Relatos cortos terror vampiros El Despertar

 

 

 

Mi nombre es Ilkka y hace varios siglos que mi vida cambió por completo. En aquel momento yo vivía solo en un viejo edificio del centro de la ciudad.

No solía relacionarme con mucha gente, quizá fuera por mi trabajo, pasaba horas en el taller de encuadernación. Pero también influía mi carácter. Siempre he sido un joven muy reservado y un poco antisocial. Esto me ocurría desde que era un niño. Siempre había tenido una relación difícil con mis padres, por eso al cumplir la mayoría de edad decidí que lo mejor seria vivir por mi cuenta. Sólo había una persona con la que tenia simpatía. Un amigo de la infancia, Alioshka.

Una noche Alioshka pasó por mi casa y me invitó a una copa en un bar que hacía poco que habían abierto. Además hacía unos días que no nos veíamos y nos vendría bien charlar de nuestras cosas.

 

Nos dirigimos hacia el bar dando un paseo por el centro, ya que no se encontraba muy lejos de mi casa. Aquella zona no era una de las mejores de la ciudad. No tenía muy buena reputación. Todos los edificios eran ya muy antiguos y la mayoría estaban desocupados.

Al cabo de un rato llegamos al local. Nos detuvimos delante de la puerta. Era una puerta antigua, deteriorada e imperceptible a simple vista. No imaginamos por que razón estaba situada estratégicamente de aquella manera, era casi imposible descubrir la entrada. El cartel parecía oculto en la sombra.

Una vez dentro nos quedamos perplejos, al ver el ambiente que reinaba en él. Era un lugar sombrío, apenas había luz, nada más que unas pocas velas. Las paredes estaban pintadas de colores oscuros, cosa que no ayudaba a iluminar la sala. Alioshka y yo decidimos sentarnos en uno de los divanes. Todos eran de terciopelo, unos negros y otros morados.

Poco a poco, mientras mi camarada y yo charlábamos, empecé a fijarme en las demás personas que había en el bar. Soy consciente de que en aquella época solíamos llevar trajes bastante llamativos, pero aun así me resulto extraño la vestimenta de aquellas personas. Vestían todas con tonos muy oscuros. Casi todos los hombres llevaban capa larga, y las mujeres vestían con atuendos demasiado provocativos.

Mientras comentaba mis descubrimientos sobre el local a Alioshka, mis ojos se centraron en una joven sentada cerca de nuestra mesa. No le di importancia pero en ese momento tuve una extraña sensación al cruzar nuestras miradas.

Durante esos instantes de charla con mi querido amigo conseguí olvidarme de todos los problemas que me rodeaban. Me sentí a gusto en ese lugar.

Empezó a hacerse tarde y Alioshka y yo decidimos que ya era hora de volver a casa. Pero, de pronto, alguien se acercó a nuestra mesa. Era la mujer que hacía un instante había visto en la sala. Y sin dilación preguntó:

- Disculpad, ¿puedo sentarme con vosotros?

- Sí, claro. – respondimos, indicándole un gesto amable para que la chica tomara asiento.

Como buenos caballeros, quisimos invitarla a una copa de vino, pero ella la rechazó.

-Perdona pero, tenemos que irnos. Ya es un poco tarde. Advirtió Alioshka.

La mujer se apresuró a pedirnos que nos quedáramos un poco más, que tomáramos una copa con ella. – Quedaos. Me gustaría conoceros, si no os importa. Cambiar impresiones y experiencias.

De nuevo volvió a recorrer mi cuerpo una extraña sensación. ¿Qué me sucedía? ¿Por qué aquella mujer despertaba en mí aquella inquietud?

 

- Me llamo Dafne. – dijo. Y de pronto empezó a relatarnos algunas

de sus aficiones y entretenimientos.

Nos pregunto nuestros nombres y para nuestra sorpresa, Dafne, aquella encantadora mujer, nos propuso algo inusual.

- ¿Aceptaríais acompañarme a mi casa y ofreceros una copa del mejor vino de la región?

- Claro. Ilkka te acompañará encantado. Perdonadme pero yo no voy, estoy demasiado agotado.- dijo Alioshka. Y me dejó solo con ella. Cuatro siglos atrás todo era muy diferente.

No tuve más remedio que acompañar a Dafne. No me importaba hacerlo pero se podía decir que le debía una a mi querido amigo.

Dafne y yo tomamos un carruaje y nos dirigimos a su residencia. Al llegar, me sorprendió enormemente el tamaño de aquel edificio, semejante a un castillo. Cuando entramos pude comprobar sus dimensiones. Disponía de varias habitaciones, un gran salón y hasta una biblioteca. Al llegar al salón quedé maravillado. Era muy espacioso perfectamente distribuido y decorado, iluminado con velas, que desprendían un aroma suave y dulzón, con amplios ventanales, cubiertos por unas suntuosas cortinas de terciopelo rojo, que daban a un precioso jardín.

