Dos historias quisiera vivir en mi baldía existencia, la que he dejado atrás y mi eterno frenesí.
Buenas noches, mis finitos lectores, he aquí la continuación del diario que hace algún tiempo os revelé. Retomo ahora mi historia en Egipto, en la ciudad de Alejandría, dos meses después de mi atroz alivio a la sed del alma.
Yazco bajo el abrigo que antaño fuere de pieles embalsamadas, cada noche deambulo sobre mis propios pasos, guiado frente a mí por la sombra luminiscente que la Luna dibuja a mis espaldas. No conozco el mal y he llegado a olvidar el bien, he olvidado el insípido sabor del agua, el invisible calor intangible del Sol, he olvidado incluso lo que significaba amar... De mis lujuriosos días en falsa máscara mortal nada queda, nada sino el latir del hielo en mi pecho.
Así es que estoy tendido en la antiquísima playa de una tierra primitivamente letrada, y... ¿ qué mejor lugar, pues, para contaros? Las olas mecen la voz con la que canto a la noche y la sal salpica mi inerte respiración. La noche semejaba a cualquier otra fecha de mi congelado madurar. Sólo yo y sola la noche, dos amantes para sí solos. La mente me hacía dolerme en cuerpo por tantas cosas que había dejado atrás, el crecer de la marea engullendo los incontables granos de arena me recordaba mi naturaleza, el desgaste de lo finito frente a la sollozante mar inmutable. Cada paso era un hoyo quejumbroso donde enterraba más y más recuerdos, y siempre inundados luego por la insistente inmortalidad. In, in, in... ¿acaso no existirán palabras contables que califiquen lo inmedible? ¡No, no, no! Acallad esta tortura, sólo pienso en lo que pensaré tantos eones. -Inmedible-
¡Silencio! Algo me perturbaba, rompía mi serenidad y me preguntaba:
-¿Qué harás? Sólo tanto tiempo, desgastando la tierra de tanto hoyarla... Sediente ansia de amar, sólo contigo llora mientras sola vivas, pues encontrarás en la soledad tu vital compañía.-
Me debatía con un silencio ensordecedor, caía de rodillas cargado aplomo con el lastre de mi cabeza.
-¿Es posible que alguien me esté hablando?- Me decía a mí mismo No, si cierro los ojos véo estrellas melladas, si escucho al silencio oigo mil voces calladas, solo latir siento el vacío saneando mi alma, ahuyentaré así pues lo sentimientos fuera de mi encrucijada. Sólo estoy yo, y no nadie, nada en la nada.-
Sin embargo sentía una especie de sensación telepática, y no podía ignorarla por mucho que lo desease. Fue entonces cuando noté, de repente, una súbita necesidad de volver a España, sin causa o motivo aparente. Simplemente noté la casi obligación de volver, algo o alguien me esperaba. Así fue que guiado por aquella sensación, aquel instinto, mensaje o lo que fuese, me decidí a partir para la noche siguiente. Por el momento me había calmado, y casi de inmediato tenía sed.
