Lila, una amante deliciosa
Ella era una mujer que frisaba ya cerca de los 43 años. Alta, robusta, senos pronunciados, piernas gruesas y redondas que las enseñaba al ponerse unas faldas, que aunque no muy altas, sobrepasaban en algunos centímetros sus rodillas. Era Secretaria, laboraba para el Estado en el Gobierno Federal de México y estaba próxima a gozar de su pensión. Sus compañeros la miraban como alguien impositivo, que hacia valer su experiencia y ello le permitía dar órdenes, incluso a quienes la superaban en formación profesional.
Creo que nadie la había visto como alguien que inspirara deseos sexuales. Ella misma no hablaba del tema, ni su figura misma por si sola provocaba a los hombres. Era callada y siempre se dirigía de su trabajo a la residencia que tenía en la Colonia del Valle.
En una ocasión, fiestas de diciembre, la oficina en donde Lila y yo trabajamos, organizó una posada y se realizó una fiesta en las afueras de la ciudad, en un sitio campestre. Una orquesta amenizó el acto y todos bailamos con las chicas que asistieron, entre las cuales estaba Lila, a quien, por cierto, escasamente invitaban a la pista. Cuando la orquesta se dedicó a las melodías románticas y ya todos, inclusive las chicas, teníamos algunos tragos encima, la luz fue casi desparecida por completo y el lugar quedó en media penumbra. Ese fue el instante en el cual, sin saber porque, invite a Lila a bailar. Podría decir que la oscuridad no permitía saber quien bailaba con quien y eso me dio algo de tranquilidad.
Lila había ido vestida con una blusa blanca, no transparente, brasier blanco en el que relucían sus senos y una falda mas corta que de costumbre, por lo que al sentarse hacia que se miraran sus gruesas piernas cubiertas por medias de seda. Insisto, a nadie le provocaba mirar sexualmente a Lila.
Al salir a bailar, me di cuenta que ella había consumido bastante licor, porque no demore en tenerla en los brazos cuando su cara rozó con la mía y así empezamos a bailar una serie de melodías románticas. Al tomar su mano, Lila la entrelazó con la mía, como hacen los enamorados, y ello fue suficiente para conseguir una tremenda erección, la que quise disimular para que ella no se diera cuenta. No obstante, me quedaba casi imposible no hacer que mi verga se sobara en sus muslos y ello fue exactamente lo que sucedió. Pensé en ese instante en que Lila iba a reaccionar diciéndome que me sucedía o que era lo que yo estaba pensando. Sin embargo, ella nada dijo, por el contrario, cada vez que mi verga se rozaba con sus muslos ella me apretaba más la mano, y yo con la otra tocaba la parte de atrás de su brasier. La ronda de música romántica fue mas larga de lo acostumbrado y yo seguia ahí entre los brazos de esa mujer a la que parecía le gustaba que yo le hiciere sentir cada vez más mi bulto en sus piernas. Debo confesar que comencé a humedecerme, porque los apretones de Lila para atraerme hacia ella eran cada vez mas frecuentes.
Terminada la música, y encendida la luz, todos ocupamos nuestro sitio, pero yo decidí que era el momento de abandonar la fiesta, porque había tomado mucho y debía conducir mi auto cruzando casi media ciudad de México para llegar a mi vivienda.
Me despedí de quienes estaban cerca, entre ellos de Lila y en ese momento ella me dijo que si podía llevarla, que se encontraba algo cansada. Le respondí afirmativamente y, con disimulo, para evitar comentarios, le dije que la esperaba en el coche. Efectivamente, Lila salió a los pocos momentos y subió a la parte delantera, dando lugar a que su falda se subiera mucho más, pero sin hacer lo más mínimo por volverla a su lugar. Yo me di cuenta que ella estaba tan embriagada como yo, porque quería quedarse dormida durante el trayecto.