Amablemente Dafne invitó a que me sentara en unos de los butacones de la sala ofreciéndome una copa de vino. Ella tendió su frágil cuerpo sobre unos de los divanes.

Poco a poco empezamos a charlar, a contarnos como era nuestra vida.

- Nunca he estado rodeada de mucha gente. Siendo muy joven perdí a mi familia.-confesó con una gran tristeza en su mirada-. He pasado largas temporadas sola, sin ningún tipo de compañía, y cuando por fin parecía que encontraba a alguien con quien olvidar mi soledad, era yo quien debía desaparecer.

Me provocaba una terrible tristeza escuchar esas palabras de una mujer tan joven como Dafne. Me costaba creer que una joven, que había sufrido tanto en la vida, que estaba tan sola y parecía tan frágil, hubiera conseguido sobrevivir, y además poseyendo la gran residencia donde nos encontrábamos.

De pronto, me di cuenta de la belleza que poseía Dafne. Su piel era tan pálida que podía distinguir, casi a la perfección, algunas de las venas que recorrían su cuerpo. Sus ojos eran profundos, muy oscuros, casi negros, a veces tenía la sensación de que iba a caer en ellos. Su pelo desprendía unos lindos reflejos dorados que me encantaban. En ese momento llevaba su larga melena suelta y el flequillo recogido en un bello pasador rojo, haciendo juego con su sugerente corpiño, que realzaba espléndidamente su figura.

Casi sin darme cuenta quedé prendado de aquella fascinante mujer. Me sentía muy a gusto hablando con ella, pero creí que era hora de regresar a mi casa. Cuando me disponía a levantarme Dafne se puso en pie casi al mismo tiempo.

- Sé que tienes que irte, pero me gustaría volver a charlar contigo. Has conseguido que esta noche olvide la soledad.

- Creo que es una idea excelente.- sinceramente estaba encantado de que Dafne me pidiera algo así.- ¿Puedo volver mañana un poco más temprano?

- Mañana no será posible pero, nos veremos pronto.-en ese momento Dafne cerró la puerta, dejándome allí plantado. Al volver a casa no pude conciliar el sueño.

Al día siguiente no puede para de pensar en ella. Ya que no estaba seguro de cuando volveríamos a vernos, pensé que, quizás, Dafne volvería al local donde nos conocimos. Así que aquella misma noche regresé a la taberna. Estuve varias horas, pero Dafne no apareció. Durante tres noches la estuve esperando, sin resultado.

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Al cuarto día desistí. Creí que no volvería a verla jamás, pero aquella misma noche, cuando volvía a casa desde el trabajo, vi a alguien apoyado en la puerta de mi casa. No tenía ni idea de quién podía ser. Fui acercándome poco a poco, y descubrí que era Dafne.

- ¿Creías que me había olvidado de ti?-dijo con un tono irónico, que me resulto algo turbador-. Perdóname he estado algo ocupada. ¿Te apetece que vayamos a mi residencia?

No sé muy bien por qué, pero ese momento no pude articular palabra, simplemente asentí con la cabeza.

- Acércate-dijo extendiendo su mano hacia mí, me rodeó con sus brazos y susurrándome al oído me dijo-. Cierra los ojos.

Sentí una extraña sensación, y un aire gélido que acariciaba mi rostro. Ahora sé lo que fue aquella sensación y lo que sucedió. Pero en ese momento no tenía la menor idea.

- Ya puedes abrirlos- me dijo suavemente al oído.

No podía creer lo que veía. Estábamos en el salón de su casa. No sabía cómo habíamos llegado allí, tan rápido y sin transporte.

Entramos y esta vez Dafne me llevó hasta su magnifica biblioteca. Las paredes estaban repletas de estanterías y éstas llenas de libros de historia, filosofía, ciencias y poesía. Me fascinó el lugar. Siempre me había sentido atraído por ese tipo de libros pero, nunca pude permitirme el lujo de poseer una colección semejante a la de Dafne.

- Veo que te agrada este lugar. Me ha llevado tiempo reunir tal cantidad de obras –no podía dejar de mirar la gran cantidad de libros que Dafne poseía. Yo ardía en deseos de leerlos todos.- Podrás disponer de ellos cuando te apetezca.

Tenía la sensación de que Dafne sabía lo que pensaba.

Me maravillaba aquella hermosa mujer, su belleza, sus gestos, su elocuencia y amabilidad, su capacidad de razonar semejante a los antiguos filósofos. Dafne no tardó en reparar en ello. Nos acomodamos en uno de los divanes de la biblioteca, no muy alejados el uno del otro. De pronto la expresión de su cara cambió y su voz se exaltó.

- Te gustaría poseer una biblioteca como esta, ¿verdad? Leer todos los libros que hay en ella, disfrutar de las estancias de este inmenso palacio…

- ¿Qué pretendes decir con todo esto? ¿A qué viene este tono?- no entendía por qué Dafne me decía todo aquello y la forma en que lo hacia. En ese momento no podía imaginar las palabras que a continuación saldrían de sus labios.

