Decidí hacer pellas con ella a la primera insinuación. Me guiñó el ojo y me dijo con esa mirada pícara que derretía glaciares que fueramos a su casa porque sus padres se habían ido de viaje a no sé donde. Compramos un cartón de vino barato en el seven de la esquina del instituto y nos lo tomamos en la alfombra de enfrente de la chimenea, secándonos de la lluvia que había empapado toda nuestra juventud. Ella sudaba y se quitó sin darle importancia el polo y la faldita, dejándo al descubierto un cuerpo casi perfecto con una ropa interior de marca. A mí me daba vergüenza quitárme la ropa porque mi sujetador y mis bragas eran tan viejos, tan baratos, tan beige...Me besó. Metió su lengua en mi boca y empezó a juguetear dentro de ella. Nunca había probado unos labios tan dulces. Besé sus ojos, su pelo, su nuca, su ombligo... La miré fijamente y ya no era ella. Tenía largos cuernos de cabra en las sienes, crueles garras le salían de sus dedos y colmillos amarillentos chorreaban babas en su cara. Sonriendo procedió a arrancarme un ojo con una mano y un pezón con la otra, comiéndoselos a la vez. Cuando me cortó la cabeza tuvo cuidado de beberse los chorretones de sangre que brotaban de mí para que no se ensuciase la alfombra.
El Autor de este relato fué Txolo , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=12358 (ahora offline)
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2021-04-24
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