Relatos cortos humor Parodias ¡POR FIN LIGUÉ!

 

 

 

¡ POR FIN, LIGUÉ ¡

Todo el mundo tiene derecho a ligar, y no sólo a contar que ha ligado en el pasado. Pues que, eso, ligué, y mira que ya lo daba todo por perdido. Un día, el que menos me esperaba, saltó la liebre, o lo que sea.

Fue normal, una amiga que tenía una amiga, que a su vez tenía un amigo...que, ¡vaya suerte!, con 46 años estaba separado y no era gay. Al amigo de la amiga de mi amiga le gusté. Creo que los apaños: trabajos y ligues, salen normalmente del grupo de allegados y conocidos, así es que aproveché la coyuntura.

Primero fuimos a cenar: brocheta de pescado regada con vino blanco, del postre pasamos porque engorda y sube mucho la cuenta.

Me miraba, lo sé y para colmo se llamaba Carlos, siempre me ha encantado ese nombre. No era el príncipe de Gales, pero, al menos, no tenía sus orejas y le pasaba al inglés más de quince centímetros, que cuerpo más espigado tenía...

 

Cuando nos fuimos de marcha, noté desde el principio que no sabía bailar y que tampoco estaba acostumbrado a salir. Daba igual, me miraba y no tenía defectos psíquicos-físicos notorios. ¡Vaya, que había ligado!

Yo le hablaba coquetamente, intentaba no respirar mucho, por aquello de la barriga. Pero era consciente de que con la poca luz los michelines serían casi imperceptibles. A él le notaba pelín cortado, pensaba que igual se animaría al final.

La discoteca en cuestión no era de esas grandes con cuatro pistas, que va, era más bien un pub reciclado, cuyo aforo estaba al límite, con lo cual los pisotones y empujones estaban garantizados. A nosotros nos vino bien, porque entre el tumulto, alguna que otra vez, me ayudó a no verter el cubata y, de paso, nuestros cuerpos se rozaban ligeramente.

Durante toda la velada se sucedieron miradas de soslayo, contactos suaves y conversaciones superfluas, con las que se pretende impresionar, pero que al final te lías y sale todo al revés. Mientras le comentaba la última película que había visto, yo pensaba si la ropa interior que me había puesto era sexy o no. Por su parte creo que cuando hacía como que le interesaba mi vida laboral, en el fondo pensaría en el polvo que nos esperaba.

A las cinco de la mañana, el grupo decidió disolverse e irse cada uno a su respectiva casa. Era el momento cumbre. ¿Quién daría el paso? Lo suyo, pensaba yo, es que él propusiese acompañarme a casa. Yo esperaba ansiosamente...

Y sí, lo hizo. Ahora venía el otro paso. Ya estábamos solos y caminando. Había que lanzarse y sacar el tema de: “A tu casa o a la mía”.

En las películas ambos tienen un apartamento ideal, pero nuestra cruda realidad era que en mi casa dormían mis tres descendientes y la suya era el típico piso de separado, con la mala suerte que su madre estaba pasando el fin de semana.

Cuando eres joven no puedes llevar tu ligue a casa porque están tus padres y cuando eres mayor porque están tus hijos, ¿es justo? Significado de refranes

Me da la sensación de que el relato, que pretendía ser amoroso y sexual, se me está yendo de las manos por culpa de una cama.

Allí estábamos, mes de enero, cinco y media de la mañana, parados en mitad de la calle, con los pies como témpanos y dilucidando dónde íbamos. ¡Vaya morbo!

Para un hotel era tarde, yo todo lo más a las siete debía irme, así que fue a él al que se le ocurrió la brillante idea: vamos al coche. Y así lo hicimos.

Con toda la gama de vehículos que oferta el mercado, Carlos había optado por uno de los modelos más pequeños. ¿Cómo logrará un hombre tan alto conducir en tan poco espacio? Según me han contado, la gente alta tiene un verdadero problema al viajar, por aquello de la longitud de sus piernas. El había resuelto su problema echando tan para atrás el asiento delantero que más que un cuadrado, aquel coche parecía un triángulo. Todos estos eran pensamientos míos. Paralelamente íbamos llevando una conversación entre intelectualoide y sensual.

Llegamos a una calle poco iluminada y solitaria a las afueras de la ciudad. Lo de solitaria es un decir, nunca me hubiera imaginado el overbooking de personas que se lo hacían en un vehículo.

Y llegó la hora de la verdad. Carlos era tierno y besaba bien. Al mismo tiempo que me abrazaba iba quitándome alguna prenda. Yo intentaba hacer abstracción de que estábamos en mitad de la carretera y me lo estaba pasando bomba. Creo que metí la pata cuando solté la primera carcajada, pero es que no era para menos. Observaba como él, excitado y con cantidad de ganas de hacer el amor, intentaba quitarse los pantalones. Y, de verdad, que era imposible, o hacía un curso intensivo de Yoga, o compraba centímetros de coche o vendía parte de piernas.

Estábamos para una foto, yo medio desnuda y él atascado entre el asiento delantero y el volante, con los pantalones a la altura de los muslos. Nuestro deseo ya no era joder, que va, era volver a la posición inicial.

Como pude, y para estirar un poco su cuerpo, le di un tirón de la rodilla, con la mala suerte de que se golpeó con el freno de mano. Era tal el griterío que Carlos estaba montando que algunos, que estaban en coches vecinos, se acercaron. Vaya situación más extrema. Entre todos lo pasamos al asiento del copiloto y me dispuse llevarlo a Urgencias. Resultado: fractura de menisco y ligamento.

Desde aquel día somos inseparables. Cuando le quiten la escayola, seguramente os podré contar detalladamente cómo pasa suavemente su mano por mis partes y todas esas cosas propias del género erótico.

El Autor de este relato fué Matahari , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=9707 (ahora offline)

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Todo el mundo tiene derecho a ligar, y no sólo a contar que ha ligado en el pasado. Pues que, eso, ligué, y mira que ya lo daba todo por perdido. Un día, el

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2024-05-15

 

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