Al mirar las primeras luces de la ciudad, Lila recobró su cordura y me dijo que si me provocaba tomar algo antes de ir a dormir. Conociéndola que era muy puritana (o al menos parecía serlo) pensé que una puerta se estaba abriendo para tener algo con ella. Lila sin duda alguna se había excitado durante el baile y su excitación era precisamente conmigo. Acepté su invitación y le pregunté donde quisiera ir. Lila me dijo que aparte de su residencia, ella mantenía un apartamento que antes alquilaba pero que ahora estaba desocupado, que lo utilizaba cuando quería estar sola o trabajar los fines de semana. Me propuso ir a ese lugar y no demoré un instante en decirle que me parecía muy bien. Blog sobre Ajedrez
Llegamos al edificio, Lila bajó del auto y le dijo al viejo vigilante que abriera el garaje para yo pudiera guardar el coche, así lo hice y ella me esperó a la puerta del ascensor. En ese lugar, la tome por los hombros y ella puso su cabeza sobre el mio. Sin duda alguna que algo iba a pasar.
Ya en el apartamento, Lila fue directa y me dijo que, como yo pensaba, ella se había excitado muchísimo durante el baile y que se había dado cuenta que yo tenía una tremenda erección. Me dijo que si ello me había pasado, era porque ella me inspiraba un deseo sexual y yo le respondí afirmativamente. En la sala de su apartamento brindamos champaña, dos o tres copas, y me dijo algo que, aunque lo intuía, me dejó asombrado: me gustaría que hiciéramos el amor, hace mucho tiempo que no lo hago, Ud. me parece alguien lleno de ternura, soy yo quien se lo está pidiendo. Acepté solamente con una condición, la de que ella no dijera nada en la oficina, no quería que nadie se enterara. Lila me dijo que eso no era problema, que tampoco a ella le convenía que se conociera esa faceta de su personalidad.
Fuimos al grano. Ella me enseñó su alcoba, era grande, una cama inmensa, mullida, y algo que me sorprendió aún más, la cama tenía un delicioso colchón de agua, ya se pueden imaginar la delicia de los movimientos. Me desnudé, me metí entre las sabanas y esperé a Lila que entró a la alcoba contigua, suponía yo que se iba a desnudar allá. A los pocos minutos, Lila entró a la habitación (que estaba en penumbra) y me excite aún más, se había puesto una ropa interior negra, brasier negro de encaje, casi todo de encaje y bragas de igual color, muy cortas. Así se metió como yo entre las sabanas y todo empezó como debía ser. Lila se había puesto un perfume delicioso, excitaba, transpiraba sexualidad. Se acostó, y se me ofreció. Me coloque inmediatamente encima de ella, mi verga estaba durísima, húmeda, empecé a moverme mientras Lila me abrazaba, se agarraba con fuerza a mi. Retiré su brasier, y empecé a mamar sus senos, eran mas deliciosos de lo que yo pensaba, ella se retorcía mientras mi lengua trabajaba sobre sus pezones. Lila estaba muy excitada, gemía, quería gritar pero no lo hacía, me decía papi cómeme, me encantan tus besos en mis senos, mámalos, son tuyos. En eso seguía yo, cogia sus senos entre mis manos y los masajeaba, los chupaba y ella se retorcía de puro placer. Quería yo colocarla a punto. Quería que estuviera lo suficientemente húmeda para el momento en que la penetrara.
Lila seguía diciéndome papi y me di cuenta que estaba dispuesta a todo, cuando bajó su cabeza a mi verga y empezó a chuparla, a ponerle saliva, a colocar su lengua en la punta y ahora a hacerme retorcer a mi de puro placer. Yo agarraba su cabeza y la empujaba mas hacia mi verga. Era un placer que no sentía hace mucho tiempo.
Soltó mi tronco y subió nuevamente, se puso boca arriba y bajó sus bragas. Me dijo papi tu sabes lo que quiero, hazlo ya, no aguanto mas. Yo, con mi verga súper húmeda, busque su coño y la penetré, empecé a entrar y salir mientras seguía me agarraba de sus senos, mordisqueándolos, dándoles lengua.
El Autor de este relato fué Polo , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=9248 (ahora offline)
Relatos cortos terror vampiros Lila, una amante deliciosa
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2024-12-02
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