien diferente a los momios con los que estaba acostumbrada a tratar.

Cuando el intenso estudio de todos estos datos hacía indicar que irremediablemente estaban avocados a hacer frenéticamente el amor esa misma noche, ceniciento oyó un primer ¡Cu cú...Cucú! procedente del reloj de cuco que estaba adornando una de las reales paredes de ese salón de baile, ¡Era el primer Cucú!, Ceniciento estuvo a punto pegarle un sablazo a aquel inoportuno cuco, pero debía cumplir la promesa hecha al hado Ernestino sin mediar palabra enérgicamente retiró de su cuerpo a la geométrica princesa y corrió y corrió como alma en pena por aquel interminable salón, todos los feligreses allí reunidos se quedaron boquicerrados y estupefactos indistintamente, Ceniciento siguió corriendo y corriendo, cuando estaba bajando las últimas escaleras que le conducirían al carruaje para regresar a casa, tropezó y cayó al suelo - ya iban siete Cucús - como pudo se levantó sin reparar en nada y subió al carruaje regresando a casa, justamente llegó a casa antes de la media noche, cuando bajó del carruaje éste se volvió a transformar en aquel enorme pepino de antaño, sus reales vestimentas se transformaron en los arapos que habitualmente llevaba, del experto conductor se desconoce actualmente su paradero, se puede suponer que al producirse la transformación a soldado del fuerte comansi, y debido a lo escueto de sus dimensiones, se perdería en la oscuridad de aquella cerrada noche.

Pero Ceniciento notó algo más, había perdido uno de sus zapatos, supo inmediatamente que su zapato se lo había olvidado en los jardines de palacio cuando se cayó, el cenizo que siempre lo acompañó en su vida quizás en esta ocasión iba a jugar en su favor.

Cuando él salió despavorido del palacio real, la geométrica – sin aristas – princesa le siguió, cuando ésta llegó a los jardines reales vio relucir algo enorme que llamó a su atención...toc toc, atención ¿Estás?, la princesa se acercó y pudo comprobar que se trataba de un zapato, a juzgar por las dimensiones estaba convencida de que se trataba del zapato de su sorprendente compañero de baile y su primer gran amor, además que tenía que ser de él porque hasta ese momento nadie había abandonado la fiesta, y ese zapato antes no estaba allí

La princesa volvió a palacio con el zapato, pidió (ella no ordenaba) a su ayudante de cámara que lo llevara a sus aposentos, quedándose en la fiesta, hubiera estado muy mal visto que ella se hubiese retirado antes de que se fueran los invitados feligreses, pero para ella ya nada fue igual, él no estaba, acababa de conocerlo y ya lo estaba echando de menos, verdaderamente se había enamorado locamente de él.

Al poco tiempo de la llegada de Ceniciento, la familia Monster regresó a casa, la arpía y sus dos osobucos estaban muy enojados, la princesa ni siquiera había reparado en ellos, como era habitual quien sufriría las consecuencias sería Ceniciento, pero él era feliz pensando en su princesa, aunque sabía que era una quimera creer que podría estar con ella para siempre, por lo menos esas horas que pasó junto a ella nadie se las podría arrebatar, siempre saborearía en sus recuerdos esos momentos que la vida se encargó de regalarle, él creía que la princesa renegaría de él si algún día sabía realmente quien era, él distaba mucho de ser el principesco caballero que la princesa conoció.

 

Los días siguientes para la princesa fueron los peores de su corta vida, estaba sumida en una profunda tristeza, siendo conocedor de esto el rey la mandó llamar para preguntarle por el motivo de tanta tristeza, la princesa no tenía secretos para con su bondadoso padre y le abrió su suspiroso corazón...¡Padre!, hoy he conocido a un hombre, sé que es el amor de mi vida, le estoy amando locamente pero no sé cómo puedo decírselo, no sé quién es ni tampoco dónde está, lo único que me queda de él es un zapato que encontré y que perdió cuando se marcho tan precipitadamente......,a continuación rompió a llorar.

