este texto no es mio
es de neftali coria, excelente escritor michoacano.
LA MÁQUINA DE LLORAR
Hace muchos días que el que también soy, quiere morirse. Bebe hasta quedar dormido, sobre su máquina de llorar, pero la verdad es que no duerme, sino, babea las últimas palabras que quiso decir y no dijo, ni sabrá nunca, que en aquel babeo, escurren las palabras hacia la noche sucia de su íngrima soledad, y ya no serán dardos al corazón de quien se abandonó a sus otras palabras que escribía en el rincón último de su último día feliz, aquel día cuando vio nacer desde una botella de tequila, el dolor de mirar la primera tarde morir en su propia belleza y en aquella soledad, iluminarse como quien ya comienza a mirar la muerte en el dolor del vientre, en el dolor de brazos cansados y en ese cuerpo que va por la orilla de un lago que todavía canta a su paso.
Nadie ve de cerca como las manos le tiemblan a ese que todavía soy, cuando comienza a tomar la pluma donde vive una tinta tan parecida a su sangre propia. Alguien que pase y lo mire, pensará que ese hombre se desangra. Un desdichado de amor, dirán, pero no, ese que parece dormir, no es un desdichado que duerme en el infierno del amor.
Hoy duerme para morirse más que un poco. Quiere morirse, me lo ha dicho con esa voz que ya tiene coágulos y es baja cuando pronuncia el nombre de su historia completa. Yo lo miro y sé que lo último que vio-ahora que yace sobre su máquina de llorar-fue el recuerdo de una mujer muerta en los años, y las llamas que su corazón, alcanzó a ver. Lo veo dormir, pobre, me digo, se va a morir de estar allí miserablemente dormido como un perro que llegó al final de su historia y la ciudad le ha dejado una herencia que nunca-hasta esta noche- ha entendido. Veo sus manos moverse como si apretaran algo suave que poco a poco va destruyendo. Y pienso: ese también soy yo, por dios, también soy yo.
Son las dos de la madrugada y nadie, nada está con él, pero tampoco conmigo. Lo vi embriagarse de sus propias palabras, hablándolas como si fueran una navaja que estuviera entrando a su pecho para iluminarlo. Y despierta, mírenle como abre los ojos y no ve. Se trata de levantar de su máquina que además de llorar, sirve para clavarse palabras a la viva carne que es. Veánlo caer de lado y golpearse la cara, pero nadie se preocupa, a solas se levanta y no sabe ya donde está. Recuerda haber visto ese sitio, pero lo único que recuerda es esa máquina de enfrente, y sonríe. Nuevamente cae sobre ella y comienza a besarla, a meterle la lengua hasta que de nuevo aparezca como un relámpago, el llanto extremo. Ha llorado demasiado, creo. Muchísimo a llorado y cree que la lluvia era una simple gotera por donde estaba muriendo el cielo. ¿Ya lo vieron? Pobre diablo. Sin embargo me siento orgulloso de ser él, de que ese hombre que ha cantado desaforadamente porque la vida sea hermosa, también sea yo. Y me lastima que ahora no pueda dejar esta máquina en la que sólo es humedad y poesía. Nada me gusta que no pueda irse de aquí, y yo pueda entrar y salir sin querer morirme como él, pero miren, como es que se quiera morir, como tiene ganas de dormir la gran noche. Y sí, ha de encontrar ese otro mar, ese abismo al que descalzo, merece llegar sin más luz que la memoria de todo aquello que ha escrito. Me debería dar pena, ser este hombre que canta y sólo tiene esta máquina de llorar como patrimonio total. Sin embargo la noche me hace sentir su hermano, su triste compañía, su mejor mano que levanta el vaso de alcohol para su lento descenso. ¿Ya lo vieron como se mea de tan solo? Y se hace el dormido, pero sabe que llorar lo llevará al purgatorio de una cierta verdad como la que le falta en su blando corazón. Ahora que sonríe, y tiembla, miren como recuerda aquellos días cuando fue feliz, pero se nubla ese momento y sólo tiene en la mano un nombre de mujer de la que ni siquiera recuerda el nombre, ni sabe de aquella hermosa piel en la que llegó a decir que la vida era de verdad hermosa, pero estoy de acuerdo con él, no, no es hermosa la vida, y la mujer de su recuerdo, pudo también ya haber muerto, y cree por un momento que su memoria ya es un cementerio, y de nuevo nada le quita de la cabeza, que la máquina de llorar sea la única calle de regreso a la noche grande, a la rabia azul, que siempre es la última que debe darle a un hombre antes de decirle adiós a este momento de espejismos.
¿Quién pasa por aquí? ¿Quién ha llorado más fuerte que este que también soy yo, ahora que sólo la máquina de llorar se tiene como tabla para un náufrago?
-No estoy triste- dice y miente. Estoy seguro que miente porque también miento yo cuando tengo vergüenza de ser él, de no tener más remedio que heredar su historia en las que sólo mueren las cosas y se pierde todo, todo. Nunca ganó nada, nunca encontró su nublado camino por el que llegaría a esa ciudad soñada por muchos en la que la felicidad es un país nuevo- Eres una puta-le dijeron, y lo ha creído- eres nadie y nada serás...- le hubiean dicho a la cara, y sin compasión lo golpearon, pero hoy, también ha creído que hoy ya está lejos de todo, tan lejos, que debe quedarse aquí, sobre su máquina para encontrar la sangre cuando salte al mundo como un río nuevo, y nadie lo detenga de esa muerte inminente. Pero él soy yo y no sé qué hacer para que la noche se detenga. Es su noche en la que se desbarranca su mundo entero, y en la que- como en ataúd- cabe él entero con una insólita precisión. Pero sigo siendo él, y me da pena con ese abandono en que ha quedado después que feroces manos le han dejado contra la pared de su tristeza, sin embargo, yo sé que guarda en el corazón una canción con la que se ha embriagado para que la noche y su fin, sean hermosos. Y lo serán porque los estoy viendo llegar, y ese que otra vez duerme pero llora, soy yo y no puedo evitarlo. Tanto soy él, que tengo ganas de morir a solas con él, y decir por último que debajo de esta mano, también me despido de las palabras que me orillaron a esta soledad triste, como la de ese que-encima de su máquina de llorar-, ya se está muriendo, pero también creo que se lo merece, como yo, que ahora que tenga una nueva máquina para llorar, llegaré con el corazón dispuesto, eso sí, lo puedo asegurar. Espero otro día, ser el otro que se avergüence de ser yo, pero de este lado, del que ahora yo estoy mirando las ruinas del que también fui, y bien quiere morirse ante su máquina de llorar, que tal vez sea la perfecta manera de hallar el olvido.
El Autor de este relato fué Sandra , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=3954&cat=craneo (ahora offline)
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2020-08-10

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