-Oh, vil goce que entumeces hasta las penas, será pronto contigo la paz y conmigo-
Me decía afónico, pues mi voz al igual que mi piel se desertizaban por dentro. Escudriñé la tosca desolación de arena y salitre hasta dar con una pareja enzarzada por hedor a fiebre, sudores y carne ceñida sobre carne. Dos adolescentes en su primer encuentro en muchos años, percibí. Élos allí, aún enropados y de pie, ahogando su aliento en el ahogado opuesto, sorbiendo de sus labios cual mi sed en sus dominios. Un intenso calambre espinó el vello de mi nuca, recordaba, recordaba de nuevo lo que un día fue amor. Y la rabia pudo, en aquel momento, sobrepasar la compasión. ¿Podríais haberme tomado el pulso en aquel instante? ¿que lo sintieseis en las yemas de vuestros dedos? No lo sé, sólo afirmo que me sentí carnívoro, depredador que enfoca sus fauces; me sentí más sólo aún y necesitaba vida en mí, pues era la muerte con su hoz levitando sobre las víctimas. Celos, envidia... ¿qué mas daba lo que realmente era? Únicamente sabía que debía ser extinguido ya. Fui cruel, me transformé en monstruo y rogué a Dios que no presentase más inocentes frente al Diablo, aunque no recuerdo con seguridad si lo imploré amenazante a él o no; lo más seguro es que así lo hiciera, que levantase mi puño al cielo y gritase: Fanfics en Español
-¿Son estos tus amados hijos? ¿Qué fui para ti entonces que dejásteme ser adoptado por las tinieblas contra mi voluntad?-
Oh, si, ahora recuerdo. Maldije al cielo y quise pactar: mi alma en pena por la salvación de los que tenía delante. Oferté que curase mis alas cortadas y me permitiera volar a su reino a cambio de perdonar la vida a los chicos. La pluma de una gaviota calló lentamente frente a mí hasta posarse en mi pie derecho. Palabra de Dios, eso me pareció. Mis alas jamás crecerían de nuevo y me desangraría por los siglos de los siglos, siempre buscando la sangre que llenase mi pérdida; mis llagas, insoldables; y yo, no vivo, pero tampoco con el permiso de la muerte. Maté a los dos mientras lloraba desahuciado, comprendía que el infierno era aquello, el eterno dolor. Su sangre fue apenas un instante de consuelo, mis heridas eran enormes y habían sido horadadas por un poder divino, que así lo llamaba en mi anterior vida. Solté por último al joven, del que engullí hasta su última gota, ya no importaba si fuera su alma o no, lo cierto es que no pensaba que lo era. Ellos habían muerto pero yo no podía, y eso es algo indescriptible para los seres finitos, los adorados del cielo. Como respuesta a mi acción, al pisar con mi pie diestro se hundió en la arena y formó un hoyo que se impregnó, junto con mi pie, de agua oscura al que ninguna luz llegaba; lo miré y sólo pude ver el reflejo de mi rostro en medio de una abismal negrura a la que mis lágrimas cayeron sin disolverse en él. Dios había rechazado mi pacto y ahora yo le rechazaba a él y a sus hijos, aunque no me creí con fuerzas para dar muerte innecesaria, de hecho solo cumpliría con mi necesidad. Con todo, me despedí de la mar en mi último canto sobre aquella tierra:
-Ciérnase áurica la estela diurna, pues ahogada es la noche vedada a la Luna, fantasía de plata sobre montaraz duna.-
Al amanecer regresé a mi féretro en la habitación de un hotel y dormí inquietado por la voz que sentía dentro de mí, en la playa, y por un extraño sueño. La voz me decía:
-¿A qué temes? No a la vida, creo; perdido la has. Mas entonces... ¿cuál es tu sino en tierra? Inerte espectro, ¿qué buscas en tu vedada prisión? No a mí, que me distancia el vacío; no al destino, pues encontrado te ha; sólo al pasado, quizás; sólo a la vida, lejos, lejos ahora y por siempre estará. ¿A qué temes? A verte muerto, será.-
Y en el sueño se me presentó un ángel que encadenó sus alas al mar, anclándose en la profundidad. En su hundir me extendió la llave que lo condenara mas no me pidió libertad. Vertí lágrimas sobre ella y se disolvió a mi mirada. El océano lloró al cielo y descubrió las cadenas, quebradas.
Qué significado tenía todo aquello lo desconozco. Sólo sé que aquella no sería la única vez que tuviese tan extrañas experiencias. ¿Señales? ¿Advertencias? Puede, de hecho las clasificaría como presentimientos, aunque sería propiamente el futuro quien me otorgase las respuestas.
Aún sobresaltado, conseguí conciliar el sueño; fuera, llora el otoño de olvidarse la vida, partiendo la despide en susurros de su extinguir. Véla a su abandono en pardas lágrimas caer, cual ahogada sangre privada de latir. Dentro, soy yo el que llora.
El Autor de este relato fué Lestat , que lo escribió originalmente para la web https://www.relatoscortos.com/ver.php?ID=5887&cat=craneo (ahora offline)
Relatos cortos terror vampiros Pasión y sed adolescente. 3º parte.
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2024-05-16
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