Tras pensar por dos momentos.... en concreto en el segundo momento el rey tuvo una genial idea, probaría ese zapato en todos los pies de los jóvenes casaderos del reino, el portador del pinrel que se adaptase perfectamente a la lancha motora tendría que ser el precipitado joven que precipitadamente se fue aquella precipitada noche, y como consecuencia de tantas precipitaciones, éste seria el gran amor de su hija y con quien se casaría..

El rey promulgo un edicto en el cual se instaba a todos los jóvenes para que fuesen a palacio a probarse el zapato veloz, fueron llegando jóvenes y más jóvenes para probárselo, algunos ni tan siquiera se molestaban en probárselos al ver sus dimensiones, todos estos jóvenes sabían que ni de coña ellos habían estado nunca tan cerca de la princesa, pero bueno, había que tentar a la suerte, fueron incontables los jóvenes de alta cuna que pasaron por palacio, pero a ninguna le quedó bien, el portador de ese pie no era de la alta sociedad de aquel remoto país, había que bajar un pelín más el listón, aunque al rey esta idea no le hacía mucha gracia de buena gana claudicó por el feliz porvenir de su hija.

El listón fue bajado hasta el nivel de la familia monster y les llegó el turno a los osobucos, estos fueron llamados a palacio, el nerviosismo en la familia era patente, la arpía les dijo que se lavasen los pies y les acompañó segura de las posibilidades de por lo menos el osobuco primogénito, Ceniciento estaba enterado de todo y hubiese dado la vida por poder volver al palacio real y ponerse su zapato, su pie echaba de menos aquel zapato que tan bien le quedaba, y él no podía vivir si su princesa sin aristas..

Cuando los osobucos llegaron a palacio el zapato nada más verlos salió huyendo despavorido, estaba temeroso de que aquellos amorfos seres se aproximaran hacia él, el zapato velozmente se parapetó debajo de una mesa camilla y se negó en rotundo a salir mordiendo rabiosamente a diestro y siniestro a todo aquel que pretendía capturarlo, por muchas argucias que intentaron para engañar al asustado zapato y que saliera no lo consiguieron, incluso fueron tan ruines que le tentaron ofreciéndole hacer un trío con un par de bellas deportivas blancas, pero el terror pudo más que el sexo y no acpetó, jamás ninguno de esos pinreles entrarían en sus adentros, no los había visto nunca, pero observando a los poseedores le sobraba, no, no, y no.....el rey tuvo que llamar a su médico personal para que lo anestesiase a distancia, utilizarían para tal menester una flecha impregnada con un anestésico de nueva creación y que atendía al nombre farmacológico de “Plantillastil” con aroma a meditación del bosque, efectivamente, en un descuido del desafortunado zapato, la flecha se le clavó en su desprotegida zona trasera sumiéndolo en un profundo sueño. Cuando el zapato despertó de la anestesia ya todo estaba hecho, había sido violado sin su consentimiento por los pies de los osobucos, quiso morirse allí mismo, ese zapato jamás volvió a ser el mismo, cuentan que las secuelas psicológicas que le dejó el enfrentamiento con los osobucos nunca pudo superarlo realmente, cuentan también que en su vejez se le veía vagar por las calles y que sólo encontró consuelo en el alcohol y las drogas de diseño.

 

El caso es que el afortunado joven no aparecía, ni era de la realeza ni tampoco de la clase media de aquel remoto país, aún debía bajarse más el listón, pocas esperanzas quedaban ya, ningún plebeyo de la época estaba en condiciones de poder tener tanta riqueza como para permitirse el lujo de poseer semejante carruaje y ese espléndido y carísimo traje.

