La mía es una extraña historia, con un trágico final. Podrá parecer cómica i irreal, pero os aseguro que no es ninguna falacia. Eso hubiera deseado yo, o el desdichado de mi ser. No hay nada mejor que ser normal, os lo aseguro. De haber sido así, no recaería en mí tan gran responsabilidad.
Todo empezó un esplendoroso día de Julio. Yo acababa de terminar mis estudios universitarios en Valencia, y permanecía en esta disfrutando de las vacaciones. Yacía tumbado en el sofá de mí piso, bueno, del piso de mis camaradas y yo, que teníamos alquilado por un precio muy razonable. Tenía a mi disposición todo el tiempo del mundo, así que lo aprovechaba mirando las infamias televisivas que desprendía el televisor.
En ese mismo momento, seguramente todos mis compañeros estarían plantando las tiendas de campaña en un rinconcito silvestre, en medio de la montaña, porqué se habían ido de acampada con sus novias con el simple objetivo de vivir al máximo su juventud.
Como ya habréis supuesto, yo, carente de novia, me había quedado sin más remedio que permanecer en el piso aislado del resto de la sociedad. Pero no, no os engañéis. Esto no era ningún castigo ni sacrificio para mí. Más bien el contrario. Pudiéndome considerar como un freaky, un marginado social y una persona con una personalidad sumisa y subordinada a las demás, sin el menor signo de iniciativa propia ni movimiento neuronal, me complacía viéndome con el piso para mí solo. Con esto era feliz, ya que me provocaba una sensación de gran poderío y superioridad a los ausentes. Una especie de hipocresía inconsciente, un autoengañe a mi propia conciencia.
Sin ninguna intención de dejar permanentemente de ver la tele, me fui al lavabo. Cuando ya había saciado mis necesidades, mire de reojo al espejo, y entonces noté una anomalía en mi cara. Por eso giré la cara por completo para observar detenidamente mi rostro. No era nada alarmante, pero nunca me había percatado de la asimetría de mis orejas. La izquierda era un poco más grande que la derecha. Regresé a mi puesto permanente y reemprendí mi ocupación. Poco después noté que la cabeza se desplomaba involuntariamente hacia la izquierda, como si el peso de esta estuviera gravemente descompensado. Volví al espejo y para mi sorpresa contemple una colosal oreja izquierda que según parecía, había triplicado su tamaño natural o normal. Casi enfermo, regresé a mi sitio habitual, llevando conmigo el espejo. No sabía como reaccionar, que hacer. Ahora ya era claramente perceptible el progresivo crecimiento. Me pregunté como era posible, de donde provenía esa materia, pero enseguida descubrí su origen. Venía de mi propio cuerpo, que se había encogido notablemente. Fue entonces que estalle a llorar con un llanto agónico y patético, pero que no frenó en absoluto el proceso. Phasmophobia Game - Todo sobre el juego Phasmophobia
La oreja, en pocas horas había alcanzado la altura de un palo de granera, mientras que mi cuerpo se había reducido a cuatro palmos. En este momento de desesperación, el crecimiento cesó, y yo experimenté un cambio hormonal, o eso creo yo, porque empecé a sentir sensaciones nunca vividas, como si la sangre se desplazara a presión por las venas. No comprendía lo que estaba sucediendo. Tan solo me animaba la idea de que todo era un sueño, o que era normal, que le pasaba a toda la gente llegada a cierta edad.
De repente, la oreja empezó a plegarse sobre mi cuerpo, muy lentamente, mientras mi celebro segregaba extrañas sustancias antidepresivas, tranquilizadoras y sedantes. Cuando ya me había cubierto por completo y solo se veía la luz rojiza que se filtraba a través del tejido translúcido, por fin comprendí lo que estaba sucediendo. Había alcanzado la fase crisálida.
El Autor de este relato fué Esteve ribera torr%F3 , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=833 (ahora offline)
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2024-09-16
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