- Hace tiempo que vago sola por el mundo. Necesito a alguien con quien compartir mis posesiones, con quien hablar de mi pasado, mostrar mis aptitudes físicas, tan difíciles de entender…

La tristeza empezó a apoderarse de su. Enseguida noté como contenía las lágrimas.

- Ilkka, eres un joven, bello, lleno de vitalidad. Veo en ti una persona bondadosa, alguien en quien poder confiar y debo confesarte que, en mi interior, ha despertado un gran sentimiento por ti. Pero temo equivocarme al confiarte mi secreto. No quisiera que me odiaras por ello.

- ¿Odiarte? No podría hacer tal cosa. Eres una mujer maravillosa, tan bella como una diosa, y tan inocente como una chiquilla.

 

- Acércate-me coloqué junto a ella- Cierra los ojos y libera tu mente de todo pensamiento-susurró, mientras posaba su mano sobre mis ojos.

Empecé a distinguir en mi mente una serie de imágenes. Veía flores, árboles magníficos y fuentes bellísimas. Creí estar en un edén. Era un jardín espléndido lleno de color. Nunca había visto algo así. Esas imágenes no pertenecían a mis recuerdos.

- Dime, Ilkka, ¿que ves?

- Es algo casi inenarrable. Veo un precioso jardín, repleto de flores de distintos colores. Fuentes de agua cristalina. Estatuas de hermosos ángeles. Pero, no entiendo. Nunca he estado en este lugar. Nunca he visto nada igual.

- Tienes razón, nunca has estado-abrí los ojos i mire a Dafne extrañado pero a la vez maravillado-. Yo misma lo he reproducido en tu mente. Puedo hacer que tú también lo consigas y puedas disfrutar de este y de muchos más.

- ¿Cómo lo has hecho?- no era capaz de entenderlo-. Desde luego que me gustaría gozar de esos jardines, pero no dispongo de dinero, ni tiempo.

- Yo puedo darte ese tiempo, y el dinero tú mismo podrías conseguirlo. Como también una casa y una biblioteca semejante a ésta-¿De qué modo iba a darme más tiempo? Mi trabajo me ocupaba la mayoría del tiempo, y mí vida acabaría tarde o temprano-. Tú, sólo dime si renunciarías a lo que posees en este momento por todo lo que yo puedo ofrecerte, únicamente necesito tu aprobación

Sopesé todo lo que ofrecía Dafne, y sinceramente era mucho mejor lo que ella me proponía que la vida que vivía en ese instante. Acepté, sin saber bien donde me metía, pero lo hice.

Dafne me pidió que la siguiera. Me llevó hasta su dormitorio, exquisitamente decorado.

- ¿Estarías dispuesto a permanecer entre las sombras?

- Sí-Aunque no sabía muy bien a qué se refería.

Nos acostamos, uno junto al otro. Me besó en las mejillas con dulzura, luego en los labios con pasión mientras acariciaba mi rostro. Me rodeo con sus brazos y nos fundimos en un intenso abrazo.

- No temas, quizá sea duro pero estaré contigo hasta el final.-me susurró. Empezó a besarme en la nuca, fue entonces cuando sentí un pinchazo en el cuello.

Me parece recordar que volví a ver el jardín que Dafne me había mostrado antes. Creí perder mis fuerzas, debilitarme, pero tenía la sensación de que estaba a salvo. Dafne me sostenía en sus brazos.

- Tranquilo, disfruta de tu preciado jardín. No temas por nada, estaré junto a ti para siempre- sentí que la vida me abandonaba-. Toma, bebe y sacia tu sed.

Bebí, bebí hasta no poder más. Sentí un inmenso dolor en mi interior. Mi cuerpo estaba a punto se estallar. Entonces caí agotado sobre la cama y me sumí en un profundo sueño.

A la noche siguiente me desperté. No recordaba muy bien lo que había sucedido pero vi a Dafne sentada en la cama junto a mí.

- ¿Qué sucedió anoche?-pregunté.

- Te he transformado en un ser completamente nuevo y diferente. Lo único que debes hacer para seguir así es beber la sangre de tus victimas, no acercarte al fuego y no exponerte a la luz del sol.

- ¿Qué? ¿Pero qué has hecho conmigo? ¿En qué me has convertido? ¿Qué clase de ser eres?-creí que era una broma. No podía creer lo que Dafne me decía.

- Soy una vampiro, y a partir de ahora tú también lo eres. Poco a poco descubrirás lo que eres capaz de hacer. Y lo que tú deseabas, el tiempo. Tu vida no tiene límite, la inmortalidad te acompañará eternamente. Ahora es el momento de ir en busca de tu víctima.

El Autor de este relato fué Akasha , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=11155 (ahora offline)

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Mi nombre es Ilkka y hace varios siglos que mi vida cambió por completo. En aquel momento yo vivía solo en un viejo edificio del centro de la ciudad.

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2024-11-14

 

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