Por mucho que el listón y el tontón fue bajado, no lo encontraban, la princesa había perdido todas las esperanzas, quizás fuese extranjero y ya estuviese remotamente muy lejos de allí, un día, a palacio llegaron rumores sobre las dimensiones de los pies de un joven que pertenecía a la servidumbre de una familia medianamente acomodada, la geométrica princesa no se le pensó un par o dos de veces, rápidamente ordenó (ahora sí que ordenaba) que preparasen el carruaje real para trasladarla zapato en mano hacia la dirección donde se suponía que estaba el joven bigfoot (el zapato estaba para pocos trotes desde la nefasta experiencia que le ocurrió)

Toc, Toc Toc, el menor de los osobucos abrió la puerta y ante él apareció la belleza personificada, era la princesa, ésta exigió que ante ella se presentase toda la servidumbre de la casa, todos obedecieron, la arpía respetuosamente comentó a la princesa que no perdiese el tiempo, de esa casa sólo habían ido a la fiesta sus osobucos hijos y ella, era imposible que ese zapato perteneciese a alguien de allí, la princesa preguntó por el de los pies grandes, la arpía le dijo que en esos momentos no se encontraba ahí, estaba limpiando los establos, le volvió a repetir que no se molestase, que si de los que ya se habían presentado era imposible, del que estaba limpiando los establos era aún más imposible todavía, la princesa confió en la buena fe de la arpía y cuando iba a subirse a su real carroza vio fugazmente y en la distancia salir del establo a un joven que era ajeno a todo aquello, el corazón le dio un vuelco, sintió lo mismo que cuando por primera vez su piel lo rozó, su corazón no podía latir de esa manera por ningún otro, tenía que ser él, igualmente el zapato comenzó a dar saltitos de alegría y en un descuido corrió y corrió hasta colocarse debajo del pie de Ceniciento, por fin estaba en casa, sentir el pie de Ceniciento en sus adentros fue maravilloso, aunque la verdad es que el pie le olía demasiado a establo, pero no era hora de ser tiquismiquis encontrándose tan cerca los osobucos.

La geométrica princesa sin aristas, bajó de la real carroza y poco a poco fue acercándose hacia él, Ceniciento no se atrevía ni a mirarla, pensaba que seguramente al ver realmente quien era se sentiría engañada y renegaría de él, la bella princesa se enamoró de un gallardo caballero y no de un paleto limpia establos, ¡Qué equivocado estaba!, la princesa dulcemente le instó a que alzase la vista y la mirase, el rostro de ella volvió a resplandecer como cuando lo vio acercarse hacia ella por aquel interminable pasillo del palacio real, aunque este joven sucio y descuidado nada tenía que ver con aquel elegante caballero que logró enamorarla, su mirada era inconfundible, la mirada que estaba frente a ella y que tantas cosas le decía no tenía duda que era la que en la fiesta la conquistó, con gran dulzura ella posó sus manos sobre las mejillas de Ceniciento y acercando al mismo tiempo sus labios hacia los de él lo besó apasionadamente.

La arpía y los osobucos se quedaron de piedra pómez, Ceniciento era el afortunado, no podían creérselo, Ceniciento iba a ser el futuro rey consorte de aquel remoto país, a ese que había sido objeto de la más crueles de las vejaciones tendrían ahora que rendir pleitesía.

Al poco tiempo ceniciento y la curvilínea princesa contrajeron canónico matrimonio sin penalti de por medio, Ceniciento no tenía muy buenas experiencias al respecto, fueron muy, muy felices.

La arpía y los osobucos fueron desterrados de aquel remoto país hacia otro más remoto aún, de hecho, un día dieron un mal paso y se salieron del mapamundi.

Al contrario de lo que en un primer momento se contó, o contaron, el zapato – motivo de la unión - no pasó su vejez vagando por la calles ni probó nunca el alcohol y las drogas de diseño, el zapato fue feliz debajo de la cama matrimonial al lado de una de las deportivas blancas

Y colorín colorado, espero que a todos ustedes y ustedas esta historia les haya gustado.

Saludos.

Equi.

El Autor de este relato fué Equin%F3x , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=7948&cat=craneo (ahora offline)

Relatos cortos humor Parodias El Ceniciento

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Érase que se era un par de veces o dos en un remoto país muy lejano, que vivían una alegre y dicharachera remota familia, el remoto y distante grupo familia

relatoscortos

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2025-02-01

 

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